El legado (sin color) de Obama

Alexandra Dumitrascu

Pie de foto: Barack Obama junto a su mujer, Michelle Obama, y su hija mayor, Malia, tras el discurso de despedida en el McCormick Convention Center de Chicago.

“Estados Unidos es considerablemente mejor que cuando llegue”. Es el balance global que hace Barack Obama de sus ocho años en el gobierno. Y es el mensaje que ha querido destacar en todas las maratonianas comparecencias públicas antes de dejar la presidencia. Por eso, quizá, ha deseado poner en evidencia sus logros, como es obvio, y restar importancia a los fracasos, así como a la falta de cumplimiento de algunas de sus promesas.

Internamente, el que ha sido el 44º presidente de Estados Unidos, parece dejar un país impecable, en donde se ha superado con éxitos una crisis financiera, la más grave tras la Gran Depresión, y cuyos efectos algunos países todavia los padecen. La inyección multimillonaria a la economía estadounidense logró no sólo desempolvar el sistema financiero, sino reactivar la industria y crear puestos de trabajo en un momento cuando mensualmente se perdían en el país cerca de 800.000 empleos. La igualdad matrimonial y el ObamaCare han sido fruto de la necesaria ampliación del sistema de derechos, en el país que presume abiertamente de su democracia.

A pesar de todo ello, la desigualdad y, paradójicamente, el problema racial se han disparado durante sus mandatos, y el país está más polarizado que nunca. El resultado de estos logros ha sido la victoria de Donald Trump que con su discurso xenófobo y racial ha seducido a la América blanca, aunque no exclusivamente.

En su último discurso en el Centro Convenciones McCormick de Chicago, el mismo lugar donde compareció tras su segunda reelección, Obama admitió estos problemas –la desigualdad y el racismo-, a los que considera amenazas para la democracia. “Las relaciones interraciales son mejores ahora pero no estamos donde debemos estar […] Los blancos deben asumir que los efectos de la esclavitud no se esfumaron. Deben entender que cuando la gente protesta no pide un trato especial, sino uno igual”. En cuanto a la inmigración, la ha defendido con alusiones a la histórica llegada de irlandeses, como ejemplo, que más que una amenaza, contribuyeron por el contario a “fortalecer la sociedad estadounidense”; una alocución con claros guiños a los simpatizantes de Trump, y al presidente electo mismo, quien aboga por prohibir la entrada de determinados inmigrantes y la expulsión de otros.

Sin mencionar a su sucesor, ha hecho de su último discurso una clara indirecta al mismo, cuyo tema central fue el “estado de nuestra democracia” que, dejo entender, está en serio peligro. Ha destacado el difícil trabajo de la democracia, de conseguirla y mantenerla, al tiempo que parecía lamentar el retroceso en este sentido. “Por cada dos pasos hacia adelante, parece que damos un paso hacia atrás”. “Somos la nación más fuerte y poderosa del planeta. Nuestros jóvenes, nuestro tesón, nuestra inacabable capacidad de asumir riesgos, y nuestra inventiva, significan que el futuro debe ser nuestro. Pero este potencial solamente se hará  realidad si nuestra democracia funciona”. Además ha advertido que “nuestra democracia no va a funcionar si no entendemos que todos deben tener iguales oportunidades económicas”.

Trump, el “candidato poco convencional”

Donde sí ha tenido la oportunidad de expresarse sobre Trump, ha sido en la última entrevista ofrecida en exclusiva a la cadena estadounidense CBS. Reacio a pronunciar su nombre siquiera, Obama finalmente ha confesado que su sucesor tiene “un talento para conectar con sus seguidores”, y que ha sido capaz de “aprovechar muchas de las quejas” de los ciudadanos, aunque se ha mostrado escéptico en cuanto que ha dejado abierto su pronóstico acerca de cómo va a ser la presidencia del que ha llamado “candidato poco convencional”.

