Opinión

¿Dónde estamos?

F. Javier Blasco

Ya son muchos los trabajos, artículos y opiniones que he publicado sobre el tema del proceso que da cuerpo y vida al separatismo catalán. Tantos, que ya empiezo a estar cansado de este insultante asunto que, algunos tratan de envolver en celofanes y lacillos de colores, pero, que no tiene otro nombre que el de un auténtico, aunque de momento incruento, golpe de Estado.

Para conocer el origen de este término tenemos que retrotraernos a la Francia del siglo XVIII cuando se comenzó a utilizar para referirse a todas aquellas acciones de carácter violento que el rey llevaba a cabo sin tener en cuenta las normas establecidas legalmente para la buena gobernanza de la sociedad. Al parecer, según la opinión del mismo rey, que las acometiera de esta forma se amparaba en el hecho de que eran necesarias por y para el bien común.

Entre las muchas definiciones que se le da al término, recojo la siguiente por entender que se ajusta mucho más a lo que estamos viendo en estos días de auténtica locura: “La expresión golpe de estado, se utiliza para referirse a la repentina y violenta toma del poder político llevada a cabo por un grupo de poder y que vulnera la legitimidad institucional de un estado y que por supuesto, atenta directamente al orden establecido que suponen las normas legales de sucesión de poder vigentes con anterioridad a la perpetración del mismo”[1].

Sostengo el término, porque en definitiva el golpe de estado constituye una violación y una falta de reconocimiento hacia la legitimidad constitucional ya que atenta o trata de suprimir las reglamentaciones legales sobre las que realmente se sustentó su llegada y permanencia en el poder que ostenta. Las sustituye por otras medidas o leyes a su antojo y se erige en la única verdad en nombre de un ente sin definir exactamente. Lo curioso del caso es que, para los perpetradores, sus leyes son legales y de obligado cumplimiento, al mismo tiempo, que justifican o amparan el incumplimiento y derogación unilateral de las ya existentes.

Ejemplos de intentos de golpes de estado fallidos o consumados hay muchos en la historia contemporánea. Para no alargarme y por su significancia mundial o nacional, citaré solo dos de ellos. El realizado en Alemania el 8 y el 9 de noviembre de 1923, fechas que no se suelen recordar mucho, pero en esos días se produjo un Golpe de Estado comandado por Adolf Hitler que, como todos sabemos, tendría grandes repercusiones en la historia de Europa. Allí, se le conoce como el Hitler-Ludendorff-Putsch, mientras que comúnmente se le llama el Putsch de la Cervecería, por haberse ideado y dirigido desde un establecimiento de dicha categoría. Fue un momento crítico, que sirvió al futuro dictador alemán como base para reafirmar y reforzar sus teorías contra el débil gobierno de la República de Weimar, lo que le permitiría alcanzar el poder absoluto y de graves consecuencias, solo diez años más tarde [2].

El segundo y mucho más cercano en el espacio y en el tiempo, es el famoso 23F de 1981 cuando un desorganizado y bastante engañado grupo de militares y guardias civiles españoles, descontentos con la, a su entender, tibieza y debilidad del gobierno democrático de entonces -sustentado por un partido político en entera descomposición-, irrumpieron en las Cortes Generales con el uso de la fuerza y que, simultanea o sucesivamente, fue secundado, durante algunas horas, por determinadas autoridades y unidades militares en diversas partes de España. Un intento de golpe, que gracias a la cordura, firmeza física y moral del Presidente del Gobierno y su Vicepresidente, cierta calma de los españoles y la acertada, aunque a mi entender algo tardía, intervención del entonces Rey Juan Carlos I, duró escasa horas y no trajo graves consecuencias como las del caso anteriormente mencionado, que además de llevarnos a una cruentísima guerra mundial, supuso el asesinato cruento y trato inhumano de millones de judíos y de personas consideradas como “no puras” para el ideario nazi ideado y encabezado por Hitler.

Vemos pues con estos ejemplos, que su resultado depende y mucho de la firmeza y rapidez de reacción de los máximos dirigentes; pero, y aunque no lo he mencionado, también del apoyo incondicional y la verdadera unión entorno al máximo responsable de los demás partidos políticos y de sus dirigentes a la cabeza.

