"Siempre se quiere hacer más pero la dificultad de la situación y el mero agotamiento no lo permiten"

Este martes, 19 de agosto, se conmemoró en todo el mundo el Día del trabajador humanitario. Hombres y mujeres como Josep Zapater, quien desempeña dicha labor en la organización Acnur. Josep ha estado trabajando en los últimos meses en República Centroafricana y ha vivido de primera mano la grave situación de las personas que huyen de la violencia. En esta entrevista, de la que se hace eco Atalayar, desgrana los porqués, los peros y las satisfacciones de una labor invisible para muchos en occidente.

Por Amaia Celorrio, responsable de comunicación del Comité español de ACNUR
 

Foto: Josep Zapater, trabajador humanitario de ACNUR en Camerún.

¿Cuál es  la situación más complicada a las que te has enfrentado?
En la República Centroafricana fui responsable de establecer estrategias y coordinar la protección de unas 21.000 personas, en cerca de 20 comunidades, bajo amenazas y ataques y sitiadas por grupos armados. En algunos lugares logramos resultados, como evacuaciones humanitarias, en otros no. Siempre se quiere hacer más pero en ocasiones la dificultad de la situación y a veces el mero agotamiento no lo permiten.

En estas emergencias, ¿cuáles son las principales necesidades de los refugiados y desplazados?
Depende mucho de los lugares. En algunos sitios, como Camerún, no hay mucha violencia contra los refugiados pero las necesidades de asistencia, sobre todo para niños recién llegados después de huir durante semanas o meses por la selva, son muy agudas. En Colombia el acceso a salud, educación y nutrición es mejor que en muchos países,  sin embargo los problemas de protección persisten. Y en la República Centroafricana hay, al mismo tiempo, hambrunas y desnutrición entre los desplazados y muchas masacres.

¿Qué hacías antes de dedicarte al trabajo humanitario? ¿Por qué decidiste dedicarte a este tipo de trabajo?
Prácticamente no he tenido otra ocupación. Durante mis estudios trabajé con mi padre en un negocio familiar de construcción y me vinculé a ACNUR nada más finalizar mis estudios de relaciones internacionales. Antes de eso estudié la carrera de filosofía, con bastante dedicación, y la verdad es que podría haber hecho un doctorado en filosofía del lenguaje, que me interesaba mucho, pero el trabajo humanitario me pareció más generoso, más formador y también, en ocasiones, más divertido.

¿Cómo logras mantener los vínculos con tu familia? ¿y con tus amigos?
A veces en terreno es difícil tener la energía de mantenerse en contacto con todos, de modo que paso gran parte de mis vacaciones o períodos de descanso en Barcelona, donde nací y donde tengo familia y muy buenos amigos. ACNUR es también a veces como una gran familia y tengo un puñado de colegas que son amigos cercanos y a quienes no veo tan a menudo como quisiera. Lo bueno es que a veces te encuentras del modo más imprevisto, coincidiendo en misiones, reuniones o cursos de formación.

¿Compensa tu trabajo todo a lo que has tenido que renunciar en el ámbito personal?
A veces echo de menos tener hijos pero no hay ninguna garantía de que si me hubiera quedado en Barcelona ahora tendría una familia. La verdad es que no me puedo imaginar cómo sería mi vida personal si estuviera haciendo algo que no es lo que quiero hacer, pero sospecho que tal vez no sería muy rica. Se conoce con este trabajo a gente sumamente valiosa de los que se aprende mucho, tanto colegas de ACNUR como de las ONG o de los gobiernos o entre los mismos refugiados  y desplazados, y uno sencillamente nunca se arrepiente de los sacrificios hechos para haberlos podido conocer.

¿Cómo ves el mundo dentro de 20 años y cómo te ves tú en él?
Difícil pregunta. Creo que desde hace más de 20 años los mandarines del pensamiento vienen proponiéndonos el mundo que viene o anunciado su llegada, pero  casi todos se han equivocado: ni estamos ante el fin de la historia o la guerra de civilizaciones ni tampoco ante el triunfo del liberalismo económico o del nuevo orden mundial. Tampoco se han acabado las guerras, sólo se han transformado.

Lo que es seguro es que, en 20 años, lo que ocurra en un rincón del mundo seguirá afectándonos a todos, y que seguirá habiendo gente que, a su modo, en el Poble Sec de Barcelona o en las selvas colombianas, seguirá batiéndose por que haya más solidaridad y más justicia. En 20 años, espero estar en la misma pelea.

Puede descargarse la entrevista completa en la página web de ACNUR.

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