“No creo que haya sido nadie en la Historia moderna con una campaña tan exitosa como la suya. Más aún cuando no ha gozado del apoyo de gran parte del establishment de su propio partido. Llevó a cabo una especie de campaña de improvisación”. Una improvisación con la cual no considera que pueda seguir como presidente que, de ser así, ha lanzado un mensaje de advertencia a los republicanos en cuanto que no desestimen al próximo presidente, y tengan cuidado de que las normas y las tradiciones institucionales de Estados Unidos no se erosionen.

En cuanto al conflicto que Trump ha abierto con los servicios de inteligencia, el presidente saliente ha expresado que uno “no es capaz de tomar buenas decisiones sin construir una mínima relación de confianza con la comunidad [de inteligencia]”.

El caos internacional

A nivel internacional, los halagos a la administración de Obama no abundan. Cuando asumió la presidencia, Estados Unidos tenía dos frentes abiertos: Irak y Afganistán. La promesa de retirar las tropas, por lo que ganó el Premio Nobel de la Paz, ha tenido un coste caro en el caso de Irak en donde, no sólo tal precipitación impulsó o favoreció la disidencia y el enfrentamiento sectario, que conllevaron a una guerra civil, sino que ha beneficiado a la filial de Al Qaeda en Irak, ahora Daesh, para crecer y expandirse hasta tal punto hasta poner en jaque la seguridad internacional en su conjunto.

Libia, Siria, Yemen son ahora estados cuasi fallidos. De Yemen apenas llegan noticias sobre el avance del conflicto gestado del que se ha apoderado Arabia Saudí, con el amparo de Estados Unidos y el apoyo de su fuerza área, eso sí, sin tripulación. Porque los ataques con drones ha sido la política intervencionista favorita del presidente Obama. Sobre todo en Siria, en donde, supuestamente, está combatiendo al Daesh, que paradójicamente, se hizo cada vez más grande. Hasta la intervención de Rusia, que consiguió ponerle freno realmente, y liberar parte de Alepo que se había convertido en una madriguera de extremistas y de “moderados”, estos últimos apoyados por la administración de Obama.

Aunque es lo de menos, cuando con esta estrategia se ha conseguido eliminar a altos líderes tanto de Al Qaeda como del Daesh. Pareciera que esta apuesta por la tecnología de los drones es lo que le ha concedido autoridad legal para matar a los vips de la lista de terroristas elaborada por el Pentágono, y menospreciar con ello la cifra de víctimas colaterales, véase civiles. El asesinato de Bin Laden, tiene un valor incalculable. Era la revancha por el 11S. Aunque si, su cadáver recibió todos los honores fúnebres concorde a la fe islámica. En eso se distingue la democracia estadounidense; en que a pesar de todo, muestra el más minucioso respeto a las víctimas, aunque se tratase del terrorista más buscado del mundo, y el que dio el mayor golpe terrorista de la historia de Estados Unidos. 

Además, la buena noticia es que “ninguna organización terrorista ha conseguido planificar u ejecutar algún atentado en Estados Unidos”, ni siquiera el Daesh. Los ataques de Texas, Boston, San Bernardino, u Orlando, entre otros, son tan solo unas anécdotas; unas manifestaciones radicales, tal como como ha manifestado el todavía presidente durante su discurso de despedida. Además ha asegurado, a pesar de que no va a ser quien va a liderar la lucha contra el terrorismo, que el Daesh va a ser destruido, y que mientras tanto esta no podrá derrotar a los Estados Unidos, “a menos que traicionemos nuestra democracia”.

También sobre el conflicto en Siria, acorralado en la entrevista para la CBS en torno a su promesa no cumplida de intervenir si se cruzaba la “línea roja” establecida por el mismo, en cuanto el uso de armas químicas, Obama no se ha mostrado arrepentido. Por el contrario, ha destacado que su actuación ha sido la apropiada, al dejar claro que “había algo diferente sobre las armas químicas”, y que en vez de utilizar la fuerza, apostó por la diplomacia. Esto hizo posible que el régimen sirio se deshiciera del más de 90% de su arsenal químico, que a su vez imposibilitó a que estas no estuvieran ahora en manos del Daesh o el Frente Al Nusra.