En España contamos con una Constitución que recoge los mecanismos adecuados para corregir, casi de inmediato, las desviaciones secesionistas e ilegales por parte de las comunidades autónomas y de sus dirigentes. Además, todo un gran entramando legal y judicial está perfectamente legislado lo que debería ser más que suficiente para apagar y anular con cierta diligencia y sin lugar a dudas los esperpénticos delirios de los separatistas y golpistas. Pero, a pesar de todo ello, mucho me temo, que además de la anunciada prudencia, moderación y proporcionalidad tantas veces esgrimida por el gobierno para la aplicación de los diversos mecanismos a su alcance, hay otra serie de elementos semi ocultos o casi a la vista, que provocan una desaceleración de las reacciones o incluso, la reconsideración o no aplicación de todas ellas.

Me refiero claro está, a la tibieza, doble cara y puesta de perfil de muchos de los partidos, que estando en la oposición y aparentemente del lado de la Constitución y la legalidad, se aplican constantemente y desde hace meses o años a este tema presentando propuestas vacías de contenido real  -muy similares a los mágicos crece pelos que vendían los buhoneros- y tratando de sacar rédito a la situación al culpar únicamente de todos los males existentes al partido en el gobierno, olvidándose de los verdaderos culpables y proponiendo solo soluciones que nuca o difícilmente se pueden cumplir.

Sabíamos que esta situación llegaba a ser una realidad, que el gobierno de la Generalidad de Cataluña hablaba en serio y con verdadera intención de ejecutar sus propósitos; que sus delirios de grandeza, afán de protagonismo y mucho de martirologio eran inagotables y que cuando uno llega a dichos extremos, la razón y la cordura, son las cualidades que más pronto se deterioran o desaparecen y jamás se recuperan. Pero aquí, en esta España nuestra, hasta hace pocas horas, muchos se han estado paseando por todas las tertulias, cámaras e incluso en las sedes de la soberanía nacional aireando ideas falaces, variopintas, inconsistentes y totalmente cambiantes e incluso vendiendo naciones a bajo precio, según sea la hora y el lugar de pronunciarlas.

Han llenado sus bocas de lo que ahora todo el mundo sabe, pero nadie conoce cuál es su significado “falta de política”, se le ha exigido al gobierno malabares y cesiones infumables cuando todos sabíamos que no se podían hacer y lo que es peor, por muchas y muy generosas que estas fueran, no saciarían en absoluto las ansias y objetivos de los separatistas, porque ellos solo quieren una cosa, la total y absoluta independencia. Dejémonos de encajes, federalismos, inversiones masivas y proteccionismos a una lengua y falsa historia que, actualmente, ya son las más protegidas e impuestas obligatoriamente en el mundo mundial. Cataluña, siendo parte de España, goza de la mayor autonomía que pueda poseer cualquier territorio similar en el mundo entero.

Deberíamos hablar claro; pero, nadie lo hace y todo son medias tintas, incluso en el seno del partido que, según parece nació para defender los derechos de los españoles en Cataluña, solo aparecen y defienden, como si les fuera la vida en ello, detalles o pequeñas cosas que todas son, o casualidad, en beneficio del propio partido o para darse un excesivo bombo y platillo. Hasta hace pocas horas, su máxima preocupación era limitar los mandatos al presidente del gobierno y bajar los impuestos en aras del cumplimiento de unos acuerdos o pactos de investidura forzados con calzador y de manera torticera, ya que, de no firmarse, nos veíamos abocados a unas nuevas elecciones tras más de un año sin gobierno y perdiendo grandes oportunidades para nuestra verdadera recuperación. Es su manera de actuar, la amenaza y la coacción adornada con una aparente candidez; armas que emplean cada vez con más profusión allá donde soportan gobiernos, fundamentalmente, cuando estos son de un determinado color.

Para más inri, la noche de los “trastos rotos”, nos aparece la presidenta de dicho partido en Cataluña, anunciando, que ahora, la única solución del grave problema que todos presenciamos, era muy sencilla; basta con encabezar una moción de censura de la que esperaba el apoyo incondicional de todas las fuerzas políticas de la oposición e incluso, confiaba en arañar algunos votos de los que ella considera “indecisos o arrepentidos” entre los escaños de los partidos golpistas y secesionistas. Menudo papelón, por no decir otra cosa. 

Ni que decir tiene el insultante, maquiavélico y retorcido apoyo presentado por los antisistema de cobertura nacional de color morado, aunque bajo el engaño de un variado abanico de siglas en las que ocultarse o escudarse; quienes, no solo han favorecido con sus apoyos y abstenciones la puesta en escena de esta locura, sino que han demostrado que entre sus valores no entra la España en la que todos pensamos y anhelamos mantener contra todo tipo de ataques, insultos y vejaciones. Hoy, su Secretario General no ha podido ser más claro y oportunista en este sentido.

