El caos como objetivo final del terrorismo yihadista

F. Javier Blasco, Coronel en la Reserva

Pie de foto: Las primeras reacciones tras los atentados Foto: AFP, NICOLAS MAETERLINCK

Me dispongo a escribir estas líneas cuando aún no se ha cerrado el número total de víctimas en los sucesivos tres atentados con bombas en Bruselas sobre su Metro y aeropuerto, de momento se sabe que dicho número asciende a 31 muertos y 236 heridos, pero, como en todos estos actos, este número puede variar hacia arriba o hacia abajo con el paso de las horas.

Son muchas las especulaciones sobre el motivo de este atentado, que si es una reacción a la detención en dicha capital del terrorista más buscado en los últimos meses por su importante participación en los atentados de París; que si el objetivo estaba en golpear directamente la Capital Europea y la sede de la OTAN o que este atentado no es más que otro en la cadena de los previstos a realizar.

A fuer de ser sincero, diré que no me encuentro en condiciones de definir cuál es el objeto o la razón de ser del mismo, pero llevo diciendo lo mismo durante años cuando escribo algo sobre los terroristas yihadistas y sus intenciones. Existe una razón final de ser de todos y cada uno de ellos; crear y sembrar el caos entre todos los demócratas y personas quienes solo quieren vivir en Paz.

No es casualidad que los atentados de París coincidieron con un partido internacional de futbol que había desatado muchas expectativas y por tanto máxima afluencia de personas así como la atención de muchos medios de información.

En esta ocasión, no hay que descartar que nos encontramos en las puertas de comenzar a celebrar unos y a disfrutar otros de las oportunidades que nos brinda la Semana Santa. Evento este que supone la máxima culminación en las celebraciones de la fe cristiana para millones de creyentes y que además, es empleado por muchos otros creyentes o no para deslazarse interna o externamente para pasar unos días de asueto, conocer nuevas tierras o, simplemente gozar de unos días de descanso lejos de casa o en compañía de los seres queridos.

La elección de los puntos para la explosión de los artefactos obedece a unos claros parámetros; golpear aquellos focos que merecen nuestra atención y que son de obligada asistencia en momentos de asueto, me refiero claro está a los medios colectivos de transporte.

Si nos parasemos a pensar en los millones de personas que se desplazan en estas fechas, solo internamente en Europa o que permaneciendo en sus casas aprovechan estos días de fiesta y la llegada de una benigna primavera para desplazarse en su ciudad para visitar monumentos, museos, parques, restaurantes o simplemente sentarse en una, entenderemos que los dos objetivos empelados cumplen los exigidos requisitos; golpear al mayor número posible de víctimas y coaccionar a todos aquellos que pretendían emplear dichos medios para sus desplazamientos.

Sembrar el caos y el miedo es su objetivo final porque supone no solo un gran efecto propagandístico para su causa, sino molestar en gran manera a aquellos que hartos de sus vidas cotidianas y del duro trabajo buscan el solaz y el descanso en unos días de paz coincidentes con el fin del invierno y al mismo tiempo, para aquellos más creyentes, impedirles celebrar individual o colectivamente el culto a sus creencias y costumbres cristianas y católicas.

Por otro lado y no menos importante, nuestra religión mayoritaria, el cristianismo, es su enemigo más importante; son sabedores de que para cumplir con nuestros preceptos debemos desplazarnos a centros de culto o a lugares donde, estos días, donde de forma colectiva se ensalzan las celebraciones o ceremonias, más o menos pintorescas o sentidas profundamente en el corazón y el pensamiento.

Golpear en estos días para evitar que, por miedo, no podamos concentrarnos o desplazarnos, es fundamental para ellos. En otras palabras, buscan evitar que celebremos nuestras creencias y costumbres con la paz, sosiego y recogimiento que precisamos. Al sembrar el miedo entre aquellos que se quieren juntar o desplazar para ello, se consigue que estos actos no se celebren o lo hagan con mucha menos participación y con el miedo en nuestros cuerpos.

Sembrar la desconfianza y evitar que nos reunamos masivamente, hace perder colorido y empobrece el reflejo de unidad en lo puramente espiritual. Hay que combatir a las religiones “herejes” con todas las herramientas al alcance y esta no es solo una de ellas, puede que sea la más eficaz e importante. Ya los romanos la emplearon para combatir las reuniones y celebraciones multitudinarias de los cristianos en los primeros años de su expansión y crecimiento  a lo largo y ancho de su imperio.

