La miseria, la falta de medios y la desidia están detrás de la tragedia de Sidi Boulalam

Paco Soto

Pie de foto: Un numeroso grupo de personas esperando recibir alimentos en Sidi Boulalam.

La miseria de buena parte de la población, que se ha incrementado con la sequía, la falta de medios, la desorganización y la desidia y el burocratismo de los poderes públicos son las causas de la tragedia que ocurrió el pasado domingo en la localidad de Sidi Boulalam, en la provincia de Esauira, a unos 600 kilómetros al sur de Rabat. Una avalancha humana durante un reparto de comida a familias y personas pobres causó la muerte de 15 personas. Los medios locales y muchos ciudadanos están consternados por lo ocurrido. Sidi Boulalam tiene unos 7.000 habitantes. Una parte son personas que sobreviven a base de trabajos esporádicos y gracias a la caridad. El reparto de alimentos era una iniciativa de un mecenas local, un hombre adinerado, Abdelkabir El Hadidique. El mecenas quería ayudar a las familias más pobres de la población y la zona, enclavada en una región de Marruecos fundamentalmente agrícola. Iniciativas de esta naturaleza ocurren en muchos otros lugares del país. Generalmente, las personas que acuden a la distribución de alimentos de primera necesidad son mayoritariamente mujeres, además de unos pocos ancianos y niños. Es por este motivo que la mayoría de las víctimas de la tragedia de Sidi Boulalam pertenecían a los tres colectivos.

El pasado domingo, cerca de 1.000 personas, la mayoría mujeres, acudieron al reparto de alimentos. Algunas personas esperaron horas antes de recibir los productos que les ayudarían a sobrevivir unos días. Los alimentos que iban a ser distribuidos gratuitamente eran diez kilos de harina, dos litros de aceite, tres paquetes de té, cuatro paquetes de azúcar y cinco kilos de arroz. Todo un lujo para las personas que pertenecen al segmento más empobrecido y débil de la sociedad marroquí. Según contó al diario ‘El País’ una niña que hacía cola cuando sucedió la tragedia: “De repente, muchas mujeres empezaron a impacientarse. Había vallas de hierro delante de los puestos de alimentos. Las barras cayeron y las mujeres se vieron atrapadas y pisoteadas en ellas. Ni los ayudantes de este hombre ni los gendarmes que había allí hacían nada por nosotras. Mi madre murió aplastada. La gente la pisaba y yo no podía hacer nada por evitarlo. Apareció un polvo en el aire que nos asfixiaba. No sé de dónde venía, pero no se levantó del suelo. Él y sus ayudantes seguían grabándonos con sus cámaras sin hacer nada”. Según informaciones de medios locales, el organizador del acto caritativo es un hombre muy religioso que suele grabar los repartos de alimentos para después enviar las cintas de vídeo a Arabia Saudí y conseguir ayuda económica de personas ricas de este país árabe.

Abandonados por el Estado

Muchas de las víctimas –la mayoría- venían de otros pueblos. Los habitantes de Sidi Boulalam están enfadados y con razón. Tienen la sensación de que el Gobierno y otras instituciones del Estado no los tienen en cuenta. Se enfrentan a muchos problemas. La sequía, que este año está siendo especialmente severa, es uno de ellos. “Las autoridades no nos hacen caso, son incapaces de resolver nuestros problemas. Se pasan la vida haciendo promesas que no cumplen”, explicó a un periódico un joven de Sidi Boulalam. “Una tragedia de esta naturaleza en un país pobre y en desarrollo como Marruecos tiene consecuencias más trágicas que si hubiera ocurrido en países desarrollados como Francia o España. El suceso de Sidi Boulalam nos recuerda a todos que Marruecos sigue siendo un país atrasado, nos guste o no reconocerlo”, comenta a Atalayar la socióloga Meryem Batni.

Un superviviente del drama declaró a un medio digital que la mala gestión en la distribución de alimentos es la principal causa de lo que ocurrió en Sidi Boulalam. “El que quiera llevar a cabo una distribución de alimentos no puede hacerlo de esta manera. Que lo haga en los orfanatos o las cárceles”, manifestó una mujer llorando en un vídeo que circula por la red. En la localidad de Zagora, situada en el sur de Marruecos y a las puertas del Sáhara, la población lleva meses protestando en la calle para pedir una mejor distribución de los recursos. En Sidi Boulalam, hasta ahora, no ha habido actos de protesta. “Los pobres son discretos y solo aspiran a poder comer cada día. Muchas veces se dejan engañar con facilidad”, protesta Mohamed, un hombre que trabaja en una panadería de Sidi Boulalam.

Pie de foto: Ambulancias y equipos médicos en Sidi Boulalam tras la avalancha humana que causó 15 muertos.

Sequía y pobreza

Hace 10 años que en Sidi Boulalam no llueve lo suficiente para que los campesinos de la zona puedan tener una cosecha de trigo en condiciones. El fantasma del hambre está presente todos los días del año en muchos hogares. La miseria es una fiel compañera que no abandona a los más desfavorecidos. La caridad es la única válvula de escape que tienen muchos habitantes de Sidi Boulalam y pueblos y aldeas cercanos para sobrevivir. En el municipio de la tragedia solo hay un centro de salud con un enfermero que viene una vez por semana. Los jóvenes, además de no tener trabajo, no estudian y se aburren como ostras. La plaza donde ocurrió la tragedia es uno de los pocos lugares que se llena de alegría cuando se celebran partidos de fútbol. Las personas que tienen la suerte de tener un trabajo, por ejemplo, en el campo, lo hacen por sueldos de miseria, el equivalente a unos pocos euros al día.