Hablando de vejaciones o vilezas ¿Me puede alguien explicar, que narices hacía una señora -por llamarle de alguna manera no ofensiva-, de dicho partido, recogiendo las banderas nacionales que, entrelazadas con banderas catalanas oficiales, dejaron en sus escaños los representantes del partido Popular cuando los abandonaron momentos antes de la votación definitiva de la ley?

Su fragrante e indigno acto de anti españolidad y vileza, fue incluso afeado por la presidenta, si he dicho bien, ¡la presidenta del Parlament! Ver, para creer. Dicha señora y su grupo político -por mucho que ahora declaren tibiamente y con monosílabos su descontento o un forzado rechazo a dicho repugnante acto-. Se han retratado para siempre y espero que esto traiga consecuencias entre aquellos de sus votantes y seguidores que, aunque puedan estar enfadados con las políticas del sistema, no odian a España, al menos no tanto, como esta señora demostró al ofrecerse de forma voluntaria a hacerlo y tener que subir pesadamente los escalones que la separaban de su escaño. Entiendo que algunos jóvenes descontentos, faltos de experiencia o con poca historia a sus espaldas, por desinformación o por pura convicción, puedan apoyar dichos hechos que hoy se recogen en todos los medios nacionales y extranjeros; pero esta señora, no.

Los partidos políticos sin excepción, muchos medios, comentaristas y grandes plumas nacionales muy bien valoradas, se han hinchado durante meses en proclamar que no se debía caer en la exageración a la hora de la aplicación de medidas por parte del gobierno, pasara lo que pasase. Que estarían vigilantes ante las respuestas de este, que se debía hacer más política y menos denuncias ante los juzgados. Incluso, el taciturno, vacilante y muchas veces aparentemente desnortado partido que sustenta al gobierno, por iniciativa propia o por no perder los escasos y envenados apoyos en este tema, se ha conjurado para ser duros, pero no demasiado.

Basta con unos años de inhabilitación y una multa, que pagarán los ilusionados seguidores de estos delincuentes, porque eso es lo que son. Hay que huir de medidas drásticas, de aplicaciones o demostraciones de fuerza y de que se les castigue con penas de cárcel, que es donde deberían estar. Es demasiado duro, muy alarmante interior y exteriormente y un gran catalizador para la insumisión y la algarada colectiva. Qué pena de visión. Si estas medidas están recogidas en la Constitución y en otras leyes, lo están para que sean aplicadas ante actos o acciones de excepción, y estas y las que vienen, lo son. 

Hoy, sin saber que les ha influido en ello, leyendo y escuchando a la mayoría de aquellos defensores del “dialogo” y solo dialogo, observo que su tono, exigencias y el signo de sus opiniones parecen haber cambiado hasta en ciento ochenta grados. De entre los partidos políticos, unos ya no venden naciones a precio de saldo, cosa esta que se guardan en su recámara y que pronto volverán a sacar, como si fuera la solución que atraiga y embelese a aquellos que aseguran, declaran y anuncian que no quieren estar, de ninguna manera, integrados en España. Otros, solo buscan capitanear mociones de censura, que tras unas horas desde su precipitado anuncio, han tenido que edulcorar o completar su oferta, con la idea de que el verdadero propósito de esta, no es acaparar en el poder de ganarla, sino la convocatoria inmediata de elecciones en Cataluña; eso sí, de ganar estas, ellos capitanearan la necesaria coalición de gobierno resultante, ya que nadie obtendría la mayoría absoluta. Difícil, solución y demasiado tejemaneje para que triunfe su idea.

Se dice y comparto en gran parte, que dichas reacciones enérgicas, aunque legales, sean lo que esperan y desean los separatistas para auto inmolarse como víctimas propiciatorias y con ello, dar ocasión a mostrar sus "desagravios" al mundo y poder justificar el tener que montar importantes demostraciones de fuerza en la calle por parte de  los antisistema claramente separatistas e incautos y engañados compañeros de viaje, quienes, envueltos en “su bandera e ideología”, están dispuestos a tener un otoño e incluso un invierno muy caliente.

Cosa que no nos interesa en absoluto tanto interna como externamente; hoy nuestra prima de riesgo está en torno a 20 puntos más alta que hace unos pocos días [3] y la rentabilidad de los bonos que emite el Estado –hasta hace poco en cotas negativas- ya va por más de un punto y medio en positivo.

Pronto veremos qué es lo que ocurre con nuestra balanza de pagos, exportaciones, inversiones del exterior y el número de visitantes. Sin olvidar, que es precisamente, en tiempos de zozobra, cuando otros actores externos sobradamente conocidos, como los terroristas islamistas, aprovechan estas situaciones y los malos momentos políticos de los estados para actuar con vileza e intentar desestabilizar lo poco que queda en pie.

