Argelia no logra superar los años de plomo del terrorismo

Paco Soto

Pie de foto: Un policía de paisano vigila una calle en una operación antiterrorista, en 1996/Hocine Zaourar-AFP.

La sociedad argelina no ha logrado superar del todo los años de plomo del terrorismo salafista, una etapa que en los años noventa del siglo pasado ensangrentó el país. En diciembre de 1991, el Gobierno, presionado por las Fuerzas Armadas, interrumpió la segunda vuelta de las elecciones generales para impedir que el Frente Islámico de Salvación (FIS) de Abassi Madani, un movimiento integrista financiado por países como Arabia Saudí, llegará al poder. El FIS fue disuelto y muchos de sus dirigentes y militantes fueron encarcelados u obligados a abandonar el país. Grupos como el Movimiento Islámico Armado (MIA) y después El Ejército Islámico de Salvación (AIS), brazo armado del FIS, se echaron al monte y practicaron durante años la violencia terrorista. El AIS se disolvió en diciembre de 1999 después de haber decretado una tregua durante más de dos años. La organización salafista más violenta y sanguinaria fue el Grupo Islámico Armado (GIA). Posteriorement surgió de una escisión del GIA el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC).

Los terroristas salafistas se enfrentaron a los aparatos coercitivos del Estado y grupos como el GIA golpearon a la población civil. La violencia desencadenó una auténtica contienda civil que provocó unos 200.000 muertos en Argelia, según partidos opositores y grupos de defensa de los derechos humanos. Estos colectivos y antiguos oficiales de las Fuerzas Armadas denunciaron la manipulación de algunas actividades terroristas por parte del Estado, y sobre todo de los poderosos servicios secretos militartes, el Departamento de Información y Seguridad (DRS). Los sucesivos gobiernos argelinos de la época negaron categóricamente las acusaciones, que en algunos casos fueron sinceras y en otros fueron meros ajustes de cuentas entre uniformados de distintos servicios.

En 1999, el presidente Abdelkaziz Bouteflika impulsó una política de reconciliación nacional para acabar con la violencia terrorista y facilitar la reinserción de los salafistas que habían empuñado las armas. Muchos terroristas se reinsertaron, pero en la actualidad todavía siguen activos algunos grupos yihadistas en diversos puntos del país. La política de reconciliación nacional de Bouteflika tuvo en su momento el apoyo de muchos argelinos, pero también bastantes detractores, sobre todo entre víctimas del terrorismo y sus familias. Las divergencias se manifestaron con fuerza en el seno de los aparatos policiales, militares y judiciales y en la clase política entre erradicadores, o partidarios de acabar con el terrorismo sin contemplaciones ni concesiones, y los defensores de la reinserción y la integración del islamismo menos agresivo en la vida política argelina. En enero de 1995, varios partidos –incluido el FIS- firmaron en Roma un acuerdo de paz promovido por la Comunidad de San Egidio, una entidad católica progeresista.

Pie de foto: Unas mujeres lloran en un funeral por las víctimas de un atentado terrorista, el 23 de febrero de 2003/Nabil-AP-SIPA.

Casi dos décadas después

Han pasado 18 años desde que Bouteflika planteó su política de reconciliación nacional, y la fractura entre partidarios y detractores sigue vigente, aunque con menor intensidad que en el pasado. Como señala un  comentarista político argelino, “es difícil concilitar la paz  con la justicia”. Las secuelas de la década negra de los noventa son imporrtantes en la sociedad argelina. Muchos ciudadanos no han podido olvidar los cuerpos mutilados de las víctimas, la destrucción, la sangre y las lágrimas, el miedo… Bouteflika planteó en 1999 que su objetivo era “proponer el perdón”. El presidente sometió a referéndum su política de paz y reconciliación en 2005, y salió victorioso.

