La mujer que amamantó a un mastín
Fama merecida tiene León de ser tierra de buenos escritores. Podemos comprobarlo a menudo, ahora con una nueva obra literaria en la que también aparecen las tierras del antiguo Reino, hoy integradas administrativamente, muy a pesar de buena parte de sus gentes, en una comunidad única junto a Castilla.
Nacido en el pueblo de Santa Marina del Rey, Marcelino Álvarez Sánchez, integrante del Cuerpo Nacional de Policía, acumula una larga experiencia profesional desde los despachos ministeriales hasta las sedes diplomáticas de capitales tan candentes como Kabul o Kinshasa. Guardaespaldas de ministros como Juan Fernando López Aguilar, que después se ha convertido en uno de los más insistentes y veteranos europarlamentarios, Marcelino Álvarez acumula un importante bagaje de experiencias que le sirven para dotar de gran realismo a sus personajes, incrustados en paisajes muy conocidos por él, magníficamente descritos.
Su primera novela, “La mujer que amamantó a un mastín” (Ed. La Vieja Era) es un gran relato. Desde la primera página, donde Petra da de mamar a una cría de mastín para aminorar el dolor de los pechos de una recién parida, hasta los últimos episodios, en donde aparece la prueba de un crimen cometido más de un siglo atrás, pero que sigue vivo en la memoria de los vecinos y de las piedras. Una novela sobre dos estirpes, y una historia que, al fin y al cabo, podría ser la de la propia España.
Drama, crimen y misterio salpican la historia de una joven que no se resignó a ser víctima de su destino. El relato arranca en los tiempos postreros del reinado de Alfonso XII y llega hasta nuestros días. En medio, personajes diversos, excelentemente definidos, desde la humilde muchacha que intenta salir de la pobreza con su trabajo, al rico burgués o al revolucionario anarquista. En suma, dramas, ilusión y pasión, el cúmulo de sensaciones y sentimientos de cualquier ser humano, más acentuados si cabe por la dureza del entorno en el que les tocó vivir.
Hay que dar, pues, calurosa bienvenida a esta primera novela de Marcelino Álvarez, y esperar en consecuencia que no sea la última. Un autor que hace patente su pasión por la historia, y que deja percibir su experiencia como el policía que ha sido toda su vida, construyendo una trama donde nada es postizo. Desde la joven protagonista, nacida en un mundo rural que la expulsa como a tantos otros, su peripecia la lleva a un Madrid de antes y después de nuestra fatídica Guerra Civil, con una descendencia que conocerá la represión del franquismo de la inmediata posguerra, el posterior terror de ETA y las oportunidades de un nuevo tiempo, que llevarán a la estirpe de Petra a estar al lado de la princesa Leonor, heredera de la Monarquía española.
Como el marco más adecuado para su presentación en Madrid, la novela se presentó en la Casa de León, cuya presidente, Belén Molleda, acogió al autor, Marcelino Álvarez, escoltado esta vez por la directora general del Libro, del Cómic y la Lectura, María José Gálvez Salvador, y por el eurodiputado Juan Fernando López Aguilar. La primera destacó la importancia de la lectura, donde la novela negra y la histórica forjan en gran parte la formación de las personas. El segundo destacó la discreción que caracteriza la personalidad de Marcelino Álvarez y la gran amistad que aún mantiene con el que fuera su escolta en su etapa de ministro de Justicia, al tiempo que evocaba su responsabilidad en operaciones policiales en países como Afganistán y la República Democrática del Congo.