No seré yo el que pida o azuce al gobierno a lanzarse cuesta abajo y que sea desproporcionado en sus medidas a adoptar. Lo único que pido y entiendo que es razonable, es que se apliquen las leyes y con todo su rigor en función de todos y digo TODOS, los delitos cometidos por los que dirigen, cobijan y apoyan estos actos.

Ya dejamos “voluntariamente” algunos de aquellos en el cajón en la pasada escaramuza del llamado 9N hace casi tres años para, aparentemente, no crear malestar, victimismo o evitar reacciones mayores en las calles. No ha servido para nada, esto se parece al día de la marmota y ya estamos ante el segundo intento de levantar los muros.

Como sigamos siendo timoratos, no solo se reirán en nuestra cara los villanos y volverán a intentarlo; la gente que ama a España por considerarla como su única Patria y Nación, que piensa y cree firmemente en la justicia, la democracia y en la verdadera libertad, comenzará a perder la confianza en aquellos que tienen la obligación de salvaguardarlas. Algunos, y no pocos, según me consta, ya lo han hecho.

Europa, que en esto está de nuestra parte, condena los hechos, no les da cobijo, pero claramente espera que solucionemos nuestro problema interno cuanto antes ya que no ven con buenos ojos este tipo de escándalos en la Unión como ya ocurrió durante el pasado Brexit.

Antes de cerrar este trabajo he podido escuchar el comunicado del Fiscal General del Estado sobre las decisiones y actuaciones de todas las fiscalías. La música suena bien; pero ya veremos cómo se completa su letra. Declaración clara, precisa y muy en consonancia con las que escuchamos, hace veinticuatro horas, de boca de él mismo y del presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial.

Igualmente, he escuchado con mucha atención el comunicado del presidente del Gobierno tras el Consejo de ministros extraordinario celebrado con ocasión de los bochornosos atropellos a los españoles, a la Ley y a la Constitución ayer en el Parlament catalán. Su mensaje ha sido bastante claro a pesar del tono medido al que nos tiene acostumbrados a emplear en sus declaraciones institucionales. Hasta he creído entenderle, que está en disposición de hacer uso de cuanto sea preciso; de todos los resortes a su alcance. Declaración que tiene un gran peso específico y que le será tenida en consideración u objeto de reclamación y demanda a la hora de la aplicación o no de dichos mecanismos en función de la evolución de los acontecimientos, que, sin duda, y tal como ocurre en estos momentos, seguirán perfeccionando el deterioro de las instituciones y el distanciamiento o destrucción total de las relaciones de Cataluña con el resto de España.

No soy el más indicado para sugerirle a nadie lo que tiene que hacer, en absoluto; pero debido al cariz y gravedad de los acontecimientos, puede que, al igual que hizo su padre en su día, el Rey debería hacer cualquier tipo de declaración institucional como jefe del Estado que es y, no dejar el marrón, como otros muchos hacen, en las manos exclusivas del presidente del Gobierno. 

No solo no hay que olvidarse de los catalanes que quedan allí sin amparo aparente y bajo los vaivenes de un alocado y desnortado gobierno regional. La soberanía nacional no reside en ningún, presidente, Gobierno o Cámara; solo la poseen todos los españoles al unísono. Imagino, que, en este momento, algunos estarán pletóricos y llenos de una alegría desbordada; pero podemos decir que, debido a estos tristes y bochornosos acontecimientos, la mayoría de los españoles estamos de luto, dolidos, muy expectantes de su evolución y alcance, a la espera de cómo, finalmente, acaba este tema que no ha hecho más que empezar y, también. por qué no, de cuanto nos costará, en términos económicos, este bodrio [4].

[1] https://www.definicionabc.com/politica/golpe-de-estado.php

[2] https://redhistoria.com/hitlerputsch-el-intento-de-golpe-de-estado-de-hitler/

[3] Ni que decir tiene que el a prima de riesgo catalana esta al triple de la española y ya hace tiempo que nadie les financia. Cataluña, sobrevive gracias a lo que se conoce por el FLA, que por cierto, pagamos todos los españoles ¿De qué piensan vivir estos señores si van a su independencia?

[4] En el día de hoy, y no por casualidad, todas las Bolsas de Europa han subido, menos la española que ha caído ligeramente; el Banco de Sabadell, lidera las pérdidas en la Bolsa española y Goldman Sachs rebaja la calificación de CaixaBanc y la retira de la lista de inversiones favoritas en Europa.