Se avivan las peleas internas en el partido islamista marroquí tras las críticas del Rey a la clase política

Paco Soto

Pie de foto: De izquierda a derecha, los dirigentes del PJD Mustafá Ramid, Abdelilah Benkirane y Saad Eddine El Othmani.

El islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), primera fuerza parlamentaria de Marruecos y artífice del actual Gobierno de coalición dirigido por Saad Eddine El Othmani, atraviesa un momento delicado. Las peleas internas por el poder entre las diversas corrientes del PJD se han avivado en las últimas semanas. Tres dirigentes islamistas encarnan en este momento la crisis interna que debilita al partido: El secretario general, número uno de la formación y exjefe del Gobierno, Abdelilah Benkirane; el primer ministro y número dos, Saad Eddine El Othmani; y Mustafá Ramid, ministro encargado de los Derechos del Hombre y uno de los ideólogos del Movimiento Unicidad y Reforma (MUR), la matriz ideológica del PJD. Benkirane aspira a la reelección como secretario general por tercera vez consecutiva en el congreso que el partido celebrará el próximo mes de diciembre.

Es un dirigente con muchos apoyos en la formación islamista, goza de buena imagen en las bases y muchos votantes islamistas, es inteligente, demagogo y populista. Pero también tiene adversarios declarados como El Othmani y Ramid, y no cuenta con el beneplácito del Rey Mohamed VI. Benkirane está dispuesto a todo con tal de seguir controlando las riendas del PJD y no se rendirá fácilmente. Su relación con el MUR es buena, pero su afán de poder le ha obligado a enfrentarse a algunos de sus jefes. Ramid es uno de ellos.

Hace unos días, Mohamed VI destituyó a cuatros ministros por su ineficacia en la puesta en marcha de un ambicioso proyecto de desarrollo socioeconómico para Alhucemas, capital administrativa del Rif, y su región. Antes, había pronunciado un discurso institucional muy duro contra la clase dirigente marroquí con motivo de la apertura del año legislativo. Muchos parlamentarios se quedaron de piedra cuando oyeron que Mohamed VI, que en Marruecos tiene mucho poder y es un monarca ejecutivo y no solo simbólico y representativo, apostaba por un “seísmo político” para conseguir un sistema más moderno y adaptado al siglo XXI y una economía al servicio de las necesidades sociales de la población y no de una minoría de especuladores y saqueadores enquistados en el viejo majzén. Las luchas internas en el PJD ilustran lo que ocurre en la clase política marroquí y lo que tanto criticó el monarca. Los jefes del PJD parecen estar muy alejados de las advertencias reales y se preocupan más por el poder y sus privilegios que por los problemas de los marroquíes. La pugna es especialmente dura entre Benkirane y Ramid.

“Una imagen deplorable”

Los dos mandamases del PJD utilizan las redes sociales y reuniones con militantes para atacarse mutuamente, aunque sin citarse. Todo vale en este combate, y las críticas son a veces personales. “Es una situación insostenible. Nuestros dos hermanos dan una imagen deplorable del partido”, lamentan fuentes internas del partido islamista. Ramid no quiere que Benkirane aspire a un tercer mandato como secretario general. Tanto Ramid como otros dirigentes acusan al secretario general de no haber conseguido mayoría suficiente en las dos últimas elecciones generales, lo que le obligó a aliarse con otras fuerzas. Su incapacidad por formar gobierno hace unos meses acabó en su destitución por parte del Rey.

Pie de foto: El Rey de Marruecos, Mohamed VI, y el primer ministro, Saad Eddine El Othmani.

El Othmani tampoco lo tiene fácil después de que cuatro ministros de su Gobierno fueran cesados por Mohamed VI. Para la oposición, el asunto no ha pasado desapercibido, sobre todo para el izquierdismo (Federación de Izquierda Democrática –FGD- y Vía Democrática) y los islamistas tolerados pero no legalizados del movimiento Al Adl Wal Ihsane (AWI, Justicia y Espiritualidad). El secretario general de AWI, Mounir Jouri, considera que las destituciones ministeriales son el resultado de la crisis política y social que vive la rebelde región del Rif desde hace un año. El Estado ha reaccionado al ‘Hirak’ (movimiento de protesta) con dureza: numerosas detenciones, encarcelamientos y procesamientos, y dos personas muertas.

Pie de foto: Manifestación de protesta en las calles de Alhucemas.

Relevar a los partidos

Por su parte, Mustafá Brahma, secretario general de Vía Democrática (o Annahj Addimocrati, en árabe), cree que las decisiones del Rey son fruto de “las luchas del pueblo del Rif y del conjunto del pueblo marroquí, aunque éstas hayan sido utilizadas políticamente”. “El régimen vive una verdadera crisis”, asegura Brahma. Mustafá Chennaoui, de la FGD, piensa que “el pueblo relevara [a los partidos tradicionales] y presentará directamente sus demandas al Rey, que es el dirigente de facto del país”. El Rif sigue estando presente en la vida política y social marroquí, aunque no en los grandes e influyentes medios occidentales.

Después de la ola represiva del pasado verano, las autoridades decidieron esta semana prohibir todas las manifestaciones los días 27 y 28 de octubre en Alhucemas y su provincia. La medida gubernativa fue la respuesta a los llamamientos hechos desde las redes sociales para salir a la calle a protestar contra el poder, las injusticias sociales y en favor de la liberación de todos los detenidos del ‘Hirak’.

Así las cosas, según dice en un artículo en un medio digital el escritor marroquí Mohamed Ahmad Bennis, en Marruecos el actual Gobierno es “débil” y entre la clase política ha cundido “la confusión y el pánico, desencadenados por el último discurso de Mohamed VI entre las élites política y administrativa”. En su opinión, “Marruecos ha perdido otra vez la oportunidad de una transición democrática que rompa con el totalitarismo, el control, el autoritarismo, la corrupción y el rentismo, que ponga al país en el camino de un desarrollo equilibrado, de un gobierno democrático levantado sobre el vínculo entre la responsabilidad y la rendición de cuentas”.

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