Los yazidíes, un pueblo perseguido y reprimido

Por Luz García Pueyo

Foto: Los yazidíes, que son una minoría preislámica de origen kurdo, están siendo perseguidos y masacrados por los yihadistas en Irak.

Los yazidíes son una minoría preislámica de origen kurdo cuyas raíces se remontan a 2.000 años antes de Cristo. Viven en el noroeste de Irak, el noreste de Siria -sobre todo en la zona de Alepo- y también en Turquía. Su religión tiene sus orígenes en el zoroastrismo, y se basa en las enseñanzas del profeta y reformador persa Zoroastro. Los ataques criminales  del grupo yihadista Estado Islámico (EI) contra los yazidíes en Irak, donde se contabilizan numerosas muertes y desplazamientos entre los miembros de esta comunidad, han traído a la actualidad a esta minoría religiosa de pasado milenario. Entre sus creencias se encuentra la adoración al ángel caído llamado Melek Taus, al que los yazidíes representan con la figura de un pavo real y que las dos principales religiones monoteístas, el cristianismo y el islam, siempre han vinculado con el diablo. Al contrario que en la fe cristiana, en la que el ángel caído fue expulsado del paraíso, en la tradición yazidí éste se redimió tras caer y se convirtió en su símbolo, el pavo real, que aparece siempre en sus templos, tumbas y altares. Durante cinco días en septiembre, los yazidíes realizan una peregrinación a la tumba del jeque Adi Lalesh, que se encuentra en el norte de Mosul, en Irak, donde tienen lugar abluciones en el río. También hacen rituales con sacrificios de animales y llevan a cabo circuncisiones. Al igual que otras minorías religiosas, como los drusos, nadie puede convertirse a esta religión, ya que hay que nacer en el seno de ella, ni contraer matrimonio con alguien que no pertenezca a la comunidad. Como señalan algunos historiadores, su liturgia, creencias y tradición son tan desconocidas que los yazidíes siguen siendo, a pesar de haber surgido nada menos que durante el Califato de los Omeyas en la segunda mitad del siglo VII, uno de los grupos humanos más misteriosos de la zona. Muchos de sus conciudadanos en Irak, noroeste de Siria y el sudeste de Turquía creen erróneamente que son “adoradores del diablo”, un mito tan  falso como ridículo que les ha puesto en la diana de los yihadistas.

Transmigración de las almas
Los yazidíes creen en la transmigración de las almas, lo cual lleva a la purificación, con lo que el concepto de infierno no se refleja en sus ideas. Los yihadistas, y en general el conjunto de los movimientos islamistas, odian a esta minoría religiosa, porque la consideran una barbaridad apartada del recto camino del Dios único y de su profeta Mohamed. Los cristianos más fanáticos y sectarios piensan lo mismo que los yihadistas, y si tuvieran la posibilidad material, también los perseguirían e incluso los matarían. Los yazidíes son unos 500.000 en Irak, mayoritariamente en la provincia de Nínive, siendo su epicentro la ciudad de Mosul,  además de unos 200.000 repartidos por el resto del mundo, sobre todo en Alemania y América del Norte. Para los religiosos monoteístas intolerantes y criminales, los yazidíes no son humanos, sino representantes del diablo. Esta afirmación  puede parecer una exageración, pero no lo es; entre los religiosos más tercos y dogmáticos del islam y  del cristianismo, en pleno siglo XXI, hay individuos cargados de odio, estupidez y maldad que siguen pensando que su religión, a la que han convertido en un dogma petrificado en lugar de utilizarla como una espiritualidad liberadora y generadora de amor, ternura, respeto y comprensión, es la única verdadera. Los sectarios más violentos creen que los que tienen otra fe, en el mejor de los casos, están equivocados; en el peor, son enemigos a los que hay que erradicar. Es lo que piensan los yihadistas de las yazidíes.

Masacres y violencia yihadista
Al Qaeda organizó  el 14 de agosto de  2007 cuatro atentados suicidas en Kahtaniya y Jazeera, cerca de Mosul,  contra los yazidíes, dejando más de 250 fallecidos.  Los yazidíes fueron durante siglos objeto de persecuciones, lo que, unido a la islamización obligatoria y su rechazo por parte de muchos musulmanes por su supuesta adoración al diablo, ha reducido notablemente su número en Irak. Los supuestos adoradores del diablo fueron masacrados en Irak en 1847, 1872 y 1975. Los asesinos del Estado Islámico (EI), sucesores del Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL), declararon el califato en territorio iraquí en julio de 2014 y, desde entonces, se dedican a matar o expulsar a las personas que practican otras religiones por considerarlas infieles. En algunos casos les perdonan la vida si se convierten al islam. Esta vez, los yihadistas han llegado a enterrar vivos a los yazidíes en Irak. Los que han huido hacia ninguna parte corren el riesgo de morirse de hambre y de sed en el desierto. De hecho, muchos, sobre todo  niños y ancianos, ya han fallecido. Los psicópatas y  desequilibrados del Estado Islámico están convencidos de que los yazidíes proceden  de Yazid ibn Muawiya (645-683), el impopular segundo califa de la dinastía de los Omeyas que, según la historia, mandó combatir y asesinar a Husein ben Ali en el 680. Investigaciones modernas, sin embargo, aseguran que el nombre nada tiene que ver con el de Yazid o el dios persa, sino que se deriva del persa moderno ‘ized’, que significa ángel o deidad. De hecho, el nombre con el que yazidíes se definen a sí mismos, ‘fzidis’, simplemente significa “adoradores de dios” y no “adoradores del diablo”. En el siglo XIX, miles de yazidíes fueron asesinados por su rechazo a abandonar sus creencias. Las masacres fueron tan crueles y despiadadas que muchos yazidíes se vieron obligados a abrazar el cristianismo para evitar ser ejecutados o a incorporarse en el ejército otomano como musulmanes. Es, sin duda, el peor destino que puede sufrir un yazidí, ya que su expulsión de la comunidad significa que el alma no podrá progresar nunca. Otro momento terrible de su historia fue 1975, un año en el que muchas familias yazidíes fueron obligadas a abandonar sus hogares en la ciudad iraquí de Zaju y llevadas a campamentos cercanos a la zona de Sijan, para entregar sus casas a otras familias árabes que habían sido trasladadas de otras ciudades.
 

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