Turquía: Erdogan se fortalece tras el golpe de Estado fallido

Alexandra Dumitrascu

Foto: Erdogan durante su comparecencia tras el golpe de Estado fallido

Más de 265 muertos y cerca de 1.440 heridos, civiles y miembros de las fuerzas de seguridad. Al menos 2.839 militares han sido detenidos por su presunta colaboración con el golpe, según el primer ministro Yildirim, que ha incluido entre los sospechosos tanto a soldados rasos como a oficiales de alto rango. El Gobierno había informado previamente de la destitución de cinco generales y 29 coroneles. Además, 2.700 jueces y fiscales han sido destituidos, algunos han sido detenidos como un miembro del Tribunal Constitucional. Es el balance provisional que el Gobierno de Turquía hace tras el intento de golpe de Estado perpetrado por una facción del Ejército descontenta con la gestión del presidente Recep Tayyip Erdoğan, que ha aprovechado la ocasión para fortalecer su poder y depurar a opositores en las Fuerzas Armadas y en la Judicatura.

Este viernes, alrededor de las 22:00 hora local de Turquía, varios militares a cargo de camiones de transporte de tropas y tanques desfilaron por las calles de Estambul y cortaron el tránsito en dos de los puentes que conectan la parte asiática de la europea a través del Bósforo, y el acceso al aeropuerto internacional Ataturk. Un panorama similar ocurría en la capital, Ankara, donde varios tanques cortaron el acceso al palacio presidencial. Aviones militares F-16 y helicópteros empezaron a sobrevolar el cielo del país, en algunos casos disparando a la población, sumiendo al país en caos e incertidumbre tanto a nivel local como internacional. Poco después, un comunicado en Twitter de uno de los responsable de la sublevación confirmaba el golpe para “recuperar la democracia constitucional y los derechos humanos”, en alusión a las acusaciones cada vez más resonantes de la deriva del gobierno de Erdogan hacia tendencias autoritarias con límites a la libertad de expresión, una cada vez mayor participación de la religión en la vida pública, y nuevos ataques a los militantes kurdos en el sudeste del país. Un comunicado posterior a través de la televisión pública por parte de algunos soldados sublevados, declaró el toque de queda y estableció la ley marcial. Al mismo tiempo el primer ministro turco, Binali Yildirim, ratificaba lo que ya era un hecho, que “algunas personas emprendieron una acción ilegal por fuera de la línea de mando”, aunque aseguraba que “el gobierno que la gente eligió sigue a cargo. El gobierno solo se irá cuando la gente así lo decida”.

Las redes sociales como Twitter, Facebook e Youtube quedaron inactivas, y la sede de la radiotelevisión pública quedó bajo control de los golpistas. Algunos medios privados, como CNN, también sufrieron los efectos del golpe, en donde algunos militares armados entraron en su sede de Estambul y evacuaron a punta de pistola a sus empleados que estaban transmitiendo en directo los sucesos. 

En medio de la confusión, el presidente Erdogan que se encontraba de vacaciones fuera del país, aunque en paradero desconocido, mandó un comunicado a los ciudadanos a través de la aplicación de Apple, FaceTime, instándoles a salir a la calle para rechazar el golpe, y encararse “la facción minoritaria del Ejército” para  “defender la democracia”. Aseguró que la estabilidad del país no se podía minar con “órdenes desde Pensilvania”, en referencia a su enemigo Fethullah Gülen, un influyente predicador islamista, antigua aliado del AKP, exiliado tras enfrentamientos entre ambos en torno a la corrupción. Apuntado como principal “cerebro” de la sublevación militar, Gülen y varios miembros cercanos al mismo, rechazaron las acusaciones que calificaron de “altamente irresponsables”, al tiempo que se mostraron preocupados por la seguridad del país. En numerosas ocasiones, el presidente Erdogan había acusado al clérigo, aliado suyo de antaño, de conspirar  un plan para apartarle del poder. El enfrentamiento entre ambos se desencadenó en 2013 cuando Gülen destapó casos de corrupción dentro del Gobierno de Erdogan.

Temor internacional

Desde el principio, Erdogan contó con el respaldo internacional, especialmente del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, así como de su secretario de Estado, John Kerry, que mostraron su apoyo al “Gobierno turco democráticamente elegido” y declararon que la prioridad principal es la seguridad del país y la de sus ciudadanos. Turquía es uno de los principales socios de Estados Unidos en la zona de Oriente Medio, y uno de los aliados en la lucha contra el Estado Islámico.

