Inocencio Arias: la leal memoria crítica de la diplomacia española

Gabriel Cortina. Analista de Defensa y Política Exterior

«Yo siempre creí que los diplomáticos era unos mamones…» Así comienzan las memorias de Inocencio Arias, que se presentaron recientemente, y que contó con la presencia del ex ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García-Margallo. Se trata de un repaso por toda su carrera, describiendo las actividades encomendadas y los personajes a los que tuvo que acompañar, representar, enfrentar y negociar, como diplomático.

Si algo contiene este extenso volumen es su infinidad de anécdotas, unas cargadas de ácida crítica y otras de un agudísimo humor, que sirven para ilustrar opiniones y conclusiones. La diplomacia implica leer entre líneas. Y como Arias lo sabe, no se incluye un índice onomástico.

La mirada de los diplomáticos debe ser atenta y discreta, pues quienes mucho han visto saben que no es fácil compaginar lealtad con testimonio, pero ¿no es ese, acaso, el reto de unas buenas Memorias?

Coincido con la crítica: se trata de un libro personal, lleno del humor, franqueza y honestidad. Además, aquí se muestran los hitos más importantes de la historia internacional de los últimos años y del quehacer diplomático español, acompañado de un extenso álbum fotográfico, que va desde la única foto que tiene con sus padres y el encuentro Franco-Eisenhower en Madrid (en blanco y negro), hasta su presencia en la ONU y la reunión Zapatero-Obama en la Casa Blanca (en color).

El capítulo que más me ha gustado es el último, titulado “Oda final”. Siguiendo el refrán de “al viejo, consejo”, merecen especial atención las líneas rojas a las que nos hemos asomado y que Arias alerta, en lo social, político, económico y cultural. Una experiencia de vida que pasa de memoria a advertencia.

Dos son las conclusiones que deseo resaltar: la primera, el excelente trabajo que realizan los diplomáticos al servicio de España, su profesionalidad, sus sacrificios y sus enormes capacidades, que suplen defectos. Lo de “qué buen vasallo, si tuviese buen señor!” también está presente. La segunda es el homenaje que hace de los cónyuges que acompañan a los diplomáticos –históricamente mujeres- porque se trata de una compañía abnegada, silenciosa, siempre presente y no remunerada, a pesar de dedicar horas y horas a una labor que es necesaria y que también representa los intereses de España. Pensemos en las repetidas recepciones, cenas y visitas en las que deben ser, estar y parecer. Un buen clima en las misiones diplomáticas depende de ellos y de su buen hacer.

Por último, una observación que no está en estas páginas, por cuestión de agenda editorial. Y es el viaje que Inocencio Arias realizó recientemente con el Ministerio de Defensa para visitar tres escenarios de conflictos donde están desplegadas las Fuerzas Armadas españolas, en Sicilia (Unión Europea), Turquía (OTAN) y Líbano (ONU) –allí tuve la oportunidad de conocerle- y donde afirmó “este ha sido, sin lugar a dudas, el viaje más intenso y más interesante que he hecho en toda mi vida”.

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