Opinión

Argelia frente a su futuro

Javier Fernández Arribas

Pie de foto: Manifestación contra el presidente Abdelaziz Bouteflika, el 22 de marzo de 2019, en la capital, Argel. AFP

Argelia afronta su futuro más inmediato con ciertas garantías de estabilidad pero sin descartar la opción de nuevas y masivas protestas en las calles para reclamar un cambio de régimen y rechazar la posibilidad de que formar un gobierno provisional tras la renuncia del Abdelaziz Buteflika de presentarse a la reelección, la formación de un Gobierno provisional y la decisión de aplazar la celebración de elecciones presidenciales sin fijar nueva fecha pueda constituir una estrategia para cambiar algo para que nada cambie en realidad. La transición pacífica goza de garantías por el apoyo mostrado públicamente por la cúpula militar a las protestas ciudadanas “al saludar el espíritu cívico y la responsabilidad del pueblo argelino que ha salido a las calles pacíficamente. 

El jefe del Estado Mayor del Ejército, el general Gaid Salah, ha insistido en sus últimas alocuciones públicas que el Ejército está con el pueblo y que Argelia tiene varios problemas y hay que esperar el momento oportuno para solucionarlos. Para este militar, en el núcleo del poder argelino donde también se producen movimientos clave para no perder el control de la situación, el problema real de Argelia no son las protestas en las calles, sino la intención del anciano y enfermo presidente Buteflika y su entorno de mantenerse en el cargo. Una actitud que se expresa claramente en una carta atribuida a Buteflika que condiciona su marcha de la predencia cuando se organice una Conferencia Nacional incluyente, un nuevo Gobierno de transición y unas elecciones presidenciales a cuyo ganador cederá el testigo.

Todo indica que ese momento ya se ha superado porque en las calles de Argelia, esos miles de manifestantes exigían la jubilación de Buteflika y cambios reales en el país que permitan “la superación de la crisis socioeconómica, el estancamiento cultural y la pobreza intelectual”, como escribía recientemente en un artículo publicado en The Arab Weekly, el escritor y poeta argelino, Azraj Omar. Se fijaba el escritor principalmente en la profunda y compleja frustración de la juventud no solo por la clase dirigente del Frente de Liberación Nacional sino por la oposición y su fracaso por no saber ni poder impedir la cultura atrasada que ha prevalecido desde el final de la ocupación francesa, a partir de los años sesenta, con una estructura política anquilosada que ha sobrevivido gracias al triunfo en la guerra contra el terrorismo en los años noventa pero que no ha conseguido que la economía y el desarrollo social funcionen adecuadamente, teniendo en cuenta su riqueza en gas y petróleo.

La transición pacífica hacia una nueva Argelia producto del hartazgo social que goza del apoyo del Ejército tiene ciertas incógnitas todavía porque hay que tener en cuenta, que en ese núcleo de poder se encuentra la Guardia Presidencial, dirigida por el general Benail Benail, decidiese oponerse al retiro del presidente Buteflika y de su entorno. Recordar que, Abdelaziz Buteflika sufre graves problemas de salud desde 2013-14 por diversas afecciones provocadas por un ictus que ha mermado notablemente su capacidad física y sus movimientos. De ahí que el famoso entorno del presidente, liderado por su hermano Said, la persona que aparece siempre empujando la silla de ruedas que desplaza al mandatario, sea considerado como el verdadero eje de poder en Argelia con el control de los movimientos políticos, de las principales empresas, sobre todo de Sonatrach encargada de la gestión del gas y el petróleo, y, hasta ahora, de la cúpula militar que garantizaba el sometimiento general.

Son numerosas las denuncias de casos de corrupción que liga a los miembros de este entorno con miles de millones de dólares extraviados del negocio energético y con una ineficacia e incapacidad manifiestas para la gobernación del país. Diversos responsables argelinos han asegurado que la actual situación no pone en riesgo el flujo diario de gas que España importa desde Argelia, a través de dos gaseoductos, uno directo desde territorio argelino hasta Almería y otro que transcurre por territorio marroquí hasta suelo español. La frase utilizada por este alto cargo de Sonatrach es que si fueron capaces de mantener el suministro en los peores tiempos de la guerra contra los islamistas, ahora la situación es mucho más que tranquila para poder garantizarlo. España importa de Argelia el 54% del gas que consume, lo que le coloca como uno de los principales interesados en que la transición política que se produzca en ese país mediterráneo sea lo más pacífica posible y que pueda colmar las aspiraciones de los ciudadanos argelinos. 

Otro de los riesgos que supondría que se registraran enfrentamientos violentos, e incluso, choques armados entre distintas facciones es una oleada de refugiados que huirían del país hacia el lugar más cercano cruzando el Mediterráneo que es España. Además, si Argelia sufriera una seria desestabilización hay grupos terroristas ya preparados para aprovecharse de la situación como ocurrió en Siria.