Opinión

Antídotos contra la islamofobia

Equipo WebIslam

Pie de foto: Luna decreciente del mes de Shawwal

El 10 de diciembre, celebramos el día internacional de los derechos humanos y el 12, celebramos el día internacional contra la islamofobia. Dos fechas importantes para aquellos que trabajamos en la búsqueda de un mundo más justo.

Los derechos humanos son un marco en el cual tenemos que movernos. Los estándares para construir sociedades con garantías, en las que el sueño de la igualdad, la convivencia y el cosmopolitismo sean una realidad. Igualdad en derechos, pero también en deberes y en conciencia. Nadie es más que nadie, todos somos seres humanos. Lograr la convivencia es otro elemento clave. Cambiar la palabra, muy manoseada, integración por convivencia es un reto para todos nosotros. Ese cambio erradicaría la idea de la supremacía cultura engarzándonos en el mundo. Y esa convivencia nos debería llevar, necesariamente, al cosmopolitismo. Uno de los sueños de los filósofos y de algunos políticos, en los cuales las sociedades se diversifiquen llegando a construir sociedades plurales y con anhelo de mejora. Sociedades donde todos sus habitantes lleguen a ser hermanos más allá de diferencias culturales.

Los musulmanes tenemos buenos ejemplos donde inspirarnos. La idea de islamicate, ese marco cultural que dominó el mundo islámico hasta el siglo XIX, es una prueba de ello. Sociedades multiculturales —siempre dentro de sus limitaciones históricas— donde primaba la cultura y el saber sobre diferencias varias. El ejemplo del mundo islamicate, como Al-Ándalus o la India pre-colonial, es un sueño para muchos musulmanes actuales que soñamos con un mundo más justo y diverso.

Un mundo cosmopolita no conoce de fronteras mentales y va, poco a poco, eliminando las físicas. Nuestra Unión Europea es un buen ejemplo de esto. Religiones, culturas e idiomas diversos se unen en busca de una excelencia social, de un compartir, de un mejorar. Ser europeo no es solo ser centroeuropeo de cultura cristiana, es también retomar el humanismo islámico medieval, el de Averroes, Ibn ‘Arabi o Ibn Firdaus, por ejemplo. No es encerrarse en la casa, es traducir y abrir mundos. Y a día de hoy, los musulmanes como minoría mayoritaria religiosa tenemos mucho que aportar a Europa. Volvamos a ser los humanistas y compartamos la sunna del Profeta (saws) como un patrimonio inmaterial del que puedan beneficiarse el resto de europeos. Compartamos su sonrisa y ganemos corazones.

Sin embargo, estamos en tiempos oscuros —como otras tantas veces—, muchos buscan dañarnos, rompernos, dividirnos o comprarnos. Nos intentan sobornar, nos intentan envenenar o emborrachar con discursos vacíos y totalitarios. En el mundo de la post-verdad, el idealismo de nuestras comunidades islámicas es una fuerte debilidad. Creemos en lo que dicen medios aparentemente «independientes» y «alternativos», pero somos incapaces de leer a Levinas, a Hannah Arendt o a Anthony Kwame Appiah. Creemos en falsos mesías populistas, pero somos incapaces de reflexionar sobre nuestra tradición. Ponemos a nuestras comunidades ante telepredicadores en vez de buscar a los auténticos sabios. La post-verdad nos debilita y creemos que nos fortalece, creemos que somos libres y, sin embargo, vamos a pasos agigantados hacia el totalitarismo. Y, por desgracia, no somos los únicos, Europa se está llenando de totalitarismos, de falsos mesías que en nuestros ojos se transforman en islamofobia.

La islamofobia es otro síntoma del totalitarismo. La enarbolan los extremos, usando constantemente la mentira, el engaño y el veneno. En el camino al totalitarismo, la islamofobia es la que daña y asfixia nuestras comunidades, la que engorda nuestros egos haciéndonos olvidar que, muchas veces, hay mucha gente que esta peor que nosotros. En el juego de «divide y vencerás» es la que nos ha tocado sufrir. Pero no olvidemos que «…fobias» hay muchas y muy muy tóxicas. A veces nosotros, los musulmanes, también coparticipamos en otras «…fobias» cegados por las estrategias silenciosas de los totalitarios.

El objetivo de los totalitarios es sembrar odio y echarnos a pelear. El lenguaje de odio, la violencia, las esencias y el victimismo solo llevan a destruirnos. Es tan fácil hablar ese lenguaje, pero construir la convivencia es difícil. Por eso, debemos evitar confrontaciones que no sean productivas, debemos buscar otras formas de expresión y sobre todo practicar el silencio con aquel que use un lenguaje de odio. Un bendito silencio que aísle a los totalitarios —en forma de trolls— de un espacio democrático. Apliquemos el clásico lema de internet: «Don’t feed the troll» (No alimenten al troll).

Eso no significa que no hagamos nada y nos lamentemos por tiempos mejores, que no luchemos en administraciones y tribunales por la justicia. Porque después de la paz, el islam exige justicia. Pero la justicia tiene sus cauces y debemos aliarnos con aquellos que pretenden un mundo mejor y no con los «justicieros», la lucha es desde la ciudadanía. Es prioritario para la lucha contra la islamofobia, y cualquier delito de odio, alcanzar la ley integral contra delitos de odio para que policía, jueces y fiscales tengan un marco que ayude a las comunidades y/o personas que sufren agresiones por ser diversos o diferentes. Por eso, el trabajo de Plataforma Ciudadana Contra la Islamofobia (PCCI) es tan sumamente importante.

Y por eso, la esperanza no debe perderse. La conquista del espacio público debe ser, principalmente, desde el respeto y la legitimidad. Desde el ser ciudadano comprometido creyendo que el granito de arena que aportamos puede cambiar el mundo, tal y como lo conocemos. En el caso español, tenemos que trabajar por hacernos tan trasparentes que la islamofobia quede en evidencia porque nuestros conciudadanos nos tengan tanto aprecio que no se la crean. Y es que la mejor manera de vencer el totalitarismo y la islamofobia, en nuestro caso, es con el conocimiento. Abrir nuestros ojos y abrir los de los demás.