Yared Zeleke: ‘Los jóvenes representan el futuro de mi país: una Etiopía formada y liberada’

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La vida de Efraín cambia totalmente cuando su padre se marcha a trabajar a la ciudad y se ve obligado a vivir con su abuela y sus tíos. Con su único e inseparable amigo, un pequeño cordero, Efraín intenta adaptarse a su nueva familia. A dos semanas del estreno de Efraín en España, entrevistamos a su director, Yared Zeleke, para conocer más sobre el rodaje y lo que ha supuesto ser la primera película etíope en participar en el Festival de Cannes.

Casa África: ¿Hasta qué punto la historia de Efraín es la tuya propia?


Yared Zeleke: La inspiración me vino de mis propios recuerdos de Etiopía cuando era un niño. A pesar de la guerra, la hambruna y el caos político de los ochenta, mi infancia en Adís Abeba fue como un cuento de hadas. Crecí con mucho amor, buena comida, personas pintorescas a mi alrededor y fiestas que nunca olvidaré. A los diez años, dejé atrás todo lo que conocía y a la gente que me amaba por una vida mejor en América, como decía mi madre. Haber escrito y dirigido Efraín ha supuesto regresar a mi hermoso pero trágico pasado imaginando y reviviendo el amor y el humor etíopes que tanto apreciaba.

C. A.: La película hace referencia a algunas de las problemáticas de Etiopía en la actualidad, como la agricultura en un entorno climático vulnerable. En tu opinión, ¿cómo se puede hacer frente a esta volatilidad con fenómenos tan dañinos y dramáticos como El Niño?


Y. Z.: Etiopía es un país agrario con más del 85% de su población viviendo hoy en día como agricultores de subsistencia. Sin embargo, las condiciones de la mayoría de los habitantes en la zonas rurales están mejorando gracias a algunos programas de ayuda gubernamentales, así como a los etíopes que han vuelto al país tras haber cursado estudios sobre agricultura en el extranjero (yo mismo estudié un máster en agroeconomía en Noruega antes de estudiar cine en Nueva York). Creo que Etiopía está cambiando sus prácticas agrícolas para ser más sostenibles y económicamente viables. Siempre y cuando se protejan los derechos de la tierra de los pueblos indígenas, el país tendrá una oportunidad para mejorar las condiciones de vida de la mayoría de sus habitantes.

Lo único que puede hacer es seguir pronunciándose contra él en el ámbito de la comunidad internacional y perseguir de una manera agresiva programas de reforestación a nivel nacional. Por mi parte, me pronuncio a través del cine. 

C. A.: ¿Y cuál ha sido la reacción de los etíopes a tu película?


Y. Z.: Los etíopes la han apreciado realmente. Un tío mío, que no es muy erudito ni tampoco está muy expuesto al cine en general, me dijo que le conté «muchas historias en una». Supongo que se refería a varias capas. Un anciano comentó que le narré la historia de su niñez. Creo que entendieron la profundidad de la historia tanto como cualquier otra persona. Se han conmovido realmente. La CNN dedicó un programa de media hora en Inside Africa a la película. Fueron a Gonder, el pueblo en el que rodé, y llevaron en un autobús a los agricultores locales que participan en la película a verla en pantalla grande. Probablemente fue la primera vez que vieron una película. Al final del programa, dijeron en ese hermoso idioma amárico lo que sintieron al verla y eso fue probablemente lo mejor que cualquier persona pudiera haber dicho sobre ella. Más que cualquier crítica –que con suerte han sido buenas– y cualquier dato de audiencia, lo que escuché de esos habitantes fue lo más importante par mí.

C. A.: El 65% de la población en África es menor de 35 años. ¿Qué papel tiene en tu opinión la juventud en el desarrollo de Etiopía?


Y. Z.: La mayoría de la población etíope es menor de 30 años, por lo que para mí fue fundamental que los protagonistas de Efraín fueran jóvenes. Y también porque la juventud representa el futuro del país: una Etiopía formada y liberada.

C. A.: ¿Cómo fue el rodaje con el cordero? ¿Y con los niños?


Y. Z.: En seis meses, unas 7.000 personas hicieron pruebas para todos los personajes. La mitad fueron niños para los roles más jóvenes de la historia. Llamé a Rediat Amare, que interpreta a Efraín, el protagonista, unas cinco veces antes de que me decidiera por él. El papel requería tanto de él que tenía que estar seguro de que pudiera soportar 36 días de agotador rodaje. Y tuve la suerte de que hizo un trabajo maravilloso. Antes de rodar, un profesor de interpretación etíope, Beru Tessema, y yo trabajamos con Rediat y el resto del elenco durante un mes para prepararlos, lo que mejoró su capacidad de interpretación y logró crear un vínculo de confianza real entre nosotros que se extendería hasta el último día del rodaje. En cuanto al cordero, hubo cinco a los que Rediat tuvo que criar para conseguir la relación de confianza necesaria, por lo que el muchacho tuvo que entrenarlos uno a uno. De lo contrario, como ovejas que son, no le obedecerían. Fue mucho trabajo, pero al final uno de los corderos fue lo suficientemente inteligente como para ser filmado durante toda la película. Chuni fue un regalo para todos nosotros.

C. A.: Cerca del 90% de los componentes del equipo que trabajaron en la película son etíopes pero también trabajaste con alemanes, keniatas y franceses. ¿Cómo fue el trabajo entre distintas culturas y etnias?


Y. Z.: El equipo internacional estuvo formado por los mejores profesionales de varios países y continentes. Creo profundamente que cada miembro cuidó de la historia, de los actores, del país y de los compañeros. Todos comprendieron de manera común que el rodaje de esta película era tan único como el paisaje en esa parte del mundo. ¡Trabajar con gente tan diversa fue una experiencia increíble y una lección de humildad!

C. A.: ¿Cómo definirías la escena cinematográfica en Etiopía? ¿Existe una industria como tal? 

Y. Z.: Creo que Etiopía tiene la segunda mayor industria del cine en África después de Nigeria. Como nadie, los etíopes anhelan ver imágenes sobre ellos y sus historias en la pantalla grande. Es por eso por lo que acuden y llenan la mayoría de las salas de cine en las ciudades. Pero Etiopía es una sociedad particularmente intimista, autorreferencial, por lo que la industria cinematográfica se articula por y en torno a los etíopes. Y como la mayoría de la población aún es pobre, el arte del cine todavía tiene que descubrirse dentro del país. La industria cinematográfica necesita desarrollo en todas las áreas: financiera, técnica y artística.

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