Las lenguas en las literaturas africanas: un continuo debate

Alicia Oliva González. Mundo Negro

“¿Qué es literatura africana? ¿Es la literatura que habla de África o de la experiencia africana? ¿Es la literatura escrita por africanos? ¿Y qué ocurre con un no africano que escribe sobre África? ¿Computa su obra como literatura africana? Y si un escritor africano decidía situar su novela en Groenlandia, ¿sería eso literatura africana? ¿O el criterio eran las lenguas africanas? De acuerdo, y entonces ¿qué pasa con el árabe? ¿Acaso no es ajeno a África? ¿Y qué pasa con el inglés y el francés, que se han convertido en lenguas africanas? Si…si…si…esto o lo otro, excepto el problema central: la dominación de nuestras lenguas y culturas por los imperialistas europeos.”

Así comienza uno de los debates más prolongados de la literatura africana al que Ngũgĩ wa Thiong’o, eterno aspirante al Premio Nobel, dio voz en su obra Descolonizar la mente. La respuesta a estas preguntas puede resultar evidente para algunos pero desde luego no es unánime; de ahí que más de treinta años después de la publicación de esta obra, fruto de cuatro conferencias al respecto entre 1981 y 1985, nos sigamos haciendo las mismas preguntas.

Favorito de muchos y líder en todas las quinielas, Ngũgĩ wa Thiong’o se queda, un año más, a las puertas del Premio Nobel de Literatura. Esta vez ha sido el escritor británico nacido en Japón, Kazui Ishiguro, quien le ha arrebatado el premio al escritor keniano que, desde el 2010, es candidato al galardón. Se ha desplomado de nuevo la oportunidad de premiar a una de las voces más importantes y comprometidas por la conciencia social, cultural, lingüística, política e histórica del continente africano.

A sus 79 años, sigue luchando por la reconexión con su entorno inmediato, su cultura y sus raíces. Escribe como motor de cambio, defendiendo el uso de las lenguas africanas en la producción literaria como parte de la lucha antiimperialista para así, construir una sociedad saludable.

Para entender su postura, tenemos que tener en cuenta su historia. Ngũgĩ wa Thiong’o, original de Limiru (Kenia), nació en 1938. Con 14 años vivió la ocupación colonial, también fue testigo de la revuelta del Mau Mau por la independencia de su país y en 1960 presenció la independencia de Kenia. Estos acontecimientos históricos no han marcado solo su vida sino también se ven reflejados en su literatura y su pensamiento. Por ello, tras ser arrestado en 1977 como consecuencia del mensaje político de su obra de teatro I will marry you when I want, escrita originalmente en gikuyu, su lengua materna, decide abandonar el inglés, lengua colonial que le había sido impuesta. Durante su condena escribió su primer libro de ficción en gikuyu. Lo escribió en papel higiénico en la celda 16 de Kamiti y fue entonces cuando se dio cuenta de lo difícil de escribir una novela en esa lengua pues carecía de una tradición narrativa significativa en el ámbito de la ficción. A esto se le sumaban problemas de ortografía ya que el gikuyu fue fijado por escrito por hablantes no nativos, en su mayoría por misioneros europeos que buscaban a través de la lengua africana trasmitir mejor la palabra de Dios. Estos no siempre eran capaces de identificar la longitud de las vocales y, como en el árabe, la distinción entre vocales largas y cortas es muy importante. Su público es principalmente lo que él mismo llama “el campesinado y el proletariado urbano” y fue también una de las razones que le impulsó a retomar su lengua materna.

Se despidió de la lengua inglesa como vehículo de sus obras después de 17 años de implicación en lo que el llama la literatura afroeuropea (afroinglesa en su caso). Literatura de la que hacen parte autores como Chinua Achebe, Senghor o Chimamanda Ngozi, hoy en día tan en boca de todos. Situados al otro lado del debate, defienden la intención de usar la lengua que les fue impuesta pues creen que es capaz de cargar con todo el peso de su experiencia africana como afirma Achebe. Chimamanda, por otro lado, confirma que hay ciertas cosas que solo pueden capturar las expresiones en igbo, su lengua materna; sin embargo considera que tanto el inglés como el igbo forman parte de ella por igual. No descarta publicar en un futuro algún libro en igbo pero declara que si lo hiciese sería solo por una cuestión sentimental y por su vínculo emocional ya que tristemente dice que la realidad es que muchas personas que hablan igbo no lo leen. No hay una literatura boyante en igbo puesto que todos los que leen, lo hacen en inglés. ¿Cómo se crea una literatura si no se escribe? ¿Cómo leer a autores en sus lenguas para reapropiarse de sus culturas si nadie escribe en esas lenguas? Pienso yo. Para Ngũgĩ, no hacen más que reforzar la lógica colonial: “¿cuál es la diferencia entre un político que afirma que África no puede funcionar sin el imperialismo y el escritor que dice que África no puede prescindir de las lenguas europeas?”

