Opinión

Trump instala a Oriente Próximo en el caos organizado

Santiago Mondéjar

La antigua expresión chinazhilaohu, literalmente “tigre de papel”, hace referencia a aquellos que se pretenden poderosos y amenazantes, sin tener en realidad capacidad real para materializar sus intimidaciones.  Los recientes acontecimientos en torno a Irán, bien podrían hacer a EEUU merecedor del afortunado epíteto chino, a juzgar por lo irresoluto y vacilante de los amagos de Donald Trump, que bien podrían volverse en contra de los intereses norteamericanos en el Oriente Próximo antes de lo que el inquilino de la Casa Blanca sospecha. Como advirtió Nicolás Maquiavelo, si no se tiene la capacidad de obliterar abrumadoramente a un adversario, se queda a merced de su futuro desquite. 

Es plausible creer que la Casa Blanca actuó con precipitación a la hora de revocar unilateralmente el acuerdo nuclear con Irán, afán en el que se ha quedado solo, porque el resto de los signatarios consideran que el compromiso de 2015 estaba funcionando razonablemente bien. Tanto es así, que los propios EEUU reconocen tácitamente este extremo ahora al exigir públicamente a Teherán que se ciña a las condiciones del acuerdo en lo que respecta a la producción de uranio. La paradoja es que las sanciones de Trump han situado a Irán entre la espada y la pared, lo que le ha llevado al país persa a lanzar este órdago. Lo cierto es que antes de alcanzar el acuerdo de desnuclearización con EEUU y la UE, Teherán disponía de unas 10 toneladas de gas de uranio poco enriquecido.

Como parte del acuerdo, aceptó sacar de Irán el 98 % del gas almacenado, y retuvo unos 300 Kg, con una pureza de 3,5 %. Para fabricar el núcleo de un dispositivo nuclear, hacen falta unos 1.000 kg de gas de uranio altamente puro, por lo que el gas al 3,5 % ha de ser enriquecido mediante centrifugadoras hasta obtener unos 25/30 kg, con una pureza próxima al 90 %. Previamente al acuerdo, Irán tenía unas 20.000 centrifugadoras, operando intensamente, que podrían haberse usado para obtener el uranio de grado militar en un mes o dos. Ahora solo tienen unas 4.000 centrifugadoras operativas, por lo que necesitarían como mínimo un año y medio para obtener suficiente uranio enriquecido transformable en metal aplicable a la construcción de una bomba nuclear.

Hasta hace apenas unas semanas, Irán exportaba todo el excedente de uranio de baja concentración que superaba los 300 kg que retenían y que producía a bajo ritmo (por la carencia de centrifugadoras). En una última vuelta de tuerca, EEUU ha impuesto sanciones a todo país que importe estos excedentes iraníes, lo que ha llevado a Teherán a almacenarlo en territorio iraní, superar los umbrales acordados, y hacer público el cambio de las reglas de juego en tiempo de descuento.

Esto complica considerablemente el panorama geopolítico de Oriente Medio a medio plazo, planteando dilemas que desafían los fundamentos de la política exterior norteamericana en la zona, sin que haya precedentes aplicables a una nueva situación en la que el Departamento de Estado no puede ignorar la influencia -y la afluencia- de las potencias regionales no árabes -Turquía e Irán-  que están alterando profundamente las realidades geoestratégicas en la zona. 

Como ya hemos tratado anteriormente en estas mismas páginas, http://www.atalayar.com/blog/el-cubo-de-rubik-de-erdogan la re-aproximación de Turquía (un país con una industria militar propia altamente desarrollada) a Rusia supone una fuente de fricción no solo para EEUU, sino para la OTAN en su conjunto, que se solapa a la situación en Irán y que no puede ser sino causa de aprensión para naciones árabes como Arabia Saudita, difícilmente capaces de establecer cualquier atisbo de genuino poder regional  sin el paraguas militar norteamericano, cuyo compromiso con el wahabismo le llevó a desbaratar en beneficio de la monarquía saudí a varias naciones árabes procedentes de la antigua órbita socialista, como Irak, Libia y Siria, sin que sea posible argumentar objetivamente que el despotismo de sus dictadores fuese mayor que el existente hoy en día en Arabia Saudí, y que ha sumido a la región en una situación de inestabilidad permanente que supone un riesgo latente para los intereses económicos de los reinos árabes de la Península Arábiga, particularmente si Trump sigue siendo reacio a reformular con realismo su política para el Oriente Próximo, recuperando los vínculos estratégicos con Turquía, y persiste en desconectar a EEUU de la región en favor del Extremo Oriente, aunque Irán conserva una notable capacidad para empantanar a los EEUU en el Mediterráneo gracias a su ascendiente sobre grupos armados jihadistas en el patio trasero de Israel,  que puede activar asimétricamente para forzar a Trump a retomar las conversaciones con Teherán para buscar una salida de la espiral de asfixia económica que las sanciones norteamericanas están provocando en Irán.

En cualquier caso, resulta difícil discernir cuales son los réditos políticos que Trump y sus acólitos aspiran a lograr con sus actuaciones erráticas en el Oriente Próximo, sin vernos tentados a pensar que EEUU está revolviendo pírricamente las aguas de un río, en el que China, y en menor medida Rusia, pueden acabar llevándose las ganancias del pescador.