Así pasó España del chantaje a Vilda a la gran final del Mundial
En el mes de septiembre de 2022 la selección española femenina era el hazmerreír de Europa. Mientras el fútbol femenino se abría paso en la profesionalización y la mejora de las condiciones a las jugadoras, 15 internacionales declaraban la guerra al seleccionador Jorge Vilda para que Luis Rubiales, presidente de la RFEF, les entregara su cabeza en una bandeja.
Casi un año después de aquello tenemos a España en la final del Mundial que se disputa entre Australia y Nueva Zelanda. Vilda sigue en el cargo y solo tres de aquellas que renegaron están hoy en la selección (Ona Batlle, Aitana Bonmatí y Mariona Caldentey).
Y nada de rencores, la importancia de la cita hizo que Vilda llamara a algunas de las jugadoras que apoyaban aquel chantaje como Irene Paredes o Jenni Hermoso, para que no quedara ni rastro de tiranteces por parte de la Federación.
Nunca se sabrá qué pasó para que se iniciara aquel chantaje. Se habla de que las jugadoras del Barça quisieron hacer lo mismo que con su entrenador en el club, Luís Cortés al que obligaron a dimitir tras el triplete de 2021, y aprovecharon el batacazo en la Eurocopa tras la derrota ante Inglaterra en cuartos de final.
Rubiales apoyó a Vilda y se buscó una transición de jugadoras para afrontar con garantías un Mundial donde España se veía capaz de hacer un buen papel en vista de la victoria ante Estados Unidos, empate con Suecia para un total de 10 victorias en 12 partidos previos al Mundial.
España juagará el domingo a las 12 de la mañana hora española su primera final de un Mundial de fútbol femenino. Detrás de ese partido hay una decidida apuesta por este deporte en España que, en ocasiones, se puede interpretar como excesiva si lo comparamos con la profesionalización de otras disciplinas.
Ni las audiencias, ni los salarios son altos y mucho menos si cometemos el error de compararlo con el fútbol masculino. Pero es verdad que crece a su ritmo y que las canteras de los grandes equipos de fútbol ya hacen un hueco a las chicas que quieren jugar al fútbol y que antes tenían que dejarlo con 10 años porque no podían seguir en mixtos.
Lo que pasó ante Suecia en el Eden Park de Auckland ante 43.000 espectadores fue la guinda de todo esto y, volviendo a errar, recuerda mucho a aquella España de Del Bosque donde el salmantino buscó la unión antes que la pizarra para que de esas buenas relaciones naciera el fútbol que llevó a España a ganar su primer Mundial en Sudáfrica.
Los datos son inmejorables para España, como lo han sido en casi todos los partidos de este Mundial. Mucha posesión, que acabó en un 57 % aunque llegó a tener el 75 %; 13 remates por cinco de las suecas y otros siete remates fuera.
Todas las alarmas saltaron en los móviles españoles cuando España se adelantaba en el marcador en el 75. El que no estaba viendo el partido en un día 15 de agosto tan festivo, se llevó el disgusto a los pocos segundos porque aquel tanto se anuló. En realidad, había sido una jugada en la que Olga Carmona remató tan pegado al palo que pareció que había entrado el balón.
Salma Paralluelo marcó otro golazo en el 81’, pero una sueca con apellido de la histórica saga de Millenium, Blomqvist empataba a en el 88’ y dejaba helada a España en plena ola de calor. Carmona sí que acertó a la segunda y anotó el segundo gol en el 90’ con un disparo raro por arriba que dejó en evidencia la portera Musovic.
Siete minutos extras se hicieron interminables porque Suecia sacó su poderío de las últimas citas, semifinales en los tres últimos grandes torneos, Mundial, Eurocopa y JJ.OO., pero España controló el juego con buenas paradas de Cata, la portera suplente del Barça que ha mandado al banquillo a Misa Rodríguez, la meta del Real Madrid.
El pitido final vale por una final del Mundial femenino y da la razón a aquellos que sostuvieron un pulso histórico a la vez que ridículo con unas jugadoras envalentonadas a las que su órdago les salió tan mal, que ahora solo pueden ver la final desde casa.