Soler: “La pistola de mi padre quizá es la conversación que nunca tuve con él”

El escritor valenciano Rafael Soler - PHOTO/ANTONIA CORTÉS
¿Poeta o novelista? “Soy un poeta que también escribe novelas”, dice Rafael Soler que acaba de publicar “La pistola de mi padre”. De este libro conversó con Luis Landero
  1. Un largo silencio
  2. “Tu padre quiere verte”
  3. “Gana el poeta”

“¿De dónde viene esta manera de novelar?”, preguntaba el escritor Luis Landero antes de afirmar: “Es radicalmente original, imprevisible en la trama, en los personajes, en los recursos literarios utilizados…”. Hablaba de Rafael Soler y de su libertad a la hora de escribir. Ambos mantuvieron una interesante charla en la sede madrileña de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) con motivo de la última novela del primero: La pistola de mi padre (Editorial Contrabando).

Un largo silencio

Un encuentro, el de los dos, como si no hubiera nadie escuchando. Ellos y sus confidencias; ellos y sus curiosidades; ellos y sus complicidades; ellos y sus lenguajes; ellos y sus recuerdos y sus miedos y sus frustraciones. Ellos. Y así, en la charla de estos dos escritores, en la que no hizo falta que se dijeran que se admiran porque se palpaba, nos enteramos del porqué ese joven escritor que fue Soler, que prometía, que estaba en la lista de los buenos, que ya había escrito novelas como El Grito (1979), El corazón del lobo (1981), El sueño de Torba (1983) o Barranco (1985), que se codeaba con los principales escritores del momento, grandes hoy, un día desapareció, y lo hizo por muchos años. “Vi que no tenía cuerpo para la vida literaria” afirmaba Soler. Pero igual esa afirmación no era del todo cierta, porque siempre estuvo ahí ese gusanillo, porque con el tiempo llegó un día en que Lucía, su esposa, no dudó en decirle que era hora, “que tenía que volver con los suyos”. “Y volví poeta”, afirma el escritor valenciano. 

Y así fue, porque tras ese largo silencio fueron los versos los que volvieron a situar a Soler en esa lista de escritores en la que la tinta de su nombre se había ido perdiendo. Su obra se tituló Maneras de volver (2009), a la que siguieron otros poemarios hasta que ya en 2018 sí que regresa, por fin, el Soler narrador con El último gin-tonic, y dos años después con una maravillosa historia llena de ternura y humor:  Necesito una isla grande. Y desde entonces, más poesía, hasta ahora, que irrumpe con La pistola de mi padre.

Rafael Soler y Luis Landero hablan sobre La pistola de mi padre - PHOTO/ANTONIA CORTÉS

Volvió, afortunadamente para él, para sus lectores, para Lucía, imprescindible en sus madrugadas, en sus escritos, en sus llamadas de atención, en sus feroces críticas, en sus maravillosos paseos por el mar, en su constante y profundo apoyo. Volvió sin billete de retorno y para quedarse.

Y entre amigos como él estaba, uno cuenta lo que en muchas ocasiones cuesta contar. Y Rafael Soler se lanzó al ruedo como los buenos toreros. Y dijo la rompedora frase, porque un poco sí rompe el corazón, porque deja que la tristeza aparezca, porque no son cosas que se digan así sin más, en público: “Me di cuenta que, quizá, había escrito esta historia para tener la conversación que nunca tuve con mi padre”. Y se hace un silencio, y ya no hace falta añadir nada a esa frase. Pero ese pensamiento, esa reflexión vino después, cuando la novela ya estaba escrita, cuando ya habían pasado muchas madrugadas, cuando ya había un punto final.

“Tu padre quiere verte”

Y esta frase viene de una pregunta de Landero, de querer saber dónde empezó su última novela. Y entonces, nos llevó a todos a su terreno, a esa primera madrugada cuando a las cuatro se le vino la frase: “Tu padre quiere verte”. Cuando se escuchó diciendo: “¿Y qué quiere ahora?”. Cuando vio a sus personajes: padre, madre, hijo… Cuando salió de la cama, esa madrugada y las siguientes, “enloquecido”, cuenta Soler, hasta que una de ellas Lucía le dijo: “¿Estás escribiendo?” “Sí”, contestó. “¿Y es una novela?”, volvió a preguntar Lucía. Y él dijo otra vez que sí. Y así empezó todo. Una familia con un padre “que no habla, y eso es deliberado”, Rosario, Carlos, Isabelita… Un narrador para poner orden, Castellón, un vendedor de colchones. Y…habrá que leer la novela para saber qué más sigue.

 Soler se confiesa más poeta que novelista - PHOTO/ANTONIA CORTÉS

Y Landero habla de la fuerza de sus personajes, personajes que son muy humanos, Y Soler le da la razón y le dice que en esta novela necesitaba esos cuatro personajes fuertes. Y ambos se meten en el curioso mundo de quienes protagonizan las historias para afirmar que, a veces, y sin querer, un personaje secundario de pronto empieza a coger protagonismo. Y también se adentran en el mundo del lenguaje, un lenguaje detestado por Landero “cuando es administrativo y burocrático” y Soler le da la razón, y ambos defienden la creatividad y la originalidad y desde el lenguaje se acercan a la inteligencia artificial, aunque pasan por ella medio de lado, porque no quieren adentrarse demasiado en lo que supone y va a suponer, aunque sí dejaron claro que es un momento complicado.

Y ahí sigue esa interesante conversación como si ambos estuvieran en la mesa de un café, que bien pudiera ser El Comercial, con su gin tonic Soler, y su copa de vino tinto Landero, hablando de sus cosas, de sus curiosidades, de La pistola de mi padre.

“Gana el poeta”

Y Landero en otro momento de esta charla quiere saber cómo se llevan el poeta y el novelista. Y Soler no piensa su respuesta ni dos segundos: “Gana el poeta”.  Un poeta que afirma que cuando escribe novelas es feliz, que es muy disciplinado y “un disfrutón”. Música, café, puro, seis de la mañana… Pero ante tanta efusividad, y de escritor a escritor, dos escritores disciplinados que trabajan por la mañana, Landero le mira, y repite la palabra disfrutón, como si no se creyera del todo esa gran alegría a la hora de escribir, y vuelve a preguntar: “¿Y cuando las cosas no te salen?”. Y Rafael Soler se sincera: “No estoy a salvo del desaliento y el desánimo”. Risas. Y es maravilloso asistir a ese mano a mano que envuelve.

La pistola de mi padre

Preguntas y respuestas sinceras que van recorriendo un doble camino, el personal y vital de Soler y el literario o quizá sólo es uno que, a veces, tras fundirse necesita separarse para volver a encontrarse. Preguntas y respuestas sin filtros que provocan interés en quienes escuchan, la risa por las ocurrencias, la curiosidad por lo contado, las ganas de leer La pistola de mi padre y también los poemas de Soler por las veces que se confiesa ser más poeta que novelista: “Soy un poeta que también escribe novelas”. 

Un día, cuenta, Lucía le dijo que era “un canalla frustrado”. Y si hay que hacer confesiones y hablar de frustraciones, Landero también se atrevió: “Si tú eres un canalla frustrado yo soy un poeta frustrado”.
Y entre frustraciones y risas se ponía fin a un encuentro conmovedor y divertido con la lectura de unas líneas no precisamente de La pistola de mi padre, sino de El balcón en invierno, de Landero, y ese primer capítulo titulado “No más novelas”. Afortunadamente, ese título no fue presagio de nada y aquí seguimos, disfrutando, en esta ocasión de la última de Soler, el poeta que escribe maravillosas historias.