Bien sea por una causa o por otra, estoy plenamente convencido de que en estos momentos o dentro de unas horas, muchos de aquellos millones de personas que pensaban desplazarse con más o menos lejanía, habrán cambiado de planes. Algunos aeropuertos cerrados o funcionando a medio gas, muchos vuelos cancelados, un fuerte incremento de las medidas de control y seguridad, sensación de pánico e indefensión y la alarma ante cualquier movimiento o paquete extraño pueden indicarnos o inducirnos a hacerlo, máxime cuando dichos desplazamientos se iban a hacer de forma espontánea y no eran absolutamente necesarios para nosotros o por exigencia de nuestras profesiones.

Mucha gente se inclinará por cancelar sus reservas de viajes y los necesarios alojamientos. Sin duda, los desplazamientos internos y externos, así como las concentraciones masivas de personas en estos próximos días disminuirán exponencialmente. Con esto se ha conseguido un importante objetivo a muy bajo coste para las fuerzas atacantes.

Además de todo lo anterior, han conseguido otro logro nada despreciable; volver a poner en tela de juicio las medidas y la incompleta legislación europea para hacer frente a los ataques terroristas en Europa. De nuevo, nos volvemos a dar cuenta de que solo reaccionamos en caliente cada vez que hay un atentado de grandes características. Las reacciones de los gobiernos y de la propia Unión Europea son siempre tibias, tardías y de poca efectividad.

Estas se limitan a poner algunos parches que parcialmente dificultan la posibilidad de operar a los terroristas; pero, en ningún caso, las medidas adoptadas son de carácter global. Los terroristas, tras estudiar aquellas adaptan sus tácticas, técnicas y procedimientos para actuar empleando los resquicios que estas les van dejando; siempre les queda alguna puerta abierta a la posibilidad de actuar sobre los llamados “objetivos blandos”.

A estas alturas alguien se preguntará, el porqué de que las medidas adoptadas sean menos efectivas de lo necesario, pero la respuesta está en nosotros mismos. Cada vez que Europa o cualquier gobierno se dispone a adoptar medidas efectivas contra el terrorismo y por tanto, bastante o muy restrictivas, aparecen determinados grupos o movimientos políticos y de presión mediática que se oponen a aquellas alegando ciertos o falsos ataques a las libertades colectivas y personales. Son capaces de oponerse a medidas verdaderamente coercitivas en aras de una farisaica expresión de  libertad y contra el libre ejercicio de “nuestros derechos”. Lo malo es que al final, acaban ganado y las medidas presentadas se dulcifican e incluso se derogan de forma definitiva.

No somos conscientes del daño que nos hacemos a nosotros mismos. Estas actitudes dan alas a los terroristas que precisan de la suficiente libertad de movimientos y que nada más ser capturados, cuando lo son, exigen todos sus derechos o incluso más y siempre hay grupos políticos, abogados sin escrúpulos y movimientos “pacifistas” que les entienden y acogen en sus maléficos preceptos de paz alegando como contrapartida la necesidad de un mayor entendimiento, dialogo y comprensión ante todo.

Volvemos a ver a Bruselas blindada, miles de sirenas sonando, cerrados sus colegios y sus medios de transporte y a nuestros próceres encerrados en pro de su propia seguridad  en los Parlamentos; el objetivo de esta medida consiste solo en asegurar las vidas de quienes deberían legislar de una vez por todas para que esto no vuelva a ocurrir.

El ejemplo de Bruselas cundirá y esta Semana Santa pasará a la historia, no solo por la ejecución de estos graves atentados, sino porque, masivamente, habremos cercenado nuestros planes de esparcimiento y cancelado aquellas expectativas de viaje o alojamiento. Las reacciones económicas negativas serán inmediatas sobre las compañías de vuelo y las cadenas de viaje u  hoteleras y ello repercutirá en la economía global.

Lo dicho, sembrar el CAOS es lo que verdaderamente pretenden los yihadistas cada vez que golpean a Europa o a cualquier país que se les opone o combate. No nos confundamos, se precisan de muchas más medidas realmente efectivas y disuasorias, pero sobre todo de una mayor y mejor cooperación de las respectivas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y creo que no hay que esperar a más atentados, ya es hora de sentarse a la mesa y ver si se ha llegado al momento de actuar con los medios necesarios sobre el origen de todo esto, los lugares donde los terroristas se nutren, entrenan, actúan y coordinan sus acciones en el exterior. Mientras no lo hagamos, volveremos a ser golpeados, volveremos a preguntarnos el porqué de las cosas y volveremos a darnos cuenta de que, de momento, la batalla la tenemos perdida.

Hay que mantener la calma y no asustarse ante el  terror; la mejor contramedida es continuar con nuestros planes, aunque sea mucho más fácil decirlo que hacerlo. Espero, aunque con pocas esperanzas, que de una vez por todas, pongamos los puntos sobre la íes y se adopten TODAS las medidas que se precisen para solucionar este grave problema.                

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