El mayor logro de su política exterior posiblemente haya sido el acuerdo nuclear con Irán, pero que en cambio le ha enemistado con Israel, socio al que ha le ha dado la última bofetada con la abstención en el Consejo de Seguridad de la ONU en la votación a favor de la codena de los asentamientos ilegales en Cisjordania. Preguntado sobre el tema, Obama se ha referido al que ha sido uno de sus principales aliados en Oriente Medio como a un niño caprichoso. “No creo que esto haya causado la mayor ruptura de las relaciones entre Estados Unidos e Israel. El presidente Netanyahu se encendió repetidamente durante el curso de mi presidencia. Y a pesar del ruido y el tumulto, la cooperación militar y de inteligencia ha seguido”. Con la abstención en la ONU dijo que ha querido dejar claro a un “amigo” que los asentamientos no son el único problema en el conflicto palestino-israelí, pero si contribuyen a que no se alcance una solución, y ponen en riesgo la estabilidad y paz en la región y en Estados Unidos.

Durante la última rueda de prensa que ha dado este miércoles, Obama ha manifestado su preocupación acerca del conflicto palestino-israelí, y ha declarado que “el statu quo es insostenible, peligroso para Israel, malo para los palestinos y la región, y malo para los intereses de Estados Unidos”. Por tanto, se ha mostrado abiertamente a favor de la solución de estados.

El acercamiento con Cuba también lo cuenta entre los logros, haciendo oídos sordos a los discursos a favor del statu quo y anticapitalistas de Raúl Castro. Si finalmente, ante la incapacidad de exportar la democracia en Cuba, de lo que se trata es de domarla y hacerla capitalista al estilo de China. Respecto al sorpresivo fin de la política de “pies secos, pies mojados”, Obama ha aclarado este miércoles que esta ya no tenía “sentido en esta era”, sobre todo tras haberse abierto los viajes entre los dos países.

El cierre de Guantánamo, por otra parte, si bien Obama había prometido su cierre, el las trabas en el Congreso únicamente le ha permitido reducir el número de presos altamente peligrosos a 45. Gran logro, comparado con los cerca de 240 presos que había a su llegada en 2009, y con los más de 800 tras el 11S. El esfuerzo posiblemente no haya servido más que para contentar a parte de su electorado, que por lo demás la prisión de alta seguridad queda abierta para Trump cuyas intenciones están lejos de querer cerrarla. Si está ahí como alojamiento para los “tipos malos”.

En cuanto a la relación con Rusia, Obama se va cuando estas han tocado fondo, en un ambiente tenso con reminiscencias de la Guerra Fría. Durante su último discurso ha dicho que rivales como Rusia y China no pueden equiparar la influencia de Estados Unidos en el mundo a menos que el país norteamericano deje de lado su lado sus valores y se convierta en “otro país poderoso que avasalla a sus  vecinos pequeños”.

Las referencias a Rusia se han hecho presentes también en la última rueda de prensa en la que ha denunciado la “escalada de retórica antiestadounidense”, y ha instado a su sucesor a apuntar hacia una relación constructiva con el gigante europeo, de interés de Estados Unidos y el mundo.

Ahora, tras ocho años de presidencia, Obama se despide con unos niveles de popularidad del 60%. Por encima de todo, pasará a la Historia como el primer presidente negro. Dice que le gustaría dedicarse a la enseñanza y a escribir. En cambio deja la Casa Blanca a manos de un polémico futuro presidente que goza de los índices de popularidad más bajos con respecto a sus predecesores. Cuando se mira hacia atrás, Obama parece haber sido realmente uno de los mejores presidentes que ha tenido Estados Unidos. 

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