Opinión

Francia e Italia apadrinan una futura Libia democrática

Antonio Sánchez-Gijón/CapitalMadrid.com

Pie de foto: El go­bierno pa­tro­ci­nado por la ONU y el hombre fuerte de Libia, unidos en un mismo pro­pó­sito. Imagel del primer ministro libio, Fayez al Sarraj

No más de 24 horas ha du­rado el su­puesto des­en­cuentro di­plo­má­tico entre París y Roma del que tanto ha ha­blado la prensa bien in­for­mada de Francia e Italia, en torno a las ini­cia­tivas de ambos países en favor de un pacto de re­con­ci­lia­ción de los prin­ci­pales pro­ta­go­nistas de la crisis de Libia. Es po­sible in­cluso que no hu­biera mo­tivo para el des­en­cuen­tro, o si si­quiera lo hubo. Según esa ver­sión, el no­vato pre­si­dente Macron se ha­bría apun­tado el éxito del acuerdo, des­co­no­ciendo la larga e in­tensa labor de Roma para hacer po­sible la paz en Libia.

El pasado martes los dos hombres clave para dar una solución al caos libio firmaron, en el palacio de La Celle Saint Cloud, cerca de París, y en presencia de Macron, una declaración conjunta en favor de la reconciliación nacional, convocando a “los actores institucionales, de seguridad y militares del estado, dispuestos a participar pacíficamente… en el establecimiento de un proceso transitorio de justicia, compensación y amnistía nacional, y la aplicación del art. 34 sobre los arreglos de seguridad del Acuerdo Político Libio”. Uno de los firmantes de la declaración fue Fayez al-Serraj, encargado por las Naciones Unidas de materializar el acuerdo de Skirat (Marruecos), de finales de 2015, para la reconciliación nacional. El otro fue el general Jalifa Haftar, técnicamente el ‘hombre fuerte ‘de la escena militar libia.

Macron inició su discurso de acogida a los dos prohombres libios reconociendo cuanto el presidente del consejo italiano, Paolo Gentiloni, hizo para lograrlo. Al día siguiente, miércoles, al-Serraj se reunió con el presidente del consejo, en Roma, para discutir “el apoyo técnico de unidades navales italianas” al control de las costas libias Su encuentro fue ocasión para que Gentiloni revelase que el encuentro de Saint Cloud fue posible por “el trabajo diplomático de Italia”.

Fayez al-Serraj, a pesar de su legitimidad política, carece de poder militar o policial. Su gobierno está asentado en Trípoli, pero arrinconado en una base militar. El general Haftar, al contrario, está al mando de un ejército que, aunque no tiene legitimación a ojos de las cancillerías o de la ONU, ha contribuido a derrotar al llamado Estado Islámico (EI) y liberado gran parte del “Creciente Petrolero” de las garras de milicias irregulares, haciendo posible el rápido incremento de las exportaciones de petróleo, que han permitido cierta recuperación de la economía.

La competencia militar de Haftar es reconocida por Egipto, Emiratos Árabes, Rusia, Francia y los Estados Unidos (y por lo que se ve, también por la Unión Europea), países todos que de forma más o menos abierta le prestan ayuda. El ejército de Haftar ha doblegado las milicias tribales o religiosas de la provincia de Cirenaica, con los importantes centros urbanos de Bengasi y Tobruk, y controla grandes extensiones del sur líbico. Haftar, sin embargo, no ha ganado todavía el apoyo de las milicias de la ciudad de Misrata, que se precian de haber sido ellas las que liquidaron el control del EI sobre la provincia de Sirte, y representan un fuerte poder armado El acuerdo de Saint Cloud llama a las milicias a renunciar a la lucha armada y desmovilizarse, “excepto para la lucha antiterrorista”. A ese fin puede contribuir eficazmente el anuncio hecho en el mismo acuerdo, de que es necesario crear un ejército nacional, y que se hará un esfuerzo para integrar en él a “los mandos y combatientes que lo deseen”. Este es un factor muy importante para el éxito de la paz en Libia, pues la exclusión de esa incorporación, por principio, ha sido en otros muchos casos un impedimento determinante para debilitar o frustrar el proceso de paz.

El acuerdo Serraj-Haftar da su total apoyo al enviado de las Naciones Unidas para la crisis libia, algo que el general había rechazado hasta ahora, pues se ha venido alineando con el llamado gobierno de la Cámara de Representantes, asentada en Tobruk, la cual se había opuesto desde el principio a la Presidencia del Consejo para el Acuerdo de Concordia Nacional. Esas dos instituciones, más el Alto Consejo Electoral Nacional,deben preparar ahora las elecciones parlamentarias, fijadas para mayo próximo.

Los dos signatarios se declaran “comprometidos con la construcción del imperio de la ley en Libia como estado soberano, civil y democrático, el cual garantiza la separación y transmisión pacífica de poderes y el respeto de los derechos humanos (y que estará dotado) de instituciones nacionales, un Banco Central, la Corporación Nacional del Petróleo y la Comisión Nacional Libia de Inversiones”.

El apoyo de Macron a una solución para Libia que incluye al controvertido general Haftar ha sido decisivo. El presidente francés ha dado una muestra de realismo, desde el punto de vista de las políticas de poder, tan despiadadamente practicadas por unas milicias sectarias o tribales contra otras, sembrando así el caos en el país. Macron ha seguido, para esta solución, el consejo de su ministro de Asuntos Exteriores, y anterior ministro de Defensa, Jean-Yve Le Drian. No deja de ser una apuesta arriesgada. En casos similares, la experiencia fue muy negativa. Es el caso del propio coronel Gadafi, que de liberador contra la monarquía se convirtió en tirano cuando se asentó bien en el poder.

Occidente cuenta con que Haftar, nuevo apoyo militar de un proyecto democrático libio, no siga el camino de Gadafi. Un camino que conoce bien, pues fue alto mando durante su régimen, aunque se volvió contra él y se exilió a una potencia democrática, los Estados Unidos. Veremos.