Egipto sigue votando… Y el terrorismo golpea en el Magreb

Por Mohamed Sahli

Las autoridades egipcias tomaron la decisión el martes de esta semana de prolongar un día más las elecciones presidenciales para paliar en la medida de lo posible la baja participación de las dos primeras jornadas de votación. El boicot a los comicios organizado por el movimiento islamista de los Hermanos Musulmanes y diversos grupos opositores se dejó sentir en las urnas, y no está nada claro que la tercera jornada electoral sea más positiva en términos de participación. La abstención perjudica al mariscal  Abdelfatah el-Sisi, de 59 años, que es el candidato de las Fuerzas Armadas y de los sectores radicalmente opuestos a los islamistas. El-Sisi derrocó hace menos de un año al presidente islamista Mohamed Mursi e ilegalizó a los Hermanos Musulmanes. Para una parte de la población egipcia, es un héroe que salvó al país del caos político y social. Para otro sector, probablemente mayoritario, el mariscal retirado es un golpista que quiere devolver todo el poder político a los militares. Las voces críticas con Mursi y El-Sisi son una franja minoritaria de la población y se escuchan en los grupos liberales y de la izquierda laica. El mariscal necesita legitimarse, porque su llegada al poder le costó numerosas críticas a nivel internacional. Por eso mismo, el escaso interés de los egipcios por las elecciones presidenciales no beneficia al candidato de los militares y de una parte de la clase dirigente, ni tampoco a su rival de izquierda, Hamdín Sabbahi. No hay ninguna duda sobre el resultado del escrutinio: el mariscal será el vencedor electoral, pero habrá que ver con cuántos votos. Según el equipo de campaña del candidato Sabbahi, la participación en la primera jornada electoral no superó el 15%. El nerviosismo se ha apoderado del entorno de El-Sisi y un portavoz de la Comisión Electoral amenazó a los egipcios que no acudan a las urnas con multarlos. Algunos comentaristas internacionales piensan que aunque El-Sisi goza de gran popularidad desde que protagonizó  la asonada militar contra Mursi y controla los mecanismos políticos, institucionales y mediáticos del país, no es ni infalible ni invencible.

La fuerza islamista

Los islamistas, aunque muchos de sus dirigentes y activistas estén en la cárcel –unos 2.000-, están bien organizados y controlan a una parte sustancial de la sociedad, y los grupos laicos liberales y de izquierda no son mayoría pero tampoco son marginales. El-Sisi y los suyos no han podido acabar con la masa crítica de Egipto. Y volver atrás, a un régimen parecido a la dictadura de Hosni Mubarak, es prácticamente imposible. El mariscal, que es un político inteligente, lo sabe, y tampoco ignora que si quiere dirigir el país con margen de maniobra necesitará apoyos significativos. Es por todo ello que  el “héroe de julio”, como llaman muchos egipcios a Abdelfatah el-Sisi, se juega bastante en estos comicios. Sus seguidores, que son muchos, sobre todo dentro de la clase media y alta urbana, sí que han ido a votar, porque  están convencidos de que el militar golpista resolverá los graves problemas económicos, sociales y políticos del país. Pero sus detractores también son numerosos, y si no salen masivamente a la calle a protestar es por la represión del poder. Los militares tienen un poder enorme en Egipto, pero los tiempos han cambiado, en buena medida porque en 2011 estalló una revuelta en muchos países árabes –también en Egipto- que ilustró el rechazo de amplios sectores populares al insoportable status quo. Los generales no piensan volver a los cuarteles, aunque lo ordene El-Sisi, pero tampoco podrán actuar en el futuro inmediato como les dé la gana. Así las cosas, si el mariscal no recibe un fuerte apoyo en las urnas, podría sentirse humillado y debilitado respecto a sus compañeros de armas. Los islamistas se verían entonces reforzados, y nadie puede descartar la posibilidad de protestas violentas en las calles de El Cairo y otras grandes urbes del país. “Necesitaremos 20 o 25 años para instaurar una democracia en Egipto”, asegura al semanario ‘Jeune Afrique’ un opositor socialista. “El-Sisi va de fuerte por la vida, dice que no es ambicioso y que lo hace todo por el bien del pueblo, pero no creo que resuelva los problemas del país, porque él es parte del problema”, opina el politólogo Tewfik Aclimandos. Los mejores pronósticos auguraban antes de la cita electoral una participación del 51%. Queda por ver si el mariscal lo consigue.

Atentados en Túnez y Libia

Por otra parte, en Túnez, cuatro policías murieron durante un atentado terrorista contra el ministro del Interior, Lofti Ben Jedu, en Kaserine, en el centro del país. Los terroristas asaltaron una casa de esta localidad pensando que se encontraba el ministro, que  habitualmente reside en la capital tunecina. En 2013, la violencia política golpeó duramente al  pequeño país magrebí. Ese año dos políticos de izquierda fueron asesinados y los grupos terroristas yihadistas llevaron a cabo numerosos ataques contra las fuerzas de seguridad. En 2011, Túnez inició las revueltas de la Primavera Árabe que acabaron con el régimen dictatorial de Zine El Abidine Ben Ali. En Libia, el nuevo primer ministro, Ahmed Miitig, salió indemne de un ataque llevado a cabo por un grupo de hombres armados contra su residencia oficial en Trípoli, pocas horas después de haber jurado el cargo ante el presidente del Parlamento, Nuri Busahmein, según informaron las cadenas de televisión ‘Anabaa’ y ‘Libya Liberals’. Miitig, un hombre de negocios que se diplomó en el Reino Unido, consiguió el pasado domingo el voto de confianza  de 83 de los 93 diputados del Parlamento. El Departamento de Estado de Estados Unidos pidió  a sus ciudadanos que abandonen Libia “inmediatamente” y eviten todo desplazamiento a ese país magrebí debido a la crisis política y de seguridad que atraviesa. El Departamento de Estado explicó que los ciudadanos estadounidenses en Libia se exponen a ser víctimas de secuestros, ataques violentos y asesinatos. El pasado 16 de mayo, el general retirado Halifa Hafter protagonizó una sublevación militar en Bengasi (este del país) para acabar con las milicias islamistas y los grupos yihadistas que actúan en la región. Desde la caída del régimen dictatorial de Muamar Gadafi, Bengasi ha sido escenario de numerosos asesinatos y atentados y, aunque la mayor parte han sido dirigidos contra miembros de las fuerzas de seguridad, también han muerto o  resultado heridos activistas políticos, jueces y periodistas.

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