Irán ejecuta a 852 personas en 15 meses

 

La reciente ejecución de la joven iraní Reihané Jabbari por haber matado a su agresor sexual, ha conmocionado a muchas personas sensibles en todo el mundo, y también en Irán. Este crimen de Estado demuestra una vez más que Irán está dirigido por una pandilla de rufianes y fanáticos. No todos los representantes de los aparatos del Estado son así; hay policías, jueces y altos funcionarios honrados y contrarios a la pena de muerte. La sociedad iraní no es homogénea, sino muy diversa y plural, y las contradicciones afloran en la superficie cada vez más. Pero los fanáticos tienen las puertas abiertas en la judicatura, las Fuerzas Armadas, la Policía y los estamentos religiosos y políticos del país. La muerte de Reihané Jabbari ha puesto sobre la mesa, además de  la naturaleza bárbara de la pena capital, un dato escalofriante: en 15 meses, 852 personas han sido ejecutadas.  El relator especial de Naciones Unidas para Irán, Ahmed Shaheed,   denunció esta situación y la calificó de “chocante”. Shaheed rechazó el “número de crímenes castigados con la pena capital”, y culpó al presidente iraní, Hasan Rohani, que se presenta ante la opinión pública como un liberal y un reformista, de ser “incapaz de atajar este problema”. El relator de la ONU se refirió al caso de Jabbari, ahorcada a los 26 años tras haber sido condenada a muerte, en 2007, por haber apuñalado a un hombre que intentó violarla. Calificó de “tragedia” lo ocurrido, pero no ocultó que para la ONU la ejecución de esta joven es “un escándalo”. Varias organizaciones de derechos humanos, como Amnistía Internacional (AI),  la Unión Europea (UE) y Estados Unidos también condenaron la muerte de Jabbari. AI no ocultó su “profunda decepción” ante “este nuevo episodio sangriento” en Irán. Lo único que queda de esta joven es una carta escrita por ella a su madre y difundida a través de Facebook en la que explica sus últimas voluntades.