“Es muy fácil decir que hay que perdonar, pero ¿qué pasa con la justicia? ¿Qué pasa con las víctimas? Hay terroristas que no se han arrepentido públicamente de su pasado y, sin embargo, llevan una vida absolutamente normal”, lamenta un periodista del periódico ‘Liberté’. La oposición critica a la televisión pública controlada por el Gobierno, porque recientemente utilizó la cuestión del terrorismo y el  referéndum de 2005 para “instrumentalizar muchos dramas y asustar a los argelinos”. El primer ministro y hombre de la máxima confianza de Bouteflika, Ahmed Ouyahia, tuvo que intervenir para defender la cadena pública y rechazar las críticas opositoras, pero también de familiraes de víctimas del terrorismo. Las redes sociales, mayoritarianmente, condenan al Gobierno de Ouyahia.

Pie de foto: El general Liamine Zeroual, vencedor de las presidenciales de 1995.

Población dividida

“Hay una clara división en la población, los traumas del pasado reciente no se han superado y algunos argelinos están convencidos de que los servicios secretos militares manipularon algunos atentados”, explica el politólogo Ali Boukhlef. “Necesitamos un verdadero debate sobre los años de plomo, y ver si hemos ganado parcialmente la guerra al terrorismo gracias a la actividad de las fuerzas de seguridad o a la política de paz y reconciliación de Bouteflika”, recalca el politólogo. Las opiniones al respecto son divergentes. Según declara al semanario ‘Jeune Afrique’ el coronel del Ejército Ahmed Adimi, “el terrorismo fue vencido en 1999. La estabilidad ha sido conquistada por los que se sacrificaron”. Muchos militares piensan lo mismo, y recuerdan que antes de que Bouteflika practicara su política de mano tendida para acabar con la violencia salafista, el general Liamine Zeroual, ganador de las elecciones presidenciales de noviembre de 1995, fue decisivo para debilitar y vencer parcialmente el terrorismo.

Por una parte, golpeó sin descanso a los grupos salafistas. Por otra, “fue clemente con los que decidieron acabar con la violencia”, indica un oficial del Ejército. Miles de salafistas renunciaron a seguir matando, según datos oficiales. Pero muchos otros siguieron masacrando a la población civil y sembrando el terror. En este contexto, los militares negociaron un alto el fuego con el AIS, propusieron a sus miembros una amnistía y la posibilidad de incorporarse en la lucha antiterrorista para acabar con los salvajes del GIA.

Tregua unilateral

Tras meses de intensas negociaciones, el jefe del AIS, Madani Mezrag, aceptó la oferta y declaró una tregua unilateral. Finalmente, el general Zeroual rechazó el pacto y pidió a los terroristas del AIS que entregaran las armas y se sometieran a las decisiones de los jueces. Un sector de las Fuerzas Armadas preocupado por la evolución de los acontecimientos propuso a Zeroual la celebración de un referéndum sobre la reinserción de los salafistas violentos. El presidente no dio el visto bueno a la consulta, y anunció su dimisión en septiembre de 1998, siete meses antes de los comicios presidenciales. Bouteflika fue el ganador de las elecciones, pero antes, a finales del año 1998, explicó a la cúpula militar su propuesta de paz y reconciliación. Bouteflika consiguió su propósito, y en julio de 1999 miles de terroristas encarcelados fueron puestos en libertad. Muchos islamistas exiliados fueron autorizados a regresar a su país. En septiembre del mismo año, el referéndum sobre la concordia civil confirmó los objetivos de Bouteflika y fortaleció su poder.

El dirigente argelino recibió muchos apoyos nacionales e internacionales, y llegó incluso a autorizar compensaciones económicas para familias de terroristas muertos o personas desaparecidas, pero también se enfrentó a una fuerte oposición. Hasta el día de hoy. Tanto en el estamento militar como en la sociedad civil, muchas personas piensan que la política de Bouteflika solo ha conseguido que miles de asesinos abandonaran las armas y no tuvieran que rendir cuentas ni a la Justicia ni a la sociedad. “La justicia es una terapia. Necesitamos conocer los motivos que los empujaron a matar a nuestros seres queridos. El perdón y el arrepentimiento son una forma de catarsis”, opina Djamil Benrabah, que asistió al asesinato de su esposa -una juez-, en febrero de 1995. En Argelia, se han alzado algunas voces que reclaman el establecimiento de una comisión a favor de la verdad y la reconciliación como en África del Sur para esclarecer la dimensión del fenómeno terrorista y buscar vías de apaciguamiento de la sociedad. 

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