Sudán del Sur: ¿Para esto era la independencia?

Teniente Coronel Jesús Díez Alcalde

Analista. Coautor del libro Los Conflictos de Sudán, publicado en 2008 por el Ministerio de Defensa.

El 9 de julio de 2011, Sudán del Sur alcanzó su independencia, después de décadas de guerra cruenta y sanguinaria contra su ahora vecino Sudán. La celebración del nacimiento del país más joven del mundo concitó un enorme interés mediático; y muchos líderes internacionales se unieron en Juba a la esperanza de los 11 millones de sursudanes, que solo ansiaban un futuro libre de la violencia y de la pobreza que ahogaban sus vidas. Cuatro años después, nada que celebrar y mucho que lamentar. Todos sus anhelos han sido pisoteados por un fratricida conflicto étnico, que esconde una lucha por detentar el poder y el control de los ingentes recursos del país. ¿Para esto era la independencia?

En julio de 2013, el presidente Salva Kiir debió instaurar un gobierno nacional de transición, pero la expulsión del vicepresidente Riek Marchar exacerbó los enfrentamientos entre las dos tribus mayoritarias, los dinka de Kiir y los nuer de Marchar, que habían luchado juntas –a  pesar de sus discrepancias– para separarse de Sudán. Así, desde diciembre de 2013, el país se asfixia en el caos político, en una tragedia brutal y en la frustración social. Según Naciones Unidas, esta guerra ha dejado hasta el momento un balance de más de 50.000 víctimas mortales, 2,2 millones de refugiados y desplazados, y a casi un 40% de la población sobreviviendo bajo una extrema hambruna. ¿Para esto era la independencia?

Ahora, la población de este país soberano ya solo intenta huir de la barbarie. Más de 12.000 niños soldados han sido reclutados para la guerra, y 120.000 olvidados han sido acogidos en las bases de la Misión de las Naciones Unidas (UNMISS), que se muestra inoperante para frenar tanta violencia. Sin embargo, los verdaderos culpables no hay que buscarlos fuera del país, pues –como señala el Departamento de Estado de Estados Unidos –«tanto el gobierno como la oposición armada son los responsables de las acciones armadas, (…) de los abusos generalizados contra los derechos humanos de la población civil, incluidos crímenes horrendos contra las mujeres y los niños». Respecto a la economía, «también se está deteriorando porque sus líderes derrochan su riqueza petrolera –el 90% del erario público – en una guerra sin sentido». ¿Para esto era la independencia?

Pero, a pesar de tanto sufrimiento, la emancipación de Sudán del Sur–como avalaron Naciones Unidas y la Unión Africana, con la connivencia necesaria de Sudán – era una justa solución para subsanar la nefasta herencia colonial, que había unido a dos pueblos que siempre vivieron de espaldas. Ahora, la compleja cuestión es restituir la paz para generar un proyecto nacional e inclusivo, que debe sustentarse en unas negociaciones aún estancadas. Para conseguirlo, es urgente intensificar la presión internacional para alcanzar el acuerdo; para impedir la participación indirecta y soslayada de Sudán y Uganda, negada por ambos países; y para evitar la financiación del conflicto con el uso espurio de los ingresos petroleros.

En clave interna, la única salida viable es que Kiir y Marchar abandonen voluntariamente la esfera política; o, en palabras del secretario general de Naciones Unidas, «que la comunidad internacional haga ver a los dirigentes de Sudán del Sur que no pueden seguir supeditando el destino del país a sus ambiciones personales». La otra alternativa será la escalada de la violencia, la desestabilización y el incremento del desastre humanitario, que desbordará las fronteras sursudanesas y contaminará al resto de la región. Seguro que para esto no era la independencia.

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