Opinión

Día Internacional de la Democracia

José María Peredo. Catedrático de Comunicación y Política Internacional de la Universidad Europea de Madrid/La Razón

“Su nombre, debido a que el gobierno no depende de unos pocos sino de la mayoría, es democracia”. Así resumió Pericles la cuestión para describir luego con detalle sus contornos. Todos iguales dentro de la ley. Nada ni nadie fuera de ella. Viviendo la libertad con tolerancia. Atentos a las normas. Consecuentes con nuestros actos. Los ciudadanos libres celebramos hace unos diáis el Día Internacional de la Democracia en un mundo de asimetrías democráticas, donde avanza la perversión y la posverdad. Lo celebramos releyendo a los clásicos y recordando el liberalismo que rescató la democracia del ostracismo en la Edad Moderna, para liberar a la sociedad del yugo de los privilegios y del autoritarismo.

Los ingleses abrieron el Parlamento para debatir sobre ella. Montesquieu y otros ilustrados dieron forma al equilibrio de poderes y a las instituciones para que “en un estado libre todo hombre se gobierne”, por medio de representantes, “porque el pueblo no puede gobernarse a sí mismo”. Rousseau la identificó con la voluntad general de una República. Los revolucionarios con el desarrollo de los derechos salvaguardados en una Constitución. Algunas monarquías se pusieron a su altura. Madison trazó en América el nuevo territorio democrático: “una república extensa que cubra un vasto territorio y abarque una población considerable, es condición necesaria del gobierno no opresor”. La prensa y las ideologías la universalizaron en la edad contemporánea y los partidos conservadores y socialistas caminaron por la senda democrática.

Conviene recordar en el siglo XXI la esencia de la democracia que hoy se conmemora. En la cual la expresión es libre y la sociedad plural. No se exalta cualquier otra democracia nacida en la era de la posverdad. “Estamos observando una degradación evidente en términos políticos del concepto de democracia en la sociedad occidental”, advertía Putin en uno de sus recientes discursos contra la política europea. Sin tener el menor reparo a la hora de dar lecciones desde un estado con escasa tradición democrática.

Pero en Europa hoy es un buen día para admirar la democracia supranacional que hemos construido desde el final de la segunda guerra mundial. Un buen momento histórico para impulsar una Unión Europea más democrática. Con listas transnacionales y convenciones nacionales para que los poderes locales y la sociedad civil comprendan mejor la política europea y la democracia. El espíritu reformista y el estilo expositivo de Macron se imponen en Francia y en Europa. Mientras los mensajes incendiarios antieuropeos de los populistas se consumen como cirios.

Este año es también el primer Día Internacional de la Democracia en la Presidencia de Trump. El triunfador en la campaña electoral menos saludable de la historia de Estados Unidos. El inventor del reality show en la política, atrayendo la atención de los medios de comunicación con sus soflamas, y negándoles después el derecho a informar libremente. Barack Obama se despidió de la Casa Blanca con un memorable discurso y con una carta dirigida a su sucesor. “Somos solo ocupantes temporales de esta oficina. Eso nos hace guardianes de esas instituciones y tradiciones democráticas -como el estado de derecho, la separación de poderes, la protección de manera similar para todos y las libertades civiles- por las que nuestros antepasados lucharon y defendieron con su sangre. Independientemente de la presión y la política del día a día, nos toca dejar esos instrumentos de nuestra democracia por lo menos tan fuertes como los encontramos”.