Opinión

Una América competitiva

José María Peredo Pombo. Catedrático de Comunicación y Política Internacional de la Universidad Europea de Madrid/La Razón

Al revisar la Estrategia de Seguridad Nacional de la Administración Trump y la estrategia propuesta por el Task Force centrista (bipartidista) “Order from Chaos” desde el Brookings Institute, ambos a principios de 2017, se diría que ambos documentos coinciden en el fondo de las cuestiones y en los dos planteamientos básicos para explicar el orden internacional de nuestro tiempo. El primero: la globalización ha derivado en un mundo geopolíticamente competitivo y Estados Unidos debe de encontrar la manera de mantener sus ventajas en ese entorno si no quiere perder el liderazgo. Y el segundo: para tal objetivo es necesario la construcción de una gran estrategia a largo plazo que permita actuar de acuerdo con unos criterios firmes y renovados, realistas en materia de política y seguridad y económicamente liberales.

Realismo sin ideología dice el texto trumpista. Internacionalismo realista, matiza la propuesta del centro liberal conservador. Dos enfoques para una política exterior que ha abandonado la polarización y que convive con una política doméstica que se recrea en el enfrentamiento cultural y político de una sociedad fracturada. Sin embargo, el reto de aproximar las posiciones en el interior no se destaca en ninguna de las propuestas. Primera debilidad para cualquier proyecto externo: la cohesión interna. Segunda debilidad, el liderazgo para conseguirlo.

La firmeza en el incremento del gasto en defensa, en la modernización de las capacidades militares fortaleciendo la inteligencia artificial, y en la supremacía en los cinco ámbitos de la seguridad incluyendo el ciber espacio. La renovación de las alianzas y de la confianza de los aliados, así como la regeneración de acuerdos de gobernanza. La defensa de los valores democráticos, los intereses americanos y el orden internacional. El rechazo a los estados o actores desestabilizadores del citado orden o de la seguridad nacional. La promoción del progreso en torno a los patrones del libre comercio regulado, seguro y reordenado. El fortalecimiento de la capacidad de atracción de Estados Unidos a través del soft power o de resultados y beneficios compartidos. Todo ello son fundamentos comunes, expuestos con los matices propios de dos corrientes de pensamiento históricamente distantes, pero pragmáticamente coincidentes.

No hay proteccionismo, hay estrategia comercial para obtener ventajas competitivas. No hay idealismo promotor de la primavera democrática global, hay internacionalismo basado en el impulso de la diversidad en un mundo abierto. Todo parece encajar en una estrategia que se lleva diseñando durante los últimos 10 años de crisis. Pero la pieza de la cohesión social y cultural no encaja en el puzzle del presente americano. Es ahí donde falla.