Un incendio en un depósito de petróleo acrecienta el caos en Libia

Por Mohamed Sahli
Foto: Un incendio en un depósito de fuel cerca del aeropuerto de Trípoli acrecienta el caos político en Libia.
 
Libia no gana para sustos. El país mediterráneo que en tiempos del régimen de la Yamahiriya -o poder de las masas- del déspota e iluminado Muamar Gadafi fue el más rico del Magreb, está alcanzando unos niveles de violencia que lo acercan a Somalia y lo alejan cada vez más de la estabilidad política, social y económica. Al caos político y las disputas armadas entre grupos rivales se sumó este lunes un gran riesgo de “catástrofe” ecológica provocada por el incendio en un depósito de petróleo en Trípoli, según informó el Gobierno libio. El incendio fue la consecuencia del lanzamiento de un misil por parte de una milicia rebelde que impactó contra un depósito de 6,6 millones de litros de fuel cerca del aeropuerto internacional de Trípoli. Este lugar es el escenario de violentos combates desde hace más de dos semanas entre grupos salafistas  radicales y milicias anti-islamistas. Según algunas informaciones, un segundo incendio se declaró en otras instalaciones cercanas al aeropuerto tripolitano. Tras varias horas de angustia e incertidumbre, el Ejecutivo de Trípoli manifestó en  un comunicado que la intervención de los bomberos y de las  unidades de protección civil evitó que el incendio pudiera propagarse a otras zonas, pero pidió a las partes enfrentadas que asuman la responsabilidad de una eventual “catástrofe humana y natural en caso de que no permitan a los bomberos concluir su trabajo”. El portavoz de la Compañía Nacional de Petróleo (CNP), Mohamed al-Harari, no descartó una eventual catástrofe en caso de que se propague el incendio, porque  la zona contiene entorno a 90 millones de litros de distintos tipos de combustibles. Los enfrentamientos en torno al aeropuerto ya han causado casi un centenar de  muertos y 404 heridos, y han vuelto a desatar el temor a una guerra civil.  
 
Incertidumbre
El pasado 13 de julio, las milicias islamistas  de Misrata (situada a 200 kilómetros al este de Trípoli) lanzaron la operación ‘Fayer’ (Amanecer) con el objetivo de arrebatar el aeropuerto a las brigadas anti-islamistas  de Zintán (a 170 kilómetros al suroeste de la capital), que controlan las instalaciones desde la caída del régimen de Muamar Gadafi en 2011. El aeropuerto de Trípoli está a unos 10 kilómetros del centro de la capital libia. De momento, el incendio no está completamente controlado, según fuentes citadas por medios internacionales. Es difícil saber lo que está pasando con exactitud, porque la propia situación de violencia en el aeropuerto lo impide. Las autoridades dieron la orden de evacuar toda la zona y los barrios cercanos en un perímetro de entre tres y cinco kilómetros. El Gobierno libio pidió ayuda a la comunidad internacional para hacer frente a la violencia en Trípoli, Bengasi y otras ciudades del país. Las elecciones generales del 25 de junio, que dieron la victoria a los sectores contrarios al islamismo político, no han traído un poco de paz y estabilidad al país magrebí. Todo lo contrario: el caos está ganando la partida, y nadie cree que la constitución del nuevo Parlamento el próximo 4 de agosto signifique algún cambio. Numerosas embajadas han cerrado sus puertas o mantienen un servicio mínimo y, además de Estados Unidos,  países europeos, árabes y de otras latitudes han evacuado a sus nacionales o les han pedido que abandonen Libia. Es lo que ha hecho España.  En este país, hay 19 diplomáticos españoles, además de dos religiosos y una colonia española de 150 personas. La mayoría de los españoles viven en Trípoli y Bengasi. 
 
Vacío de poder
La desaparición física  del tirano Muamar Gadafi hace tres años no trajo la democracia, la paz y el bienestar a Libia. Este país carece de estructuras estatales sólidas y los grupos insurgentes  de ideologías diversas, desde laicos a yihadistas, reúnen a miles de personas armadas. El Gobierno dispone de unos 160.000 miembros de milicias armadas a los que paga unos 1.000 dólares el mes para mantener el orden, pero muchos veces esos guardias se comportan como delincuentes u obedecen a intereses tribales. El coronel Gadafi llegó al poder en 1969 tras un golpe de Estado que derrocó a la monarquía. Durante más de cuatro décadas Gadafi controló todo el poder político y benefició a su tribu y sus servidores más leales y fanáticos. No permitió  ningún tipo de oposición y reprimió salvajemente a las pocas personas que cuestionaron su poder absoluto. Fue panarabista y después panafricanista,  defendió y practicó el terrorismo y financió  personas, grupos políticos y movimientos sociales en muchos países, y en España también. Se convirtió para Estados Unidos y sus aliados europeos y árabes en el enemigo por antonomasia. Tras la caída de Sadam Husein en Irak, Gadafi cambió de posición y se acercó a Occidente. En poco tiempo  pasó de villano a ser amigo y aliado contra el terrorismo  de George W. Bush, Tony Blair, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Nicolas Sarkozy y otros dirigentes de Occidente. Dentro del clan de los Gadafi, el hijo más político, Saif el Islam, promocionó su imagen de hombre supuestamente liberal y favorable a un cambio en Libia y cosechó simpatías  en Europa y Estados Unidos. Así fue hasta que Libia se vio atrapada por los vientos huracanados de la Primavera Árabe. La caída del régimen de Gadafi dejó un enorme vacío de poder en Libia y mostró al mundo el rostro de un país convulsionado por grandes diferencias tribales y regionales, intereses económicos divergentes en torno al control del petróleo, mafias y yihadistas, grupos armados rivales y ausencia de un verdadero Estado.
 

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