España derriba el muro de Francia en cinco minutos y pasa a la gran final de la Eurocopa
España pasó. Un L’Equipe histórico mandó a Francia a casa y dejó tiempo libre a Mbappé para que prepare su presentación con el Real Madrid el próximo 16 de julio en el Bernabéu.
El país galo ha vivido una Eurocopa extraña, tanto como el Mundial de Qatar. Siempre pendientes de asuntos extradeportivos como la lesión de Benzema, las acusaciones de racismo del que fuera delantero del Real Madrid a sus compañeros o, en Alemania, más pendientes de contradecir a sus compatriotas y volcar las elecciones a la izquierda que de jugar bien y explotar al mejor jugador del mundo que, por cierto, se va de la Eurocopa con un solo gol anotado.
Y llegó España para pasar por encima de ese muro galo que en el minuto 8 ya había marcado el primer tanto gracias a un centro de Mbappé y a un remate de Muani dentro del área en el único balón que superó a Laporte y ante el que Unai Simón no pudo hacer nada. España se quedó helada. Era complicado saber cómo se iba a reponer la España de Luis de la Fuente de ese tanto ante una selección rocosa a la que no era fácil marcarle un gol.
Pero a De la Fuente hay que reconocerle muchas cosas. El aplauso a Rubiales y su salto del barco un día después, siempre estará ahí, pero que conoce al milímetro a cada jugador que ha llevado a la Euro, también. Que nadie daba un euro por Laporte tras su marcha a Arabia y que solo un puñado de datos, hojas de rendimiento y sensaciones podía llevarle al torneo, darle descanso ante Croacia y que en el resto de los partidos liderara la zaga como un veterano del fútbol europeo. Igual que Unai Simón, inseguro con los pies, pero un hombre tranquilo debajo de los palos al que le sonríe la suerte lo suficiente para que algunas llegadas francesas no se convirtieran en gol.
De Morata sabemos poco. De la Fuente ya le protege por orgullo y por todo eso que aporta en el campo que no son goles. Siempre atormentado y más pendiente de su futuro que del presente de España, el 9 de la Roja fue arrollado por un miembro de seguridad tras el partido que le hizo daño en la rodilla. Todo fue fruto de un inoportuno traspié intentando detener a un individuo que saltó al campo a por su minuto de gloria. Como tantos otros que la UEFA tendrá que hacerse mirar para el próximo torneo y, especialmente, para la final.
El gol de Yamal fue en el 21 y el de Olmo en el 25. Eso es lo que tardó el fútbol de España en dar la vuelta a un partido imposible. Lo de Lamine Yamal fue un gol de otro planeta. Con seis franceses por detrás del balón y Maignan en su sitio, el jugador del Barça golpeó con izquierda de tal manera que la rosca superó el guante del portero, tocó el palo y se coló en la portería para el 1-1. El golpe fue muy duro para Francia. Se notaba en las caras y en un Deschamps desquiciado que, según avanzaba el partido, se quedaba sin ideas y solo atinaba a quejarse de faltas intrascendentes.
Pero el 2-1 ya fue definitivo para la voluntad gala. Una jugada en la frontal, un balón que acaba dentro del área y un Dani Olmo que hizo un regate de ensueño a Tchoauméni para rematar con un derechazo que Koundé mandó al fondo de su propia portería. Asumir que el partido acabó el minuto 25 puede ser atrevido, pero España así lo quiso. La máquina perfecta del centro del campo tiene dos motores: Rodri y Fabián han engranado todas sus piezas y se comieron el músculo de Rabiot, Kanté o Tchouaméni y así lo asumieron Mbappé y Deschamps tras el partido en un gesto que les honra.
Navas fue Navas. Ese lateral que con 37 años puede jugar 60 minutos de una semifinal de Eurocopa, lesionarse y dejar su puesto a Nacho para que Vivian, con apenas tres internacionalidades, ocupase el centro de la defensa. El sevillano es de esos veteranos que le gustan a De la Fuente, como Carvajal, que vivó el partido en la grada con Pedri y Le Normand, o Nacho. Tipos con experiencia útil para los jóvenes, pero sin alterar el vestuario más de la cuenta. Se entiende así la salida de Ramos y el fin de su etapa en España donde su mano se extendía hasta el punto de doblegar la voluntad de Luis Enrique para jugar tres minutos en un partido y seguir sumando partidos con España sin más mérito que alimentar su propio ego.
Francia tuvo alguna ocasión, pero no puso nerviosos a los jugadores españoles que contemporizaban cada balón. Pisaban la pelota hasta la extenuación francesa y jugaban el balón con Unai Simón las veces que hiciera falta. Hasta el pitido final, España fue la misma España que ganó a Croacia. Un grupo de jugadores y una idea de fútbol que poco cambia sea cual sea el escenario. La última parada es Berlín. La gran final de la Eurocopa en un estadio histórico donde esta España nuestra unirá, aunque sea por un rato, la voluntad de todos los españoles.