Continuidad o ruptura: el dilema presidencial en Argelia

Pedro Canales

Pie de foto: El presidente de Argelia, Abdelaziz Bouteflika, en el momento de ir a votar.

Tras varios meses de incertidumbre, el presidente de Argelia ha firmado el decreto de convocatoria de las elecciones presidenciales previstas para el próximo mes de abril. Ni anulación, ni postergación, ya es oficial: los 43 millones de ciudadanos argelinos serán llamados a las urnas para elegir un nuevo Jefe de estado por cinco años. 

Hasta el momento, el horizonte político ofrece dos alternativas, cara a los comicios presidenciales: continuidad o ruptura. Los candidatos que los representan son, para la primera opción el actual mandatario Abdelaziz Buteflika, que todos sus seguidores anhelan que se represente; y en el polo opuesto Ali Ghediri, un general jubilado, que promete deshacer el sistema que ha gobernado el país desde la Independencia de Francia en 1962, y que en los 20 años de reinado de Buteflika ha terminado por sumir a la nación en una profunda crisis. Un tercer posible candidato, Ali Benflis, que ya disputó el sillón presidencial a Buteflika en 2014, probablemente anuncie en los próximos días su retirada, a menos que el sistema de poder en funciones le obligue a mantenerse como candidato con el fin de dividir el frente de la alternativa rupturista.

Los llamados “partidos de la coalición presidencial”, el ex partido único Frente de liberación nacional (FLN), el Reagrupamiento nacional democrático (RND), el TAJ (Reagrupamiento de la esperanza de Argelia), y el MPA (Movimiento popular argelino), han salido a dar su respaldo a Abdelaziz Buteflika para un quinto mandato, siguiendo la partitura marcada por el actual primer Ministro Ahmed Uyahia, que dirige el RND. El jefe del Gobierno ha anunciado incluso que Buteflika volverá a la carrera presidencial, y que lo anunciará en breve en un mensaje a la nación. No está excluido, sin embargo, que el anuncio de Uyahia sea una maniobra para ocupar la pole positionen caso de que Buteflika no repita.

Abdelaziz Buteflika, tras veinte años en el poder en Argelia, se encuentra prácticamente incapacitado para ejercer sus funciones. El AVC (Accidente vascular cerebral) que lo fulminó en 2013, le ha dejado con más de un 90% de incapacidad en movilidad, habla y funciones cognitivas. Desde hace más de seis años no se ha dirigido al pueblo argelino, continúa saliendo de su residencia medicalizada de Zeralda esporádicamente en silla de ruedas y no ha realizado ningún viaje oficial al extranjero. Según la prensa de Argel, el director de su campaña electoral volvería a ser Abdelmalek Sellal, ex primer ministro y en algunos momentos supuesto delfín del mandatario, que al igual que hizo en 2009 y en 2014, recorrerá el país en todas direcciones en nombre del candidato. 

El general Ali Ghediri se presenta como el hombre de la ruptura con el sistema. En sus declaraciones hechas hasta el momento, descarta cualquier tipo de reformas, como inútiles para sacar el país de la crisis social, económica, política e institucional en la que se encuentra. El ex general quiere cambiar el modo de hacer política, introducir el estado de derecho como norma, regenerar la vida pública, combatir la corrupción (Argelia se encuentra en el puesto 105 sobre 180 según Transparency International, más de 30 puestos por detrás de sus vecinos Túnez y Marruecos), y establecer un sistema irrenunciable de derechos y libertades ciudadanas.

El candidato Ghediri ha hecho toda su carrera en el Ejército; de sus 40 años de actividad militar, 24 los pasó como Director de personal del ministerio de Defensa, lo que le da un conocimiento detallado de quién es quién en las filas castrenses. El actual Jefe del Estado Mayor, el general Gaid Salah, considerado como el hombre fuerte de las Fuerzas Armadas, le tiene en el punto de mira. En las ultimas semanas, Gaid Salah ha reiterado varias declaraciones con tundentes a hostigar, criticar y amenazar al molesto candidato presidencial, alegando que como ex general “está obligado a mantener su deber de reserva”. Ali Ghediri en respuesta, alude a sus derechos como ciudadano, y mantiene su candidatura.

El duelo entre continuistas y rupturistas va más allá de las dos personalidades que posiblemente se enfrenten en primera y segunda vuelta de las Elecciones de abril. Aunque los partidos de la alianza gubernamental defienden la continuidad aludiendo al programa de realizaciones hechas por Buteflika en sus dos decenios de poder, la opinión pública atribuye la continuidad a la persistencia del sistema político que ha llevado el país al borde del colapso. Frente a ello, Ali Ghediri está provocando una verdadera euforia en las redes sociales, en las que cada día aparecen nuevos “comités de apoyo” y pronunciamientos de personalidades del arte, la cultura, el mundo empresarial y las clases medias. 

El duelo presidencial que se vislumbra es absolutamente desigual. Buteflika o su delfín, contaría con todo el aparato del Estado a su favor, la administración, los medios de comunicación audiovisuales, una plétora de periódicos y revistas financiados por el sistema, la inmensa mayoría de partidos políticos y las llamadas “organizaciones de masas” que enmarcan a la juventud, las mujeres, los trabajadores, los estudiantes, y los antiguos combatientes. Ali Ghediri, por el contrario, cuenta sobre todo con el apoyo de las nuevas tecnologías, un puñado de empresarios y una movilización social que comienza a preocupar seriamente alstablishement

El único punto en el que los dos posibles contrincantes coinciden es en la política exterior y en los “temas de Estado”. Buteflika o Ghediri seguirán manteniendo una política equidistante de los bloques internacionales, una posición mediana en los conflictos para los que predican diálogo y no injerencia exterior, defensa de los países productores de materias primas, y multilateralidad en las negociaciones internacionales. Sin embargo, en casos específicos es posible que Ali Ghediri se muestre más proclive que Buteflika a relaciones más alejadas de la confrontación, como la reapertura de las fronteras terrestres con Marruecos y la solución de los conflictos regionales, como el del Sahara, Mali o Libia, en base al interés mutuo de los Estados y al beneficio de las poblaciones concernidas.

Otra constante que al padecer también une a los posibles contendientes, es la política energética y la valorización de las materias primas muy abundantes en el país. Es por lo menos curioso y paradójico, que en todos estos años de “vacío de poder”, de permanentes cambios de gobierno y de ministros, de crisis parlamentaria, de decapitación del estamento castrense y de los servicios de seguridad, en ningún momento se ha tambaleado la estrategia energética, la negociación y firma de grandes acuerdos con los consorcios petroleros y mineros, con las grandes compañías de telecomunicaciones, transportes, electricidad, maquinaria pesada, etc. Es como si existieran dos gobiernos en Argelia: uno, el visible, sometido a crisis y desgarraduras internas; y el otro, discreto, el que realmente lleva las riendas del país; una dualidad a la que, según todos los indicios, quiere enfrentarse el candidato de la ruptura. En las Elecciones de abril se juega algo más que el apellido del ocupante del Palacio de El Muradia en Argel.