Inteligencia frente al yihadismo

César Calvar

Pie de foto: Imagen de la sede de los servicios de Inteligencia del Reino Unido en Vauxhall.

La clave es la inteligencia. La frase es de un alto responsable operativo de la lucha antiterrorista en España. Me la dijo en la conversación que tuvimos al día siguiente de los atentados de 2016 contra el aeropuerto y el metro Bruselas. En esa charla también me explicó que desplegar miles de policías, guardias civiles y militares en lugares públicos puede ser efectivo como tranquilizante para la población, pero apenas sirve para combatir una amenaza difusa, sin una estructura organizada a la que descabezar, cuyos miembros actúan en pequeñas células y se ocultan entre nosotros.

La primera ministra del Reino Unido, Theresa May, ha abierto la caja de los truenos tras los últimos atentados de Londres al acusar a la policía de “tolerancia” frente al yihadismo. Con los cadáveres de las siete víctimas mortales aún calientes y decenas de heridos en los hospitales, su exigencia de más contundencia ha desatado un furibundo cruce de acusaciones entre conservadores y laboristas en plena campaña para las legislativas del jueves.

A un lado, partidarios de May le reprochan a la policía y al servicio secreto (MI5) su supuesta tibieza. Al otro, el líder izquierdista Jeremy Corbyn y sus seguidores exigen la dimisión de la primera ministra porque estaba al frente de la cartera de Interior entre 2010 y 2016, años en los que recortó el número de agentes en Inglaterra y Gales. Además, creen que su mensaje es el preludio de un recorte de libertades e incluso un llamamiento a la policía a extralimitarse.

Peleas políticas aparte, la reacción del Gobierno de Londres es sintomática de que los tres atentados sufridos en dos meses y medio -London Bridge, Manchester y Westminster- han situado a la sociedad británica al límite de lo soportable.

Es evidente que algo ha fallado si dos de los terroristas que atentaron el pasado sábado habían sido vigilados y descartados como potenciales terroristas. Por eso, creo que el mensaje de May debe interpretarse como una exigencia de mayor atención, dedicación y efectividad en la prevención. Una vía similar a la adoptada en España por la policía y el CNI tras el 11-M.

Aquella matanza en los trenes de Cercanías de Madrid forzó un cambio en todos los protocolos antiterroristas en un país hasta entonces habituado a combatir una amenaza doméstica, estructurada, hasta cierto punto previsible e incluso imbricada en la sociedad.

     —Con ETA aguantábamos el tirón, esperábamos, seguíamos a los terroristas e intentábamos llegar hasta la cúpula.

Ahora todo es distinto, según me explicó aquel jefe antiterrorista. La actual amenaza carece de una estructura jerarquizada, de una cabeza a la que llegar. Y si la tuviera, está en Siria o aún más lejos y no tiene relación orgánica con sus células, que actúan por iniciativa propia como franquicias de esa matriz que es el Estado Islámico.

Por eso, la clave está en los servicios de Inteligencia, en el trabajo preventivo consistente en desplegar antenas fiables en las mezquitas y suburbios de las capitales donde cale el mensaje radical. Tejer una red fiable de informadores que permita neutralizar a tiempo a cualquier célula antes de que pueda desarrollarse y atentar.

En esa estrategia es importantísimo coordinarse con los consejos de imanes y demás organizaciones de la comunidad islámica, así como tomar medidas que faciliten la inclusión en la sociedad de muchos chavales de origen musulmán, europeos de segunda o tercera generación, que se sienten excluidos y podrían canalizar su frustración hacia el yihadismo.

Y quizá haya que cambiar también algunas leyes europeas, como la que prohibió a la policía de Bruselas registrar el piso del barrio de Molenbeek donde se escondía uno de los asesinos de 2016 porque la prioridad era preservar el derecho de los vecinos al descanso en fin de semana.

Los mejores avales de la estrategia española de Inteligencia frente al yihadismo son la ausencia de atentados y los más de seiscientos radicales detenidos desde el aciago 11-M. Reino Unido sufrió, el 7 de julio de 2005, un atentado terrible en el metro de Londres que mató a 56 personas. Casi doce años después, ha decidido que es hora de ser más contundentes.

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