Un nuevo NAFTA que gusta a Trump

Carlota Pérez/Debate21.es

Pie de foto: Estados Unidos, Canadá Y México llegan a un acuerdo para le renovación del Tratado de Libre Comercio después de meses de incertidumbre.

“México debe impedir que la gente pasa por ahí hacia los Estados Unidos. Podemos hacer que esto sea una condición para el nevo acuerdo del NAFTA. ¡Nuestro país no puede aceptar lo que está sucediendo! Además, debemos conseguir rápidamente la financiación del muro”.

Este es el tuit con el que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump amenazaba, una vez más, en romper un acuerdo que está vigente desde hace 25 años entre las tres potencias de América: Canadá, Estados Unidos y México.

Trump ya calificó en varias ocasiones el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta en sus siglas en inglés) como “el peor de la historia” utilizándolo en su carrera presidencial durante el 2016  haciéndolo el causante de la pérdida de poder adquisitivo de la clase media estadounidense, y manifestó en otras tantas su intención de abandonar el acuerdo, pero finalmente, y como ha hecho en otros temas de importante calado (relación con China, la OTAN e incluso la guerra en Siria), se ha echado para atrás . Las consecuencias hubieran sido de grandes magnitudes, sobre todo para Canadá y México, que ocupan el segundo y tercer lugar en la lista de socios comerciales para Estados Unidos. El fin del tratado hubiera supuesto para el país latinoamericano poner fin al 80% de sus exportaciones hacia Washington, lo que también hubiera ocasionado un gran problema para los estadounidenses.

Además, la salida unilateral de Estados Unidos de este acuerdo hubiera sido imposible ya que, en teoría, el Congreso puede llevar a cabo un bloqueo sobre esta decisión de Trump, por lo que necesitaría la mayoría de los apoyos republicanos en las cámaras legislativas. Algo difícil porque aliados a Trump han mostrado la necesidad de que Canadá se incorpore al acuerdo llegado por Estados Unidos y México a finales del mes de agosto.

Este viraje de Donald Trump vino motivado por la caída del peso mexicano y el dólar canadiense, lo que le hizo retomar el acuerdo y plantearse una restructuración que sin lugar a duda beneficiase a Estados Unidos.

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte se firmó en 1992, entrando en vigor dos años más tarde, como un acuerdo trilateral en cual los líderes de los tres países, George Bush, Carlos Salinas de Gortati y Bian Mulroney llegaron a este pacto como una forma de reducir los costes y así potenciar el intercambio de bienes entre los tres países. Esta zona de libre comercio recoge a más de 450 millones de personas y mueve más de un billón de dólares al año. El año que entró en vigor el acuerdo, el país azteca tenía un déficit comercial con Estados Unidos de más de 3,000 millones de dólares. Este último año, México ha tenido un superávit de 130.000 millones de dólares.

Aunque el tratado trilateral es muy beneficioso para los tres, hace vulnerables y bastante dependientes a México y Canadá respecto a Estados Unidos, y con esto juega Donald Trump.

Las conversaciones entre México y Estados Unidos han sido complicadas, no tanto por los puntos a discutir del TCLAN, sino más bien por la obsesión de Trump en la construcción del muro en la frontera, pero después de un año de desencuentros, ambos países se pusieron de límite agosto de este año para la revisión y reestructuración del acuerdo. A falta de muchos flecos, el acuerdo se centra en el sector de la automoción, donde Estados Unidos quiere que la cantidad de los componentes fabricados en suelo norteamericano ascienda del 62.5% al 75% y que los trabajadores norteamericanos y canadienses, que se verán beneficiados por el aumento del trabajo, también vean un incremento de sus salarios hasta los 16 dólares la hora, en contraposición de los dos dólares la hora que cobran los mexicanos. Peña Nieto y Trump también han acordado que el pacto sea revisado cada seis años y su vigencia se prolongue a los dieciséis.

El hecho que aceleró las conversaciones para llegar a un acuerdo en el que a pesar de la euforia mostrada por Peña Nieto se ha puesto de manifiesta la cesión en asuntos sensibles para Trump en aras a lograr el ansiado pacto, fue la victoria del líder izquierdista, Andrés Manuel López Obrador el 1 de julio en las pasadas elecciones mexicanas.

Hasta el 1 de octubre parecía que el pacto trilateral de los años noventa se iba a convertir en un nuevo acuerdo bilateral dejando fuera a Canadá. Ottawa se ha mostrado molesta con la actitud de Donald Trump haciendo público el acuerdo de dos entre su país y el país azteca.

Justin Trudeau, primer ministro canadiense, tenía dos opciones: o aceptar lo que pide Trump, con ciertos matices, o quedarse fuera del trato.

Si bien es cierto que la relación entre ambos mandatarios dista mucho de ser la ideal entre dos países amigos desde hace décadas, sobre todo después de los ataques que Donald Trump en su cuenta de Twitter dirigió a Trudeau después de la cumbre del G-7 celebrado en Quebec, Canadá, definiéndoles como un líder “débil” y “deshonesto”, ambos se han visto en la necesidad de pactar un acuerdo. Para Canadá quedarse fuera hubiera significado grandes pérdidas para ambos países, pues el 75% de las exportaciones de Canadá tienen destino Estados Unidos y recibe de Washington el 53% de sus importaciones.

“Canadá y Estados Unidos alcanzaron un acuerdo, junto a México, sobre un nuevo y modernizado tratado comercial para el siglo XXI” anunciaron el primero de octubre, en un comunicado el representante estadounidense de Comercio Exterior, Robert Lighthizer, y la ministra canadiense de Exteriores Chrystia Freeland.

El nuevo acuerdo no va a evitar que se mantengan los aranceles impuestos este verano por parte de la Administración Trump contra las importaciones de acero y aluminio. El comercio entre los países miembros del Nafta asciende a 1.2 billones de dólares anuales.

La fecha límite, después del fracaso en verano, ha sido el 1 de octubre y hasta el último momento Canadá no anunció que firmaba el nuevo tratado. Los canadienses no estaban dispuestos a firmar cualquier trato, pero el nerviosismo estaba en Canadá ya que el Nafta equivale el 65% del PIB canadiense.

Ante la negativa canadiense, Donald Trump utilizaba su cuenta de Twitter para arremeter, una vez más contra Trudeau y su política, amenazando a su vecino del norte de que si no se llegaba a un trato con ellos “está bien”, porque aplicaría aranceles a los automóviles que entren en EE. UU. y así “llenarían las arcas de Estados Unidos” y asegurando que no iba a otorga ninguna concesión a Canadá, ya que todo se haría “totalmente en nuestros términos”. Y así ha sido. Esta es una gran victoria para Trump que desde que inició su campaña electoral en 2016, uno de sus valuartes era la renegociación del Nafta.

“Este es el mayor acuerdo comercial de la historia de Estados Unidos” tuiteó Trump, euforia que contrastaba con un escueto mensaje de Trudeau: “Hoy es un gran día para Canadá”.

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