Opinión

Libia, el caos que no cesa

Alexandra Dumitrascu

Libia es actualmente uno de los países de África que más preocupa a la Sociedad Internacional que mira como el extremismo se ha apoderado del país magrebí. Cuatro años después del estallido de las primeras protestas civiles dentro del marco de la así llamada Primavera Árabe, Libia está sumergida en una crisis política, económica y social sobre la que no se prevé que haya una solución en el corto plazo. La transición como proceso natural que iba a pavimentar el camino hacia una democracia fracasó, y Libia es ahora otro más que se suma a la lista de Estados fallidos.

A las múltiples tribus dispersas por el territorio libio se han sumado las milicias y las distintas facciones yihadistas, lo que hace que el país magrebí sea considerado actualmente uno de los centros más importantes del extremismo que amenaza no sólo la estabilidad del país sino la de sus vecinos.

Milicias radicales y grupos yihadistas

El caos emergido tras la Guerra Civil de 2011 ha sido caldo de cultivo para los grupos radicales que vieron en Libia una oportunidad para extender su influencia. Grupos como Daesh, Ansar al-Sharia, Amanecer Libio, los Mártires de Abu Salim, Brigada Escudo de Libia o 17 de Febrero, entre otros, han proliferado en los últimos años.

El Daesh encontró en Libia una oportunidad para extender su dominio, al igual que lo hizo en Siria, y en la fecha controla parte del este del país. Una de las primeras ciudades en apoderarse fue Derna, en las inmediaciones de Egipto,  pero su presencia se ha extendido también en Bengasi, Sirte y Tripoli.

Parte de los combatientes libios que se sumaron a las “causa” de Daesh en Irak y Siria han retornado a casa donde continúan su propia lucha. Se estima que entre 4.000 y 15.000 libios fueron a luchar en Siria.

Egipto ha sido el país más activo en la lucha contra el Daesh en Libia, más aún tras la decapitación de 21 cristianos egipcios a principios del año. El líder egipcio, Abdelfatah Al-Sisi, ordenó, como respuesta a la matanza, el bombardeo de los campos de entrenamiento de sus militantes así como de sus depósitos de armas. Asimismo, durante el Consejo de Seguridad de la ONU celebrado el pasado 18 de febrero para analizar la situación de Libia, Al-Sisi pidió el levantamiento del embargo de armas que pesa sobre el país desde 2011, así como la imposición de un bloqueo naval en aquellas áreas que están fuera del control del Gobierno oficial.

Basado en el salafismo yihadista, Ansar al-Sharia, agrupación de milicias de origen tunecino, cuenta con bases en Bengasi y Trípoli. Incluido en la lista de los grupos terroristas por Naciones Unidas, su líder Mohammad al-Zahawi es, supuestamente, el principal responsable del ataque al Consulado de Estados Unidos en Bengasi en 2012 en el que falleció el embajador norteamericano y otros tres ciudadanos de la misma nacionalidad.

El desenlace de la revolución no agradó a Amanecer Libio que bajo la dirección de Jamal Naji Zubia busca derrocar al Gobierno internacionalmente reconocido de Al Thani.

Naji Zubia agrupa sobre todo a excombatientes contra Gadafi como los Hermanos Musulmanes, militantes de Misrata y bereberes y su fortaleza consiste en el apoyo que recibe de la milicia Tuareg.

Estos son los tres grupos que resultan más peligrosos y amenazantes a los ojos de la Comunidad Internacional, no obstante, no hay que olvidar a Al-Qaeda cuya presencia se hace patente en Libia a través de su rama magrebí (AQMI). Medios internacionales como The Telegraph han asegurado que su líder Mokhtar Belmokhtar, el terrorista que perpetró el ataque a la plataforma de petróleo de Argelia en 2013, está actualmente en Libia donde se ha alojado después de haber sobrevivido a una operación antiterrorista en la que, en principio, se pensaba que había fallecido.

La anarquía de las tribus

A estos grupos terroristas hay que sumar las cerca 140 tribus, cada una con sus intereses regionales, que han bloqueado sistemáticamente el proceso de cambio. Durante el régimen de Gadafi la convivencia pacífica con ellas se alimentaba a través de todo tipo de ventajas y favores.

Sin embargo, tras la caída del dictador, Libia también se ha convertido en el escenario de diversos enfrentamientos étnicos, siendo la enemistad entre las tribus Tuareg y Toubou la que más preocupa.

Además, en el sur, en la región de Fezzan, las tribus regionales se han agrupado en milicias de autodefensa para tratar de hacer frente a la amenaza de los grupos radicales como Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), Al Murabitún o Ansar Dine.

Ningún representante diplomático está todavía presente en el país. Los consiguientes ataques tras el asesinado del embajador estadounidense que tuvieron como objetivo el personal y las dependencias extranjeras han provocado el cierre de todas las embajadas; Italia ha sido el último país en retirar a su representación diplomática, en febrero de este año.

