Con nuevos aranceles adicionales en vigor en EEUU del 15% sobre los 300.000 millones de dólares en bienes chinos exportados y la represalia de Pekín activando penalizaciones de entre el 5 y el 10% a productos estadounidenses, cuyo valor asciende a los 75.000 millones de dólares, los analistas consideran poco probable que Washington recule en sus planes de lanzar un nuevo órdago arancelario en diciembre, con lo que los transatlánticos empresariales de la era digital se encontrarán con otro iceberg.
Los aumentos tributarios impuestos por el presidente Trump, y las subsiguientes represalias tomadas por las autoridades chinas, han sacudido los mercados desde marzo de 2018, provocando el desplome de las bolsas y severos perjuicios para los gigantes de la tecnología.
Según los cálculos de la Consumer Technology Association (Asociación de Consumidores de Tecnología) estadounidense, se estiman en 10.000 millones de dólares las pérdidas en el conjunto del sector, y es previsible que la situación empeore sensiblemente, ya que la nueva partida arancelaria puesta en marcha por Washington afecta a productos que representan 52.000 millones de dólares.
"Desde luego que el presidente debe ocuparse de las transferencias forzosas de tecnología por parte de China y su robo de IP, pero esta imprevisible política de aranceles nos está arrastrando por el camino económico equivocado", ha expresado la organización en un comunicado.
"Las continuas amenazas de nuevos aranceles, mezcladas con promesas ocasionales de que las negociaciones comerciales están progresando, suponen un latigazo para las bolsas a nivel global", denuncian desde la CTA, agregando que el pulso de Trump a Pekín "compromete el liderazgo tecnológico de EEUU, ya que nuestras compañías tienen que destinar recursos a su adaptación a las nuevas reglas comerciales y menos a la innovación, a nuevos productos o a nuestra salud económica", lo que llevará en última instancia a un aumento en el precio final que paga el consumidor.
Apple se juega mucho en el envite. El coloso fundado por Steve Jobs, bandera de la industria estadounidense y del capitalismo, fabrica muchos de sus productos en la planta de Foxconn, sita en Longhua (Shenzen, China).
La compañía de la manzana recientemente logró que el cambio de tributación de sus artículos estrella, el iPhone y los MacBooks, se postergue hasta la nueva partida arancelaria de diciembre, éxito que propulsó su valoración en bolsa. Esta anécdota da buena cuenta de lo delgado que es el cable sobre el que Apple hace funambulismo en esta guerra comercial.
No obstante, el fin de año se espera con inquietud. Para diciembre, el 92% de los productos de la empresa serán sometidos a la carga arancelaria, y Trump ya ha confirmado que no habrá excepciones por muchas súplicas que haga la multinacional. Aunque de momento esto no se ha traducido en un aumento de los precios, está por ver lo que pasará en 2020.
Al otro lado del 'telón de acero' de esta guerra fría económica, Huawei se encuentra en la primera línea de trincheras. Después de muchos meses de tira y afloja y de erigirse en la gran cabeza de turco de la 'lista negra' de empresas redactada por Trump, el gigante chino admite que los bombardeos tributarios entre Washington y Pekín le costarán 10.000 millones de dólares este año. Sí, la misma cifra de pérdidas que la CTA calculaba para el sector tecnológico estadounidense.
Tristes noticias para una compañía cuyo crecimiento en 2018 fue uno de los hitos empresariales de la Historia reciente. Y aunque pueda parecer increíble, la cúpula de Huawei respira aliviada: en junio, el perjuicio se estimaba en alrededor de 30.000 millones de dólares, lo que llevó a la dirección a implementar una serie de medidas para reducir su dependencia de Occidente: el desarrollo de un sistema operativo propio (a Huawei se le había vetado el acceso a Android) y la expansión de su mercado en China, entre otras.
Miguel Otero Iglesias, experto en economías emergentes del Real Instituto Elcano, afirma en declaraciones a Capital Madrid que la rivalidad de los sectores tecnológicos estadounidense y chino tiene un carácter "estructural" y va a durar "mucho tiempo". El especialista opina que no hay que descartar los factores geopolíticos que subyacen tras el enfrentamiento, ya que "estamos en medio de una revolución tecnológica, y quien lleve la voz cantante es quien más aspectos de nuestra vida va a dominar".
"Las grandes empresas que ahora son globales y tienen beneficios en ambos países, se verán abocadas a que éstos disminuyan", continúa Otero. "Estados Unidos tiene una posición de hegemonía en Occidente, pero China irá acaparando cada vez más mercados, no solo en Asia, sino también en Latinoamérica y África, donde cada vez más países usan armamento y tecnología militar china en detrimento de Francia".
¿Caminamos, pues, hacia una reedición de la Guerra Fría en el ámbito de la tecnología? "Yo creo que sí. Las líneas divisorias no van a ser tan rígidas como lo fueron entre EEUU y la URSS, pero vamos hacia un estancamiento de la Globalización y un renacimiento del nacionalismo, lo que sin duda son malas noticias para las empresas de alcance global".