El controvertido jefe de un servicio secreto marroquí pide a sus agentes “integridad” y “transparencia”

Paco Soto

Pie de foto: Abdelatif Hammouchi, jefe de la Dirección General de Vigilancia del Territorio (DGST).

Las sanciones y críticas del Rey de Marruecos, Mohamed VI, a los políticos y los representantes del Estado que no están a la altura de las necesidades del país y su población están surtiendo efecto. Abdellatif Hammouchi, actual jefe de la Dirección General de Vigilancia del Territorio (DGST, servicios secretos del interior) de Marruecos, se vio en la obligación de enviar una circular a los responsables y agentes del servicio que dirige para que actúen en su labor de seguridad con mayor “integridad”, “transparencia” y “sacrificios”. Según informó el portal ‘Hespress’, Hammouchi pide a los miembros de la DGST que lleven a cabo su trabajo teniendo en cuenta las realidades sociales de Marruecos y no se alejen de la población. Está claro que las instrucciones reales están siendo tenidas en cuenta por algunos altos responsables de los aparatos del Estado. No así por los partidos políticos de todas las tendencias. Sus dirigentes y cargos electos viven en otro mundo, alejados de los problemas de los marroquíes, que son muchos y graves.

El monarca dejó claro durante el discurso que pronunció con motivo de la Fiesta del Trono, el pasado 29 de julio, que no está satisfecho con el funcionamiento de los partidos y el comportamiento de muchos funcionarios y servidores del Estado, que miran exclusivamente por sus intereses, en lugar de intentar resolver las problemáticas económicas, sociales y políticas del país magrebí. Recientemente, con motivo de la apertura del año legislativo, Mohamed VI pronunció ante los parlamentarios un discurso solemne y muy crítico con la clase política y el funcionamiento del sistema económico, y planteó incluso la necesidad de provocar “un seísmo político” para cambiar las cosas. Hace unos días, el Rey destituyó a varios ministros y altos cargos del Gobierno de coalición del islamista Saad Eddine El Othmani por su responsabilidad en el retraso de un ambicioso proyecto de desarrollo socioeconómico para Alhucemas y su región, una zona del Rif donde hace un año estalló una revuelta popular en favor de la justicia que sigue en pie.

Pie de foto: Abdelatif Hammouchi (de espalda) es condecorado por las autoridades españoles, en octubre de 2014.

Estabilidad y bienestar

El mensaje de Mohamed VI es claro: no hay alternativa a sus propuestas de regeneración política, social y económica. Según diversos expertos consultados por Atalayar, el Rey ni se ha convertido en un revolucionario ni quiere acabar radicalmente con el sistema que tanto se esforzó su padre, Hasan II, en mantener y consolidar. Pero Mohamed VI es consciente de que “los tiempos han cambiado. La sociedad marroquí es diferente a la de hace 30 años. Las nuevas generaciones no tienen miedo y exigen cambios profundos. Mohamed VI es consciente de que no hay alternativa”, opina un periodista del diario ‘Libération’. “La oposición del majzén a los cambios es feroz. El majzén ha hecho todo lo posible por sabotear la transición democráticas iniciada en 1999 con la llegada al Trono de Mohamed VI, e incluso antes, en la última etapa del reinado anterior, sostienen algunos historiadores”, apunta el politólogo Ahmed Alaoui.

En este contexto, “el Rey tiene que calcular muy bien los pasos que da. No puede quedarse atrás, porque entonces perdería la confianza del pueblo. Pero tampoco puede violentar al majzén, porque en este caso el remedio podría ser peor que la enfermedad. El Rey se decanta por cambios pacíficos y graduales, pero profundos, entre otros motivos, porque sabe que esta estrategia, si nada se tuerce en el camino, daría más estabilidad y bienestar al país, impulsaría el proceso de transición y sería una garantía para el futuro de la monarquía”, explica el profesor universitario y economista Mohamed Haddad.

Pie de foto: Una manifestación ciudadana delante del Parlamento marroquí, en Rabat.

Deseos de cambio

“Algo se está moviendo en el Reino de Marruecos. El soberano se ha dado cuenta que la población quiere cambios profundos, y está cansada de los viejos políticos y las prácticas de otra época. Sería una temeridad por parte del Mohamed VI no tenerlo en cuenta”, advierte Ahmed Alaoui. “Ahora bien –añade el politólogo-, lo que es sorprendente es que algunos altos representantes del Estado como Abdellatif Hammouchi se hayan apuntado al cambio”. “¿Lo hacen sinceramente o por puro oportunismo, para no ser destituidos por el Rey y quedarse atrás?”, se pregunta el periodista de ‘Libération’. En efecto, el jefe de los servicios secretos del interior es un personaje controvertido y una de las causas del empeoramiento de las relaciones diplomáticas entre Francia y Marruecos. La crisis empezó en febrero de 2014 después de que un juez francés decidiera perseguir a Abdelatif Hammouchi por su presunta “complicidad” en varios casos de tortura.

El Gobierno marroquí del islamista Abdelilah Benkirane rompió la colaboración judicial con Francia, en señal de represalia por la acción de la Justicia gala ese mismo mes de febrero. Otros polémicos asuntos deterioraron en este periodo las relaciones entre París y Rabat. En octubre de 2014, el Gobierno español condecoró a Hammouchi con la Cruz honorífica al Mérito Policial con distintivo rojo, la más alta condecoración del Estado para los agentes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Hammouchi es un responsable marroquí clave en la estrecha colaboración antiterrorista entre Madrid y Rabat.

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