Asimismo, la canciller alemana, Angela Merkel, por la boca de su portavoz a través de la red social Twitter, abogo por el orden democrático en el país, en un momento crítico para la Unión Europea (UE) por la amenaza del terrorismo yihadista y la crisis de refugiados sirios. Hace cuatro meses la UE y Turquía llegaron a un acuerdo para redireccionar el flujo de refugiados desde Europa hacia Turquía, a cambio de fondos para la asistencia de los mismos, y determinadas concesiones, como la renegociación de la entrada del país en la UE y la eliminación de visados a los ciudadanos turcos para viajar en el territorio europeo. Por su parte, Rusia, enemigo desde hace meses del Gobierno turco por el derribo de un avión de combate ruso en la frontera siria, ha llamado a evitar un derramamiento de sangre y a solucionar los problemas en el marco constitucional.

En el plano interno, el líder kurdo del Partido de la Democracia del Pueblo (HDP), Selahattin Demirtas, expresó también su rechazo rotundo al golpe de Estado y declaró, en un comunicado publicado en la agencia kurda AFN, que "Turquía está atravesando un periodo crítico, y sea cual sea la razón, nadie puede ponerse por encima del pueblo”.

Desde el principio, el presidente Erdogan confió en que el golpe iba a fracasar. Y sin titubear tomó un avión rumbo a Estambul, en donde al poco de aterrizar, se dio por fracasado el golpe después de que miles de personas animadas por su comunicado salieran a la calle agitando banderas para enfrentarse de forma temeraria a los soldados golpistas. En una rueda de prensa en el aeropuerto, el presidente acusó a los golpistas de sublevarse contra el Gobierno legítimo, elegido democráticamente por el pueblo, aunque se mostró complacido con el suceso. “Este levantamiento, este movimiento es un gran regalo de Dios para nosotros. Porque el Ejército será limpiado”, ha dicho el mandatario que ha asegurado que los culpables de tal “traición” pagarán un “alto precio”. Dicho y hecho. Tras la entrega oficial de 60 de los implicados en el golpe, más de 2.800 detenciones se han llevado a cabo.

A las cuatro de la madrugada, el golpe de Estado ya era oficialmente dado por terminado al fracasar estrepitosamente. “Las fuerzas militares de Turquía retomaron el gobierno del país por completo con el objetivo de reinstaurar el orden constitucional, la democracia, los derechos humanos y las libertades, para hacer que la ley domine de nuevo, para restablecer el orden público en ruinas”, aseguraba una declaración citada por la agencia turca DHA. “Todos los acuerdos internacionales y las promesas siguen siendo válidas. Esperamos que nuestras buenas relaciones con todos los países del mundo continúen”.

El comunicado ponía fin al cuarto golpe militar llevado a cabo en el país tras la fundación de la Turquía moderna en 1923 de la mano de uno de los presidentes más querido en el país, Mustafa Kemal Atatürk. El último golpe se produjo en 1980 y fue encabezado por el general Kenan Evren, jefe del Estado Mayor del ejército turco, que instauró un régimen militar que se mantuvo hasta 1983. Los otros dos se llevaron a cabo 1960 y 1971, respectivamente.

Erdogan fue elegido presidente en 2014 con el 51,8% de los votos. Anteriormente ejerció como primer ministro desde 2003 con sucesivas mayorías absolutas de su partido, el islamista AKP. Respaldado mayoritariamente a nivel interno por su apertura económica, su giro religioso y represivo contra la población le ha hecho perder gran parte del respaldo.

Una vez sofocado el golpe, sigue la confusión, especialmente en torno a la autoría del complot. John Kerry, ha animado a Erdogan a presentar alguna evidencia en orden a demostrar la presunta involución del clérigo Gülen en el intento de golpe, y se ha mostrado abierto a que, de demostrarse cierta su implicación, se proceda a una posible extradición del mismo.

Algunas voces del interior sospecharían acerca de un autogolpe de Estado orquestado  desde el propio Gobierno con la intención de justificar tendencias autoritarias respaldadas por el golpe.

De haber triunfado el golpe, esto podría haber abierto un estado de incertidumbre, y posible inestabilidad e inseguridad en el país, poco favorable para la Unión Europea. Turquía es el puente que une Asia con Europa, y una de las principales rutas que utilizan los miembros radicales para desplazarse desde y hacia Europa.

Ahora, una vez reestablecido el orden, una cosa queda clara. El presidente Erdogan ha salido fortalecido. Ya más de 2.700 jueces fueron destituidos por ser considerados cómplices de las “estructura paralela” liderada por Gülen. El periodo que comienza tras la sublevación abre una etapa no de menos incertidumbre, en la que el Gobierno se puede deslizar peligrosamente hacia tendencias autoritarias justificadas por la amenaza  del golpe. El respaldo que obtuvo en 2014 muestra un electorado fuertemente polarizado. De los sucesos futuros, y especialmente de la actuación del presidente dependerá que el país no sucumba en un posible enfrentamiento interno entre la propia población. 

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