El Arsenal destroza al Real Madrid con dos bombas inteligentes y otro gol de Merino
Carlo Ancelotti volvió a demostrar que tiene más capacidad para preparar los partidos que para arreglarlos.
La alineación inicial ante el Arsenal incluía a sus vacas sagradas: Rüdiger y Alaba más Camavinga en el centro del campo. Tres jugadores irregulares durante la temporada a lo que se suma que el alemán y el austríaco arrastran lesiones que les hacen jugar con la pierna vendada.
Modric en el medio y sin Valverde no ocupa todo el campo por mucho que Camavinga le acompañe y arriba llegan los problemas. Mbappé vuelve a estar impreciso, Vinicius ha dimitido, Rodrygo no regatea y Bellingham despliega todo su físico a más de 30 metros del área rival.
A todos estos problemas se le sumaba un Arsenal, al menos, ordenado. Los de Arteta se replegaron en su campo y decidieron jugar el partido a 180 minutos y no encajar goles en la primera parte. Para eso, la dupla Odegaard-Thomas es de garantías; arriba Merino y Saka pisaban fácil el área blanca y obligaban a Courtois a emplearse a fondo y a olvidarse de sus problemas físicos. Mbappé tuvo un mano a mano con Raya pero incomprensiblemente estrelló el balón contra su cuerpo.
Con quien nadie contaba es con Declan Rice, un centrocampista que no había anotado nunca un gol de falta directa y que decidió levantar el Emirates Stadium con dos bombas inteligentes como la de Roberto Carlos a principios de siglo con Brasil. El primero fue un misil teledirigido desde la banda por Nicolás Jover, el segundo de Arteta, al que la cámara le captó haciendo el gesto de que tirase la falta por fuera de la barrera. Rice comentó tras el partido que su intención era centrar, pero que cuando vio el hueco no se lo pensó. Courtois puso a cuatro jugadores tapando el palo del balón, pero debió poner uno más y contar con que ese disparo podía pasar, aunque el meta belga decidió comparecer ante los medios y señalar a sus compañeros por las faltas que habían cometido en la frontal y que dieron origen a los dos goles de Rice.
Ancelotti no se dio por aludido tras ese gol en el minute 58 y hubo que esperar al 70 y a que Rice enviase otro balón rumbo a la escuadra para ver cambios. Lo que dejó atónito al madridismo es que los cambios fueron Lucas Vázquez por Modric y Fran García por Alaba. Eso es todo lo que el técnico italiano aportó a su equipo tras un 2-0. Dos cambios en defensa que provocaron que Valverde se colocara en el centro del campo. Los suplentes, como era de esperar, no forzaron un cambio de actitud en ataque y las guerras personales empezaron con Mbappé intentando regatear a toda la defensa gunner o Vinicius perdiendo casi 20 balones en 90 minutos por una falta de actitud denunciable.
Dijo Bellingham tras el partido que era una suerte no haber encajado más goles y no le faltaba razón al inglés que, por cierto, se marchó tan enfadado del partido que apenas saludó a Rice, héroe del encuentro y compañero en la selección de Inglaterra. Alaba sacó balones bajo la línea de gol, igual que el inglés y Courtois evitó que la primera parte acabara en derrota blanca. El tercer gol fue obra de Merino que cumple con creces el nuevo rol de delantero que le ha confiado Arteta.
La tormenta perfecta del Arsenal no fue suficiente para verse en semifinales. El terror que infunde el Real Madrid, en el Bernabéu, en un partido de vuelta y con un marcador en contra es tal que nadie puede asegurar que no va a ocurrir un nuevo milagro. Uno inédito en estos últimos años de maravillas blancas en el Paseo de la Castellana.
El juego del Real Madrid no deja muchas opciones para la remontada. Ni Juanito debe ver claro lo de poner su espíritu al servicio de esta empresa. Ancelotti ha perdido el control del vestuario en el peor momento de la temporada. Una final de Copa, un Clásico para luchar por la Liga y el ansiado Mundial de Clubes le exigen devolver el pulso al paciente y poner a trabajar a los Güler, Brahim, Ceballos o Endrick si quiere evitar una nueva catástrofe.