Los más atrevidos viajan hasta Marraquech a recoger naranjas o trabajar en la campaña de la aceituna. Las casas humildes de Sidi Boulalam y las poblaciones cercanas son muchas: un par de piezas o tres y en muchos casos sin cuarto de baño. Aseguran los más jóvenes que los policías y los gendarmes les hacen la vida imposible, se meten con ellos, los controlan. Algunos uniformados son corruptos y prepotentes. La vida es dura para muchos ciudadanos. Estamos lejos de Rabat y Casablanca. Lejos de lo que algunas autoridades llaman “el Marruecos útil”, es decir las ciudades y regiones pujantes donde se concentran las inversiones nacionales y extranjeras, se llevan a cabo grandes infraestructuras, y ha surgido una potente clase media urbana que vive y consume como en la Europa rica.

Intervención monárquica

La intervención directa de la Casa Real marroquí es uno de los instrumentos que permite paliar los daños causados por catástrofes naturales o sucesos trágicos como el de Sidi Boulalam. Poco después del suceso, el Rey Mohamed VI dio instrucciones para que la institución que representa se hiciera cargo de los gastos de los funerales de las víctimas y ayudara materialmente a sus familias. La monarquía cumple el papel que en otros países como España desempeñan los poderes del Estado: Gobierno nacional, ayuntamientos, diputaciones, autonomías… En Marruecos, desde 1971, el Ministerio del Interior, según varias normas jurídicas, es la institución que se encarga de la generosidad pública.

Muchos observadores de la vida pública y medios locales se preguntan si Interior está cumpliendo con su papel. “Lo pongo en duda. Y es por este motivo que el monarca interviene directamente en situaciones de emergencia nacional”, opina para Atalayar el politólogo Ahmed Alaoui. La posición del politólogo parece sensata; quizá sea por esto que hace unos días el secretario general del Gobierno, Mohamed Hajoui, anunció la elaboración de un nuevo marco jurídico dirigido a las “fundaciones” que se dedican a ayudar a los más desfavorecidos. “No lo entiendo. Si interviene el Rey es que algo no funciona”, recalca la socióloga Meryem Batni.

De todos modos, hay que tener en cuenta que en Marruecos, al margen de las estructuras oficiales, funcionan poderosas redes de ayuda y protección a los sectores sociales más humildes que en muchos casos han sido construidas por movimientos islamistas. Hay que incluir en este mundo al gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD). En este sentido, el movimiento islamista de inspiración sufí Justicia y Caridad, tolerado pero no legalizado porque no reconoce la legitimidad política y religiosa de la monarquía, desempeña una gran actividad social entre los sectores más pobres del país.

Pie de foto: Un grupo de jóvenes sin trabajo en Sidi Boulalam.

Polémica política

La tragedia de Sidi Boulalam llegó a la Cámara de Representantes (Parlamento), que se convirtió en escenario de duros enfrentamientos políticos entre los partidos que gobiernan y la oposición. La principal fuerzas opositora, el Partido de la Autenticidad y Modernidad (PAM), fundado en 2008 por un íntimo amigo del Rey y exsecretario de Estado de Interior, Fouad Ali El Himma, pidió la dimisión del Gobierno de coalición liderado por el islamista y número dos del PJD, Saad Eddine El Othmani. El PJD hizo frente a los ataques de la oposición como pudo: su presidente parlamentario, Driss Azami, defendió las intervenciones “caritativas” de las asociaciones que basan su actividad en los principios del islam. El PAM contraatacó y su diputado Addi Bouaârfa culpó directamente al Gobierno de la tragedia del pasado domingo.

En el campo gubernamental, el Reagrupamiento Nacional Independiente (RNI, centro liberal) y la Unión Constitucional (UC, conservador) denunciaron la “politización” del drama llevada a cabo por el PAM. El opositor Partido Istiqlal (PI, nacionalista) defendió una “distribución equitativa de las riquezas”. Por su parte, Mustafá El Khalfi, ministro de las Relaciones con el Parlamento y portavoz del Ejecutivo, recordó que en Sidi Boulalam, antes de la tragedia del domingo pasado, se llevaron a cabo ocho operaciones de distribución de alimentos sin ningún tipo de incidentes.

Coronel destituido

Según informó un medio local, un coronel de la Gendarmería Real fue destituido de sus funciones tras la tragedia de Sidi Boulalam. Otros altos responsables del cuerpo policial podrían ser apartados de sus puestos en los próximos días. La dirección de la institución considera que el coronel y otros mandos no estuvieron a la altura de las circunstancias. “¿Cortarán otras cabezas?, se preguntó el politólogo Ahmed Alaoui. “Ya sería hora que los que tengan que asumir responsabilidades lo hagan. Los marroquíes lo agradecerían”, contestó el experto. El monarca dio instrucciones al primer ministro, Saad Eddine El Othmani, al ministro del Interior, Abdelouafi Laftit, y a otros altos cargos para que tomen medidas adecuadas que eviten tragedia como la que vivió la provincia de Esauira el pasado domingo.