Mucha presencia de los moriscos granadinos en la obra cervantina

webislam.com

Especial papel tienen en su Quijote todo tipo de manifestaciones relacionadas con la minoría morisca, a quienes en la Mancha siempre fueron llamados granadinos y en Toledo berenjenos, porque aquel fue el destino principal de los vecinos confinados por Felipe II entre 1570 y 1610. No hay duda de la mala opinión que tenía Cervantes acerca de moros, moriscos y "granadinos" de la Mancha. Cinco años preso en Argel le influyeron mucho.

A los moriscos les critica no sólo en el Quijote, sino también en el resto de su obra: recordemos que en El trato de Argel y en El coloquio de los perros el sabueso Berganza, propiedad de un morisco granadino, se despacha a gusto; menciona las huertas cercanas al monasterio de San Jerónimo, llenas de reses. Morisco para Cervantes era como decir ciudadano del Reino de Granada, y de poco fiar.

Bien decía el estudioso cervantino Martín de Riquer que el motivo del odio de Cervantes, y de muy buena parte de castellanos, hacia los moriscos se debía a que acaparaban riquezas, las escondían y disimulaban. Nuestro autor las recoge con ahínco sin duda, porque él, hombre pobre y que tantos apuros estaba pasando, ha podido advertir en sus viajes por Andalucía y la Mancha como cobrador de impuestos y tributos, que hay moriscos mucho más ricos de lo que se puede imaginar por su aspecto externo y modo de vivir. Este descubrimiento fue un nuevo motivo para alimentar el recelo que profesaba al morisco granadino Miguel de Luna (el Cide Hamete Benengeli del Quijote).

No obstante, hay un cambio radical de la opinión de Cervantes acerca de los moriscos experimentado de la primera a la segunda parte del Quijote. Recordemos que trascurren diez años entre su publicación, 1605-1615. ¿A qué se debió este cambio? Entre ellas se había registrado la definitiva expulsión de los moriscos de España, de 1609 a 1614. El morisco ya no es un ser despreciable que merece castigo; ahora, en la segunda parte, le sigue reconociendo su avaricia, su afán acaparador, su excesiva proliferación por no prestar celibato religioso ni ir a guerras ni emigrar a Indias. Por eso aparece el moro Ricote, un morisco desdichado que ya merece compasión. Seguro que Cervantes no cerró su corazón al ver las interminables caravanas de moriscos desfilando hacia los puertos del destierro, dejando atrás a miles de sus niños retenidos por sus vecinos castellanos para hacer de ellos unos buenos cristianos. Ahora Cervantes pone en boca de Sancho el gran afecto que siente por su gran amigo morisco, el tal Ricote que se va a Alemania en busca de mejor vivir.

Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato