Macron trata de salvar el acuerdo nuclear con Teherán

Antonio Sánchez-Gijón/CapitalMadrid.com

Pie de foto: Su anu­la­ción por Trump pon­dría en pe­ligro la ne­go­cia­ción con Corea del Norte para su des­nu­clea­ri­za­ción

El lunes 23 de abril co­mienza una vi­sita del pre­si­dente francés a Washington que pondrá a prueba el peso di­plo­má­tico y po­lí­tico de Europa. Enmanuel Macron se en­tre­vis­tará con el pre­si­dente Trump. La tarea más ur­gente de su agenda es salvar el acuerdo nu­clear con Irán, en que va­rios lí­deres eu­ro­peos, además del pre­si­dente Obama, pu­sieron su firma hace dos años, in­vir­tiendo un enorme ca­pital po­lí­tico y per­so­nal.

Ese acuerdo está amenazado por la decisión del presidente Trump de renovar las sanciones de los Estados Unidos si Teherán no realiza ulteriores concesiones en cuanto a garantías de que no desarrollará más aún su programa nuclear, y da otras suplementarias para poner límites a su programa de misiles. Irán debe ceder a la exigencia de Trump antes del 12 de mayo, cuando vence el periodo plurimensual (entre 120 y 180 días) en que toca renovar el acuerdo siempre que se compruebe si se van cumpliendo o no las condiciones exigidas por Occidente a Teherán.

El problema con la exigencia de Trump es que ésta no debería ser vista, a los ojos de Pyongyang, la capital de Corea del Norte, como un quebrantamiento de garantías ofrecidas por Occidente a Teherán como incentivo para firmar el acuerdo de desnuclearización, precisamente cuando los Estados Unidos preparan negociaciones con el líder norcoreano para un acuerdo de limitación del armamento nuclear.

El ministro de Exteriores iraní, Mohamed Javad Zarif acaba de advertir que la reimposición de las sanciones, rompiendo la promesa del acuerdo, tendrá “consecuencias desagradables”, una de ellas la reanudación del programa nuclear. Aunque Trump lleva su política internacional de forma muy personalista, no puede escapársele el impacto que su retirada del acuerdo tendría sobre el encuentro con Kim del próximo mayo o junio, en Panmunjon, el lugar entre Corea del Norte y la del Sur donde se celebró el armisticio que puso fin a la guerra de Corea en 1953.

El pasado domingo Macron enlazó los casos de Irán y Corea del Norte: los Estados Unidos deberían permanecer en el acuerdo con Teherán “porque el marco actual es mejor que una situación del tipo de la de Corea del Norte”. Aunque Macron no hizo de los misiles una exigencia incondicional, sí está dispuesto a tratarla con Teherán.

Mientras Teherán advierte a Washington, Pyonyang da muestras de allanarse a las exigencias principales de Trump. El sábado 21 de abril la agencia de noticias norcoreana anunció la suspensión de las pruebas nucleares y del desarrollo de los misiles balísticos intercontinentales, así como el cierre de su polígono de pruebas atómicas. El anuncio precede al encuentro que en esta semana mantendrán los dos presidentes coreanos en Panmunjon, sin duda con vista a la posterior reunión entre Trump y Kim Jon Un.

Los primeros pronunciamientos norcoreanos han evitado evocar el armamento nuclear como atributo de poder del régimen, y se refieren a Corea del Norte como una “potencia de importancia estratégica”. Ahora bien este perfil, más ‘llevadero’ para los Estados Unidos, necesita ser respaldado por ofertas norcoreanas rigurosamente exigibles por Washington. Una de ellas es la eliminación del armamento nuclear de Pyonyang, cosa que Kim todavía no ha ofrecido.

Cualquier negociación con Corea del Norte estará marcada por el escepticismo, como resultado de las promesas de negociación ofrecidas por Kim Jon Il, el padre del actual Kim, en 2011, para la suspensión de las pruebas de misiles y del enriquecimiento de uranio a cambio de alimentos, que fracasaron cuando el joven heredero Kim empezó a probar sus misiles con la excusa de lanzar satélites de comunicaciones.

Trump tiene una semana agitada. Pronto tendrá al futuro secretario de Estado, Mike Pompeo, informándole del resultado de una nueva visita a la zona. El primer ministro Shinzo Abe se dispone a reunirse con Trump, preocupado por el lugar de Japón en el previsible nuevo mapa geopolítico de Extremo Oriente, y Macron en Washington tratando de salvar el acuerdo de desnuclearización con Teherán, cuya ruptura restaría credibilidad a cualquier acuerdo con Corea del Norte, y a la propia diplomacia europea.

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