Opinión

La importancia geoestratégica del Magreb

Por Ramón Moreno Castilla 
Foto: El Magreb es una región clave y estratégica para Europa,  sobre todo para las antiguas potenciales coloniales como España, Francia e Italia.  
 
Los recientes acontecimientos en Libia y Túnez, dos países de la paralizada UMA (Unión Magrebí Árabe), han puesto de relieve la enorme importancia geoestratégica del Magreb. Un concepto que data de miles de años, y que ahora cobra especial actualidad por cuanto esta región es de capital importancia para la paz y la seguridad en África, que tanto preocupa a Occidente.  Pero antes de entrar en materia, hagamos una breve descripción del Magreb; término milenario (poniente en la astronomía árabe), que comprende los territorios de Libia, Túnez, Argelia, Marruecos y Mauritania. La población total de los cinco Estados se acerca a los 89 millones de habitantes, los cuales tienen como denominador común a los bereberes (imazighen, en su idioma), que son los nativos de esta extensa zona del Norte de África. Sin embargo, su realidad es muy diversa, pues en Marruecos y Argelia son parte importante de la población (un 35 % en Argelia, y un 60 % en Marruecos), en tanto que en Libia, Túnez y Mauritania son minoría, con un 15 %. Junto a los bereberes, los árabes son la otra etnia dominante. Los árabes  llegaron en diferentes oleadas, especialmente a partir del siglo VII d.c., época en la que empezó la islamización del Magreb.  
 
El Islam es otro elemento común del Magreb, dado que esa religión, en sus diferentes confesiones, es predominante en todas las naciones magrebíes. Tal es así, que los musulmanes representan entre el 95 y el 99 % de la población. Existen pequeñas minorías judías y cristianas, que son respetadas por el resto de la población.El idioma es otro elemento unificador, ya que el árabe es la lengua oficial en los cinco Estados del Magreb, aunque cada país tiene su propio dialecto. El francés está muy extendido en Túnez, Argelia, Marruecos y Mauritania; y el italiano se entiende en diversas partes de Libia. El español se habla bastante en el Norte y Sur de Marruecos, donde existen seis millones de hispanoparlantes.El Magreb posee casi 5.000 kilómetros de costa en el Mediterráneo y unos 2.200 en el Atlántico; y en estas franjas marítimas es donde se encuentran los principales núcleos urbanos como Trípoli, Ciudad de Túnez, Argel, Rabat y Nuakchot, capitales de Libia, Túnez, Argelia, Marruecos y Mauritania, respectivamente. Los principales recursos económicos del Magreb son el petróleo, el gas, los fosfatos, la pesca, la agricultura y el turismo. Libia y Argelia son los principales exportadores de petróleo y gas; mientras que Marruecos y Túnez destacan por sus fosfatos, la agricultura y el turismo. En Mauritania, sus principales recursos son el hierro, la ganadería y la pesca. 
Históricamente los Estados magrebíes han tenido un pasado similar. En esta región estuvieron, en diferentes momentos de la historia, los romanos, griegos, cartagineses, fenicios, vándalos, bizantinos, turcos, franceses, portugueses y españoles, aunque la civilización que más huella dejó, junto a un gran legado, fue la árabe. En la etapa colonial, Francia dominó lo que hoy es Túnez, Argelia y buena parte de Marruecos y Mauritania. Italia colonizó Libia, y España estuvo presente en el Norte y Sur del territorio marroquí. En las décadas de los 50 y 60 se produjeron las independencias de los actuales países del Magreb, siendo la primera Libia, en 1951; Túnez, en 1952; Marruecos en 1956; Mauritania en 1960 y Argelia en 1962. El 17 de febrero de 1989 se fundó la Unión Magrebí Árabe (UMA), mediante el Acuerdo de Marrakech, ciudad que albergó la II Cumbre Magrebí. La UMA es un bloque panafricano de integración económica entre los cinco países del Magreb, cuyos comienzos fueron muy prometedores, pero que a partir de 1994 se paralizó casi por completo. La UMA sigue aún con vida y su sede está en Rabat, pero debido a los problemas existentes en Túnez, a la guerra civil de Libia, y al contencioso histórico entre Argelia y Marruecos por el asunto del Sáhara, la integración no ha sido posible. 
 
