Opinión

Como había pocas guerras, ahora se suma la comercial

Maite Vázquez del Río/diarioabierto.es

No ha sido una bravuconada más de Donald Trump. Amenazó y ejecutó. Este viernes, al mismo tiempo que se lanzaba el “chupinazo” de los San Fermines, Estados Unidos ha declarado la guerra comercial a China, y el gigante asiático le ha respondido, como también había advertido.

No se puede dejar la política en manos de irresponsables, como tampoco las decisiones de lanzar bombas atómicas. Ahora Trump, no sólo construye muros, separa a niños de sus padres y lanza pulsos con el líder norcoreano. Ahora ha dado el siguiente paso, volver a un proteccionismo trasnochado que en plena época de globalización va a poner a las economías mundiales en jaque. ¿Quién sabe si estamos ante el preludio de una nueva crisis económica mundial?

Mira que se lo había advertido la OCDE. Esta misma semana en su último informe el organismo internacional hablaba abiertamente de los efectos negativos que iba a tener la subida de aranceles sobre la mayor parte de las economías. Pero la soberbia lo único que sirve es para poner tapones en las orejas y vendas en los ojos. Mira que el resto de los países más desarrollados, del G-7 y del G-20, le habían hablado de todo lo que podía avecinar… pero no, nuevamente ha hecho oídos sordos, porque en su prepotencia no le importa granjearse día a día puñados de enemigos y no tener ni un amigo. Él cre que todo el mundo quiere a Estados Unidos porque es la primera potencia mundial. Se olvida que dentro de poco China ocupará esa posición…

Sus palabras incendiarias, que al más común de los mortales nos sueanan a bravatas, las convierte en realidad con los hechos y esta vez ha abierto una guerra comercial. Es una guerra de guante blanco, sin muertos, aunque al final nos afecte a todos, porque se encarecerán productos, bajarán los crecimientos económicos y más antes que después terminará nuevamente recayendo sobre el maltrecho empleo, que siempre es el que paga las malas acciones de los que mandan.

Oficialmente la guerra comercial ya está en marcha. Ya hay más medidas proteccionistas y represalias comerciales. El primer envite ha puesto sobre el tapete 34.000 millones de dólares, el valor de los aranceles estadounidenses sobre China. Y China ha decidido ver la jugada. Es el principio de la partida y los analistas esperan que dentro de poco aparezcan más. Porque ahora sólo afecta a los productos siderúrgicos que, por cierto, pueden tener un doble efecto negativo para el sector en España, además de Europa: se pierden oportunidades y competitividad en el país de Trump y otras naciones afectadas también por los aranceles intentarán aumentar sus ventas en el mercado europeo, que es el más abierto. Luego llegarán a los aranceles a los vehículos europeos… No hay sangre, pero se están abriendo heridas.

Trump no se ha dado cuenta de que su obsesión también va a afectar al PIB estadounidense. La propia FED reconocía en sus actas de junio que el país puede verse afectado por una recesión. Y eso que todavía no se conocía la puesta en marcha de la guerra comercial por parte de su presidente. Si Trump decide imponer a todos los países unos aranceles del 20% a sus productos y estos le responden con la misma moneda, al final su economía sufrirá una caída acumulada de la actividad tres veces mayor que el resto del mundo en sólo dos años. Claro que dentro de 2 años tal vez ni Trump esté ya en la Casa Blanca. Pero también China será una de las economías más afectadas porque es el país que más exporta a Estados Unidos.

Con la guerra comercial en marcha es necesario que alguien, alguna institución internacional con peso se reúna con los principales actores y acuerden una reforma de las reglas del comercio, para que gobierne quien gobierne sus tentaciones proteccionistas no lleven al planeta al caos económico.

De momento, mientras los estadounidenses no se vean afectados seguirán creyendo que Trump era su solución. Cuando les afecte, le dejarán de votar. Es posible que ni repita mandato, pero aún nos quedan dos años por delante de una locura sin límites.