Refugiados cerca de casa

Javier Fernández Arribas

El primer ministro de Turquía, Ahmet Davutoglu, aprovecha la necesidad de la Unión Europea de dar una buena y rápida solución a la crisis de refugiados para conseguir concesiones mucho más relevantes que los 3.000 millones de euros previstos. También ha pedido más dinero, unos 5.000 millones al año, pero sobre todo, su objetivo es lograr relanzar las negociaciones de ingreso de Turquía en la UE y una mayor flexibilidad en la concesión de visados.

Los dirigentes europeos se han visto sorprendidos por la propuesta turca que pretende superar las graves dificultades que algunos países han planteado durante años a su posible integración europea. Entre las razones más peliagudas se encuentra la extensa población turca, más de 80 millones de habitantes, que según los nuevos tratados le otorgarían una notable capacidad de decisión. Sobre la mesa siempre se han condenado los ataques contra la libertad de expresión y contra la libertad de prensa con docenas de periodistas encarcelados y Zaman, el principal periódico crítico con el presidente Erdogan, intervenido este fin de semana, la falta de garantías jurídicas en diversos sectores, la escasa preparación de diversas áreas productivas de la economía turca y el problema de la represión a la minoría kurda con bombardeos contra las posiciones de los radicales del PKK.

Cada país esgrimía estos y otros argumentos para vetar la negociación con el Gobierno de Ankara mientras que otros, con buenos negocios en cartera más allá de principios políticos y estratégicos, defendía su adhesión en buenas condiciones. Turquía siempre ha sido un buen aliados en el seno de la OTAN. La guerra en Siria y en Irak ha cambiado muchas voluntades e intereses con una situación límite en muchos países del este y del centro de Europa forzada por el aluvión de refugiados. Después del error inicial alemán de acoger abiertamente a los refugiados pensando en sus necesidades de mano de obra, el control se hace inevitable ante la reacción de muchos gobiernos centroeuropeos que han cerrado sus fronteras.

Esta decisión sectaria es inaceptable pero demuestra la falta de cohesión comunitaria sin una política común en materia de inmigración. Y todo ello sin olvidar que Europa no puede acoger un gran aluvión de refugiados por las tensiones que provoca en los servicios sociales y en la convivencia religiosa y porque los refugiados tienen que estar lo más cerca posible (Turquía) de sus casas para que puedan regresar en cuanto las condiciones lo permitan, para reconstruir sus vidas.

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