Debido a su ubicación, el Mediterráneo ha sido un punto de encuentro entre el Magreb, Oriente Medio y Europa, razón por la cual la mayoría de los países magrebíes participan en diverso mecanismos de integración como el Foro 5+5 (cinco países europeos, más los cinco magrebíes) y el Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo (UpM), que es una alianza de integración regional, que tiene como objetivo prioritario la cooperación y el desarrollo, y promover la paz y la prosperidad para una zona con 750 millones de habitantes. Además, todos los Estados del Magreb son miembros de la Liga Árabe, de la Organización de la Conferencia Islámica y de la Unión Africana (UA); excepto Marruecos que, pese a ser miembro fundador, abandonó la antigua OUA en 1984, cuando este organismo reconoció a la fantasmagórica RASD. Existe una amplia bibliografía y magníficos trabajos sobre Europa, España y el Magreb [véanse, por ejemplo, los rigurosos y documentados estudios sobre el particular del prestigioso ‘think tank’ Real Instituto Elcano de Estudios políticos y Estratégicos; o los trabajos del Grupo de Estudios e Investigaciones del Mediterráneo de la Universidad de Granada; o los trabajos sobre el tema de la Fundación CIDOB, en su publicación “CIBOD d’Afers  Internacionals”; o las Resoluciones del Grupo de Especialistas de la Universidad de Salamanca y del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional, en un Seminario celebrado en 2011, bajo el título de ‘Magreb, la frontera Sur’; o los trabajos del propio Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación de España, y los publicados por sus Instituciones de diplomacia pública, por citar algunos]. 
 
Nos limitaremos a exponer algunas reflexiones finales sobre la cooperación Euro-Mediterránea, en la que el Magreb es el objetivo primordial. El Magreb, pues, e individualmente los países que lo conforman, constituye una de las regiones geoestratégicas más importantes de África; y tanto la Unión Europea (sobre todo las exmetrópolis) como Estados Unidos -con importantes intereses políticos y económicos en la zona- se disputan su hegemonía y pugnan por posicionarse en lo que sería una estrategia global. Consciente de estos intereses políticos y económicos, así como de los graves problemas de desarrollo que afectaban a los países del Magreb, la Comunidad Europea, en la cumbre celebrada en París en 1972, estableció las bases de lo que después se denominó ‘Política Mediterránea’. Para ello, la CE concluyó una serie de Acuerdos de Asociación o de Cooperación con todos los vecinos mediterráneos, a excepción de Libia. Esta Política Mediterránea se limitó al Magreb ‘stricto sensu’ integrado por Marruecos Argelia y Túnez, sin incluir a Libia, país con el que la Comunidad no mantenía relaciones; ni a Mauritania, que desde el punto de vista de la cooperación comunitaria, forma parte del Convenio de Lomé (Togo) para los países ACP (África, Caribe, Pacífico), que reemplazó a la Convención de Yaounde (Camerún). 
En noviembre de 1989, el comisario español Abel Matutes presentó al Consejo un documento titulado ‘Hacia una Política Mediterránea Renovada’ (PMR) con el que pretendía producir una seria reflexión entre los Estados miembros. Esta iniciativa adquirió especial dimensión en un ámbito en el que primaba el temor de los países mediterráneos a que la Comunidad, más concentrada en ayudar a las nuevas democracias del Este de Europa, perdiese interés por el Mediterráneo. En opinión de la Comisión, la nueva estrategia debía tener carácter global, aunque tomase en consideración las especificidades de cada país, con el objeto de garantizar la estabilidad política y la prosperidad económica de los Estados de la zona. A pesar del tiempo transcurrido, los problemas del Magreb son los mismos: Túnez, Argelia y Marruecos, en menor medida, tienen que hacer frente a problemas de inestabilidad política; así como a un crecimiento demográfico excesivo y a la necesidad de asegurar el éxito de las reformas económicas. Esos problemas del Magreb afectan a España directamente, porque la estabilidad, la prosperidad y la seguridad de estos países es también en gran medida la de Europa. 
 
Y es, precisamente, la Política Europea de Vecindad (PEV), línea fundamental de la acción exterior de la UE, la que debe corregir los enormes desequilibrios que existen todavía entre el Norte y el Sur. Ya que en la vertiente meridional de la PEV, denominada Vecindada Sur y que engloba a Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Jordania, Siria, Israel, ANP y Líbano, es donde están focalizados los graves conflictos que asolan a esta parte del continente africano, cuyas consecuencias son imprevisibles. El avance yihadista en Túnez, la presencia de milicias islamistas en el Sahel, la guerra civil de Libia y de Siria, las masacres del ejército israelí en la Franja de Gaza (consideradas crímenes de guerra por la ONU), el Califato de Irak y los bombardeos norteamericanos, y los asesinatos del cafre Boko Haram, en Nigeria y países limítrofes, están constituyendo una escalada de violencia y recrudecimiento de los conflictos que pone en grave riesgo la estabilidad y seguridad del Magreb, de la zona sahelo-sahariana y, por extensión, de toda África. ¿Qué hace mientras tanto la Unión Europea?