Opinión

Otra Libia es posible

Ramón Moreno Castilla
 
 
¿No está pasando en tierras libias lo mismo que está ocurriendo en Irak? En Irak, al igual que en el caso sangrante de Libia, el flanco Este del Magreb, podríamos aplicar el famoso refrán de que “después de aquellas lluvias han venido estos lodos”. Y es que con el objetivo de derrocar al  régimen del dictador Muamar El Gadafi -octubre de 2011-, la coalición internacional liderada entonces por Francia armó hasta los dientes a los grupos opositores con armamento de todo tipo; y si bien se acabó asesinando al líder libio, no es menos cierto que el país magrebí quedó sumido en un auténtico caos e inmerso en una cruenta y fraticida  guerra civil, terreno abonado para el yihadismo islámico (ver al respecto los artículos de ATALAYAR, “¿Qué hay detrás del Estado Islámico, 12 de noviembre de 2014; y “Un peligro global”, 19 de diciembre de 2014).
 
Por otra parte, hay que tener en cuenta que el concepto de “nación” como tal no ha estado nunca arraigado en el pueblo libio donde siempre ha habido dos facciones enfrentadas: Trípoli al Noroeste y Benghazi al Noreste; a lo que hay que unir la falta de eficacia de las instituciones de seguridad derivada de una política centrada en el interior de un país de 4.000 km. de fronteras que ha sido la consecuencia directa de las continuas divergencias entre las fuerzas políticas de la transición. Ello ha propiciado la presencia en todo el territorio libio de multitud de intervinientes y de facciones armadas tanto libias como extranjeras, la profusión de toda clase de armamento que procede sobre todo del arsenal de la Jamahiria de Gadafi y de las ayudas armamentísticas procedentes de países occidentales y de países del Golfo que abastecieron a la revolución, y ahora abastecen a los contendientes. Para conocer el panorama de las fuerzas presentes en Libia, fuertemente pertrechadas con variado armamento de diversa procedencia, que siguen sembrando el caos y la destrucción en el país, debemos identificar a los principales actores que operan en territorio libio. 
 
Así vemos que la Armada Nacional Libia (ANL) se constituyó en Consejo Nacional de la Revolución en 2011 que absorbió a los militares desertores del régimen que asumieron la causa revolucionaria, y a las brigadas/katibas de rebeldes que se unieron a la revolución. Las katibas son unidades militares o paramilitares formadas por millares de hombres formados durante y después de la revolución y que relevaron en principio al Ministerio de la Defensa o del Interior, en las que hay que distinguir: el Departamento de Operaciones Conjuntas de Revolucionarios Libios, comandada por Adel Al-Tarhouni con unos efectivos de unos 350 hombres que es principal aliada de la Brigada de la Libia Unida y el principal adversario del grupo Al-Zintan. La Dirección de la Seguridad Nacional, comandada por Mahmoud Sharif, controlada por el Ministerio del Interior y que realiza una función de policía nacional operativas en las ciudades de Trípoli, Benghazi y Beida.  La Brigada anti criminal, comandada por Abdulhakim Blazi, controlada por el Ministerio del Interior, y que lucha contra el tráfico de drogas, y es el principal aliado de la fuerza de disuasión especial y el principal rival del grupo Al-Zintan. Y la Dirección de la Protección de Instalaciones Petrolíferas, controlada por el ministro del Petróleo; con unos efectivos estimados entre 18.000 y 20.000 hombres, cuyos dos principales líderes son Rasheed Mohammed Salh Alsabri e Ibrahim al-Jathran. Hay que significar además el protagonismo beligerante del general Khalifa Hafter, hombre fuerte del régimen anterior, que dirigió la revolución de 2011, y que ocupa la función de comandante de la fuerzas terrestres rebeldes. Hafter no es reconocido ni por el Congreso Nacional ni por el Gobierno en ejercicio que le considera una simple marioneta.
 
Un aspecto importante a considerar en el problema libio, es el hecho de que en Libia, la tribu juega un roll sociopolítico determinante como en tiempos de Gadafi. Las tres tribus más importantes de Libia son: al Este la tribu Warfallah compuesta por más de un millón de personas, y aunque tradicionalmente fueron opositores a Gadafi, ocuparon relevantes puestos políticos y militares dentro del sistema de la Jamahiria. En el centro, en la región de Sebha, los El-Kadhafa a la que pertenece la familia de Gadafi, lo que le permitía controlar los resortes del sistema político de la Jamahiria. Y al Oeste los Meglara, también armados. Hay que resaltar la razón importante del protagonismo del entramado tribal en el escenario sociopolítico del país y presente en la actual vida institucional. 
 
En cuanto a las facciones en conflicto, debemos citar a las milicias de obediencia yihadista, Ansar Al-Charia, que son muy activas en la región oriental del país y controla dos cuartas partes de Bengjazi, de Sirte -ciudad natal de Gadafi, destruida por la OTAN-; y de Derna, reducto histórico de los islamistas extremistas libios y de los kamilazes de Al-Qaeda. Dirigida por el fundador histórico, Mohamad Al-Zahawi, propone “la sharia como único soporte de la legislación en Libia” y exige su inmediata aplicación. Está compuesta por entre 3.000 y 5.000 milicianos. Para llevar a cabo sus objetivos ha adoptado un plan de acción basado en tres modalidades: la lucha armada, intensas actividades caritativas y sociales y la predicación religiosa. Después del final de 2014 la ciudad de Derna es controlada por el Majlis Choura Chabab Al-Islam, formación que ha jurado sometimiento al Daesh, mal llamado Estado Islámico (EI). Otra de las estrategias en el teatro de operaciones libio, es el control de las ciudades, en el que son actores principales un variado mosaico de ex combatientes de la revolución e insurgentes, donde no falta el componente yihadista de Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) y otras facciones del yihadismo islámico.
 
