Túnez recupera parcialmente la normalidad tras varios días de protestas sociales

Paco Soto

Pie de foto: Una protesta social en la ciudad tunecina de Kasserine.

Túnez, el país magrebí que en 2011 consiguió derrocar a la dictadura de Zine El Abidine Ben Ali y después iniciar una compleja transición a la democracia, recupera poco a poco la normalidad tras varios días de intensas protestas sociales. La democratización de Túnez no ha traído automáticamente bienestar económico y social en el pequeño país magrebí. Ante la ausencia de medidas gubernamentales eficaces para hacer frente al desempleo, que, oficialmente, es del 15%, la precariedad laboral, la pobreza y las desigualdades, la situación social y política sigue siendo muy inestable. El toque de queda decretado por el Gobierno el pasado 22 de enero se mantiene en todo el territorio nacional, aunque el Ministerio del Interior anunció esta semana que lo reduciría  en dos horas, de las 22 horas a las cinco de la madrugada. El presidente de la República, el conservador laico Beji Caïd Essebsi, hizo un llamamiento institucional a los tunecinos para que actúen con responsabilidad y no caigan en la trampa desestabilizadora de los grupos terroristas yihadistas. “La organización terrorista Daesh en Libia espera el momento adecuado para intervenir en Túnez” y doblegar al Estado, que tiene que ser “fuerte y hará frente con determinación” a la violencia armada, declaró el Essebsi. La mayoría de la población tunecina no ha superado todavía el trauma que provocaron los tres sangrientos atentados terroristas en 2015 y apoya las medidas de represión contra el yihadismo llevadas a cabo por el Gobierno.

Enorme descontento

El descontento en Túnez es enorme, y las últimas protestas callejeras, que se iniciaron en Kasserine, una ciudad del centro del país, contra el paro, la marginación y las desigualdades, demuestran que los equilibrios sociales y políticos siguen siendo frágiles en el país. Durante una semana, decenas de miles de personas salieron a la calle en varias ciudades para pedir “dignidad, trabajo y justicia” a las autoridades y expresar su descontento por la degradación de la situación económica. Muchos manifestantes eran jóvenes que se enfrentaron a la policía. En algunas poblaciones, los ‘indignados’ tunecinos incendiaron comisarías e intentaron ocupar edificios públicos, y los disturbios se saldaron con un policía muerto, en la localidad de Feriana, y numerosos manifestantes heridos. El origen de las protestas se encuentra en Kasserine, donde un joven, Ridha Yahyaoui, murió durante una protesta callejera de desempleados que pedían trabajo. Según la policía, el joven, que no fue incluido en un proceso de selección de empleo público, murió electrocutado al subirse a un poste eléctrico.  En Túnez, las empobrecidas regiones de Kasserine y Sidi Bouzid, donde estalló la revolución que acabó con Ben Ali, han sido históricamente marginadas por el poder, que ha privilegiado a las zonas costeras y las grandes urbes. El desempleo es del 27% en Kasserine, el analfabetismo alcanza el 32% y únicamente la mitad de la población tiene acceso a agua corriente. Como dice Lamine Bouazizi, investigador de Sidi Bouzid citado por Efe, “la gente en el centro del país tiene un espíritu rebelde. Las revueltas siempre se inician aquí. Por eso, fue especialmente castigada por el régimen de Ben Ali”,

Medidas gubernamentales

Varios grupos de izquierda y numerosos estudiantes se unieron a las protestas. El Gobierno aprobó medidas de urgencia para frenar el descontento, como conceder ayudas a 5.000 parados de la región de Kasserine y programas de desarrollo local, pero el portavoz del Ejecutivo, Khaled Chaouket, dejó claro que “no tenemos una varita mágica para solucionar rápidamente  los problemas en Kasserine”. El primer ministro, Habib Essid, decidió volver inmediatamente a su país desde Suiza, donde participaba en el importante Foro de Davos, que reúne cada año a numerosos representantes de la vida económica y política de todo el mundo. “Somos conscientes de las dificultades a las que hacen frente los desempleados y entendemos sus demandas y las de los graduados universitarios”, aseguró el primer ministro a través de un comunicado.

Toque de queda

Para acabar con los disturbios, el Gobierno decretó el toque de queda en todo el país entre las 20 horas y las cinco de la madrugada. Además de dos muertos, según la prensa local, el balance de las protestas es de 200 heridos entre los manifestantes y 42 entre las fuerzas de seguridad y 600 detenidos. Los disturbios alcanzaron también ciudades importantes como Sfax y Susa y algunos suburbios de la capital, donde se cometieron actos de vandalismo. Así las cosas, el expresidente Moncef Marzouki, el primero elegido democráticamente tras la caída de Ben Ali, pidió al Gobierno la convocatoria de elecciones anticipadas. El principal partido gobernante, Nida Tounes, de tendencia laica y conservadora, sufrió recientemente una escisión, pero sigue teniendo mucho poder porque disfruta del apoyo de la formación islamista Ennahda, miembro del Ejecutivo. Según Mounir Essid, dirigente del Foro Tunecino por los Derechos Económicos y Sociales, “la transición tuvo éxito en su parte política, pero no en la económica. Tenemos un Gobierno que aplica las mismas políticas neoliberales de la era Ben Ali bajo los dictados del FMI”. En su opinión, “es necesaria una mayor inversión estatal, sobre todo en las regiones del centro del país, siempre marginadas. Hace cinco años que los gobiernos piden paciencia, que la economía mejorará, pero la gente se cansó ya de promesas”.

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