La Guardia Revolucionaria de Irán y su lucha estratégica contra Daesh

Alejandro Martín Iglesias

El acuerdo nuclear alcanzado con Irán en 2015 ha supuesto un profundo cambio para este país en materia de diplomacia. La situación actual de Oriente Medio ha situado a Irán en una posición de suma importancia para el futuro de la región, muy conveniente en muchos aspectos para los intereses de la República Islámica. Entre estos, buscar un corredor de salida al Mediterráneo y al norte de África para extender su influencia, así como legitimar su hegemonía.

No son fáciles de desentrañar los mecanismos del poder iraní, un sistema de gobierno formado por instituciones interrelacionadas, donde el presidente no tiene la última palabra y depende en gran medida de las decisiones del líder supremo de la república. En este entramado de fuerzas ha cobrado importancia un sector de poder. Su cometido es el de salvaguardar el sistema político iraní de cualquier peligro. Son los denominados Guardias Revolucionarios, también conocidos como IRGC (Islamic Revolutionary Guard Corps, por sus siglas en inglés) o Pasdarán.

La Guardia Revolucionaria de Irán. Antecedentes y evolución.

Formada en 1979 por el propio ayatolá Jomeini, la Guardia Revolucionaria fue concebida con el objetivo de exportar la ideología revolucionaria y a su vez combatir al enemigo interno de Irán. El ejército regular, hasta entonces muy controlado por el depuesto sha, era sospechoso de ser potencialmente contrarrevolucionario. De ahí la necesidad de una fuerza bien organizada y con plenas garantías de fidelidad a la causa de la Revolución Islámica. Nacida así como organización paramilitar, con el tiempo ha evolucionado hasta convertirse, en palabras del investigador Eliot Assoudeh, en un “complejo industrial-militar” (Assoudeh, “The Islamic Revolutionary Guard Corps”), involucrado tanto en asuntos domésticos como internacionales. También en actividades económicas de importación y exportación, relacionadas con la industria del petróleo y de las telecomunicaciones. Sin embargo, teniendo en cuenta que permanece intacta su lealtad a la misión de salvaguarda e ideologización que le fue encomendada ¿Cuál es la razón de estos cambios?

Con la muerte de Jomeini, la ausencia de autoridad carismática del nuevo líder, Alí Jamenei, hizo que la fidelidad de los pasdarán se mantuviera a cambio de prerrogativas políticas. Además, la catastrófica guerra entre Irán e Iraq (1980-1988) condujo a tal situación de crisis económica que Jamenei debió conceder al grupo autonomía financiera para sostenerlo. Décadas después, primero con la presidencia del aperturista Mohamed Jatamí, después con la guerra iraquí de 2003, surgió del parlamento iraní un bloque conservador que contribuyó a la victoria de Mahmud Ahmadineyad, antiguo pasdarán. Éste se convirtió en todo un proveedor de posiciones administrativas y de contratos gubernamentales para los miembros de la Guardia Revolucionaria, que afianzaron así los vínculos entre la organización y el poder político-económico. Pero los pasdarán no abarcan únicamente Irán. Es en países vecinos donde tienen lugar algunas de sus principales actividades, dedicadas al fortalecimiento y a la defensa nacional.

La fuerza Quds, brazo armado de la Guardia Revolucionaria contra DAESH

La fuerza Quds es un cuerpo de élite encargado de misiones fuera del territorio iraní, encargado de apoyar a aliados como Hamás y Herzbolá, en Palestina y Líbano respectivamente. Su líder, Qassem Soleimani, es el hombre fuerte de la política exterior iraní. En Iraq se encargan de proteger y mantener una red de apoyo a las milicias chiíes contra los grupos yihadistas sunníes, habiendo prestado su apoyo tras la guerra al clérigo Muhamad Baqir Al-Hakim. En Siria prestan ayuda al gobierno de Al-Assad, aliado imprescindible para ellos por ser este país una puerta de entrada al levante mediterráneo, y combaten al DAESH sobre el terreno.

La estrategia de la fuerza Quds en Iraq y Siria parece incierta. Su presencia en Siria ya era una realidad en 2012. Al principio negada por el gobierno iraní y más adelante justificada, dicha presencia tuvo como primer objetivo la colaboración con aliados regionales y no la intervención directa. Por otra parte, el grado de alineamiento de la fuerza Quds con otras potencias, como EEUU, es poco claro. Más allá de los acuerdos nucleares, no existe una cooperación militar formal entre Irán y EEUU, salvo el interés compartido de eliminar al DAESH de la región. Pero también existen divergencias tan importantes como la estrategia de apoyo, o bien de oposición, con respecto al gobierno de Bashar Al-Assad, cuya victoria sobre el califato yihadista puede resultar muy ventajosa para Irán. De igual manera, si EEUU defiende en Iraq un gobierno representativo de sunníes y kurdos que aporte estabilidad política y socave a las milicias armadas, Irán pretende fundar ese gobierno en una mayoría chií. Por otra parte, no todos los líderes chiíes de Iraq son necesariamente partidarios de Irán y rechazan estar bajo el yugo de la República Islámica.

Actualidad y perspectivas futuras. Las contradicciones de la Guardia Revolucionaria.

Las sanciones que tanto han perjudicado a la economía iraní durante los últimos años no han afectado a las grandes empresas controladas por los pasdarán. De hecho, el ámbito de la economía sumergida y del mercado negro ha sido fundamental para el florecimiento de la organización.

La estrategia del gobierno de Donald Trump respecto a Irán consiste en regresar a las sanciones, algo que provocaría la estampida de los nuevos inversores que, desde el acuerdo nuclear, ven con buenos ojos a Irán por las posibilidades de negocio que ofrece. A la Guardia Revolucionaria parece molestarle este aperturismo económico que atrae la inversión extranjera, pues redunda en un menor protagonismo de los sectores que controla. Y es a Trump, por lo tanto, a quien los pasdarán contemplan positivamente. Su discurso no es otro que el de la autosuficiencia y la independencia económica, pues las empresas que controlan no pueden competir con las que vienen del exterior.

Es previsible que demanden del líder supremo mayor respaldo político, con la amenaza siempre tan útil del imperialismo estadounidense. Sin embargo, la Guardia Revolucionaria ya cuenta con el respaldo de Alí Jamenei, quien considera que su intervención en política no es extralimitarse de sus funciones, sino precisamente cumplir con su obligación de proteger la nación y obedecerle. La independencia ganada no está reñida con una profunda imbricación en el aparato estatal iraní, como un estado dentro del estado, sustentada por una interpretación difusa de los límites impuestos por la constitución del país.

Los Pasdarán jugarán un papel muy destacado en el futuro del acuerdo nuclear. El pulso ideológico con Arabia Saudí también será decisivo para la región. La restricción democrática y el monopolio del poder a manos de un grupo tan polarizado ideológicamente como la Guardia Revolucionaria puede ser negativo. Más aún frente a unos vecinos árabes que descubren con desagrado el término kafir (infiel) en la retórica revolucionaria chií. Precisamente el mismo término utilizado por el DAESH contra todo aquello que no se amolda a sus delirios sobre un califato idealizado y universal.

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