A la vista de todo lo anterior, donde la multitud de actores, la enconada lucha armada, la inseguridad, la falta de instituciones que gobiernen y mantengan el orden etc. son una constante, ¿podemos afirmar que Libia es ahora mismo un Estado fallido?. Para evitarlo y frenar el avance del terrorismo del Daesh, autodenominado Estado Islámico -presente de una u otra forma en territorio libio-, los países del mundo árabe se han unido para buscar soluciones al grave problema de Libia, que amenaza no solo la paz, la seguridad y la estabilidad en la región, sino en toda África. Una iniciativa que ha sido liderada por Marruecos, en cuyo suelo se han celebrado dos encuentros de las facciones enfrentadas en el país magrebí: uno, del 5 al 7; y otro, del 20 al 28 del pasado mes de marzo, auspiciados por Naciones Unidas. En esas reuniones se pretende llegar a soluciones en las que se contempla la inclusión de las facciones armadas islamistas, y crear un comité para redactar una nueva constitución dando más protagonismo a los representantes de todas las regiones.
 
Pero, ¿por qué Marruecos?. A nadie se le oculta en la comunidad internacional que Marruecos, desde que subiera al Trono el Rey Mohamed VI, se ha caracterizado por ser un país seguro, bastión contra el integrismo islámico. Un país dialogante, que apuesta decididamente por la paz en toda la región y, por extensión, en África y en el mundo. Y a pesar de que la Libia de Gadafi armó y financió al Frente Polisario -creado por Argelia para a través de un Estado títere, la pretendida RASD, tener una salida al Atlántico para sus hidrocarburos- (ver a propósito, “Argel-Rabat, el eterno desencuentro”, ATALAYAR, 24 de agosto de 2014); la realidad es que la revitalización de la Unión Magrebí Árabe (UMA), pasa indefectiblemente por erradicar los extremismos y conciliar los diferentes facciones y componentes religiosas del Islam. Además, Marruecos se caracteriza, precisamente, por defender a ultranza un Islam moderado, moderno, conciliador y dialogante, como el que se gestara en la milenaria Universidad de Fez, “Al Karauin”, la primera universidad del mundo, cuna del Islam, y donde floreció el rito malekita de la variante suní que se profesa en Marruecos, y que constituye un extraordinario elemento de vertebración y de cohesión de la sociedad marroquí en su conjunto.
 
El diálogo Inter-Libio se ha desarrollado en Skhirat (al Sur de Rabat), auspiciado por la ONU, en la que ha sido actor principal el Representante Personal del Secretario General de Naciones Unidas y jefe de la Misión en Libia (MANUL), el español Bernardino de León, que ha moderado todos los esfuerzos en las discusiones sobre los aspectos políticos y de seguridad para lograr el reagrupamiento y el diálogo de las facciones en conflicto, y el cese de las hostilidades. En la primera reunión los participantes se mostraron de acuerdo sobre la arquitectura de la dirección política del país y sobre cómo articular un Gobierno de concentración nacional, un Consejo de la presidencia dirigido por una personalidad independiente propuesto por las dos partes en conflicto; y un aparato legislativo haciendo de la actual Cámara de representantes de Tobruk el principal marco legislativo del país. Las negociaciones de Skhirat han permitido igualmente medidas que tocan un punto esencial del conflicto Inter-Libio referido a las milicias armadas en la medida que los interlocutores libios presentes en Marruecos han acordado el principio de una deslocalización de las milicias de los centros urbanos y su progresivo desarme.  
 
En fin, los participantes han convenido que la lucha contra el terrorismo y, en particular contra el avance del Daesh, es vital para Libia y se han comprometido a luchar contra este fenómeno. El diálogo Inter-Libio se desarrollo en un contexto de crisis y de combates entre las facciones beligerantes pero a pesar de este contratiempo hubo progresos para llegar a resultados importantes. Es de resaltar asimismo la enorme actividad desplegada por la Diplomacia marroquí para apaciguar las tensiones; y gracias a esta dinámica y a la perseverancia de Marruecos, que el diálogo no ha sido dinamitado y se han podido conseguir avances excepcionales. La Comunidad Internacional de la mano de los países europeos y de los Estados Unidos han insistido también en llegar a acuerdos satisfactorios para las partes. El representante de la ONU, Bernardino León no ha ocultado su satisfacción, al igual que las dos delegaciones libias, por cómo se ha desarrollado el diálogo felicitando al Reino de Marruecos por su afán conciliador, y por su proverbial hospitalidad dispensada en el diálogo Inter-Libio durante la celebración de las jornadas. Los interlocutores quedaron emplazados para la segunda semana del mes de abril para proseguir las discusiones y la finalización del acuerdo de paz en Libia.