 

Ngũgĩ argumenta que la imposición del lenguaje del colonizador supuso aceptar su visión del mundo, robándoles y despreciando su identidad y su historia. “El control político y económico no puede ser total ni efectivo sin el dominio de las mentes. Controlar la cultura de un pueblo es dominar sus herramientas de autodefinición en relación con otros”. Si cualquier lengua posee, como el autor keniano dice, un carácter dual: por una parte, como medio de comunicación y por otra, como vehículo de la cultura humana; con la imposición de una lengua ajena y menospreciando su lengua materna, desvinculas al individuo de su identidad. Es fundamental que desde edades tempranas exista una harmonía entre lo que los niños viven y cómo expresan lo que viven.

A diferencia de Chimamanda, Ngũgĩ no ve su literatura como algo que tenga que ser práctico sino como una denuncia, una lucha por la identidad y un retorno a su propia visión del mundo. Confía en que mediante la traducción su mensaje siga llegando: “no obstante, espero que a través del venerable vehículo de la traducción seré capaz de seguir dialogando con todo el mundo.”

Es importante que se fomente la escritura en lenguas africanas como propone Ngũgĩ pero también, escuchando la realidad que nos cuenta Chimamanda, se debe fomentar por igual la lectura en lenguas africanas. ¿Acaso sucede esta alfabetización?

Quizás Chimamanda y otros autores que compartan su mismo argumento, podrían hacer como el escritor Boubacar Boris Diop, quien persiguiendo la difusión cultural del wolof acompañó su novela escrita de un audio sincronizado con el texto, contribuyendo así a la alfabetización de los lectores. En Senegal, cohabitan 21 lenguas codificadas siendo el wolof la más hablada con un 80% de hablantes sobre la población total. El francés es la lengua oficial del país, así lo establece su Constitución del 2001. Esto hace que el francés sea la lengua utilizada por el Estado. Sin embargo, solo el 37% de la población lo habla según el censo del año 2013 de la Agencia Nacional de Estadística y Demografía del Ministerio de Economía senegalés.

Parece no sorprendernos esta separación que existe entre la lengua en la que los ciudadanos se relacionan entre sí y aquella que se usa en el ámbito de la formación, la lengua oficial, la de la administración, la de la producción cultural e intelectual. La alfabetización de las lenguas a través de su escritura y su lectura deben ir de la mano. De nada sirve que todos los escritores africanos comiencen a publicar en sus lenguas maternas si no asistimos primero a una alfabetización de las competencias lectoras.

El tema de las lenguas africanas parece eterno y recurrente; mientras tanto, pese a las dificultades, se están llevando a cabo numerosas iniciativas para recuperar y recrear esa identidad perdida. En este sentido, en los últimos años han nacido iniciativas como el Mabati-Cornell Kiswahili Prize for African Literature, un premio que trata de fomentar la literatura en kiswahili (lengua hablada en el continente por más de 140 millones de personas) y su traducción entre y hacia lenguas africanas. Los premios literarios sacan a la luz nuevos talentos, motivan a los autores y demuestran que la lectura es importante. Premiar obras en lenguas africanas puede ayudar a fomentar su escritura y sobre todo a posicionar su literatura en la producción cultural del continente. Anterior al premio Mabati-Cornell, nos encontramos con el Premio Caine dedicado exclusivamente a la literatura africana publicada en inglés y el Premio Etisalat, inaugurado un año antes que el Mabati-Cornell, se presenta como el “primer premio pan-africano del continente”. Sin embargo, este último solo se centra en los nuevos escritores africanos que publican en inglés. Otro de los premios más reconocidos es el Premio Jomo Kenyatta; organizado por la Asociación de Editores de Kenia, busca reconocer obras publicadas en Kenia en inglés y en kiswahili.

Otra de las iniciativas nace en las escuelas. Muchas ponen en marcha planes bilingües que combinan las lenguas africanas con la lengua heredada del colonialismo. Es el caso del programa ELAN (École et langues nationales en Afrique) implantado en ocho países francófonos del África subsahariana : Benín, Burkina Faso, Burundi, Camerún, Mali, Níger, República Democrática de Congo y Senegal. ELAN busca garantizar escuelas bilingües en la educación primaria y promover las principales lenguas nacionales como vehículo de cultura y mantener el francés como medio de comunicación internacional. Desde luego, resulta complicado y más cuando las lenguas que cohabitan en un mismo territorio son tan numerosas. Además, resulta curioso que programas como este vengan diseñados de Francia.

El problema de base está en entender las lenguas africanas como lenguas inferiores. Como dice Ngũgĩ no hay una lengua superior a otra, sino una lengua dominante y una dominada. Es esta la visión que debe cambiar y comienza reconectando con las raíces, revalorizando las culturas propias y regenerando la autoestima (pérdida) de la que habla el autor. Muchos padres de niños acaban prefiriendo que sus hijos vayan a la escuela en inglés o en francés frente a un sistema bilingüe por miedo a que sea una educación inferior y que pueda repercutir en las salidas laborales de sus hijos. No es sencillo, pero tampoco imposible. Como en muchas cosas, tiene que haber voluntad política. El debate continúa abierto, pero debe quedar claro que no hay una lengua más lengua que otra.

 

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