El primer ministro Al Thani ha pedido en ocasiones la ayudad internacional para poder luchar en contra de los grupos extremistas, no obstante, la mayor parte de los países occidentales están siendo reluctantes a la hora de plantearse una posible intervención y temen posibles represalias por parte de esos grupos.

Inmigración irregular

El inmenso territorio, con una extensión desértica importante, hace imposible el control del mismo, lo que hace que estos grupos aprovechen tal vacío para lucrarse con el tráfico de armas y personas.

Parte de los migrantes que arriesgan sus vidas para cruzar hacia Europa están siendo ayudados por redes de tráfico de personas que a cambio piden unas sumas que en ocasiones alcanzan los 2.000 euros por persona por lanzarse a la aventura en una patera. Y la única forma de cruzar el Mediterráneo es pasar previamente por Libia.

Durante la era de Gadafi el flujo de inmigrantes del interior de África se mantuvo por debajo de 4.500 personas desde que en 2009 Libia firmara un acuerdo bilateral con Italia para parar el movimiento migratorio hacía las costas europeas, mediante el ofrecimiento de unas oportunidades laborales bastante ventajosas.

La situación se volvió dramática después de 2011 cuando el número de migrantes alcanzó unas cuotas espectaculares. Según Frontex, en 2014, sólo los emigrantes que intentaron alcanzar las costas de Italia sobrepasaron la cifra de 170.000, la mayoría de ellos, sirios y eritreos. El presente año, la cifra registrada de enero a abril alcanzó los 26.000 migrantes, procedentes sobre todo de Eritrea, Somalia y Nigeria.

Situación política y económica

Tras el asesinato de Muamar el Gadafi por parte de un grupo de rebeldes, el 20 de octubre de 2011, el vacío de poder reinó durante aproximadamente un año.

La formación del Consejo Nacional de Transición (CNT) que tras 50 años convocó elecciones nacionales iba a traer un hilo de esperanza. No obstante el optimismo inicial pronto quedo difuminado con la constitución del Congreso General de la Nación de Libia, sustituto de CNT, que iba a ser una perpetua  fuente de conflicto debido a la presencia en su seno de los distintos grupos de milicias que lucharon en contra del régimen de Gadafi. La Ley del Aislamiento Político que prohibía a todos los antiguos hombres de Gadafi de ejercer algún cargo público durante un periodo de diez años no sólo favorecía que los grupos radicales predominaran en el seno del Congreso, sino que hizo la reconciliación aún más difícil de alcanzar. La negativa de disolverse y de convocar nuevas elecciones tras 18 meses, tal como quedo expresado en un principio, irritó a la población civil que tomó de nuevo las calles de las grandes ciudades.

La Operación Dignidad lanzada por el general Jalifa Haftar en 2014 venía a dinamitar la presencia de las milicias establecidas en la ciudad de Bengasi, no obstante lo único que consiguió fue la división del país en dos partes –Tripolitana y Cirenaica – cada uno con su Gobierno y su Parlamento, en Tripoli y en Tobruk, respectivamente. La Casa de Representantes con sede en el este de Tobruk bajo la dirección de Abdullah al Thani recibió inmediatamente el reconocimiento internacional; El Congreso General de la Nación de Libia cambió su sede de Bengasi a Trípoli y está constituido por la coalición islamista Amanecer Libio, liderada por Omar al Hassi

Al problema de corte político hay que sumar el económico. Con una economía fuertemente dependiente de la producción de petróleo, Libia era en 2011 el segundo mayor productor de África, después de Nigeria, con 1,6 millones de barriles diarios y con las mayores reservas de crudo del continente. Los ingresos obtenidos por la exportación de petróleo bastaban para pagar todos los salarios de la Administración de Gadafi.

Tras las protestas de 2011, la producción de crudo se paralizó, y en la actualidad se sitúa alrededor de 300.000 barriles al día.

Hoy día Libia es un Estado fallido en  donde las dos facciones políticas que gobiernan las dos regiones de Libia son incapaces de llegar a un acuerdo. La inexistencia de un Gobierno central amenaza la estabilidad del país y, de acuerdo con algunos expertos, esta situación puede conllevar a una guerra general en la que se vean involucrados varios países árabes.

El éxtasis inicial tras el derrocamiento de un régimen autoritario duró muy poco, y lo que llegó después puede ser tachado de peor. Una solución pacífica a la actual situación pasaría por la voluntad de cooperar entre las distintas facciones políticas para redirigir la actual coyuntura hacia un proceso de transición deseable y para, por consiguiente, reestablecer el orden del país.

Europa, por su parte, no debe permanecer pasiva o cerrar los ojos ante el conflicto de Libia y debe manejar la situación para evitar que posibles radicales se infiltren a través de sus fronteras.