Tiempo de previsibles cambios políticos y económicos en la tierra que es, pero dejará de serlo con toda probabilidad, de Jair Bolsonaro. Brasil se prepara para más participación estatal en la mayor economía regional; parón a las privatizaciones previstas por el actual mandatario; punto final a las normas de tope que limitan el aumento del gasto público a la inflación, para impulsar la inversión pública en infraestructura, pero también incentivos a la participación privada.
Los inversores miran ya con lupa el plan económico de Lula da Silva, en la expectativa de que el líder del PT y expresidente, que tiene una holgada ventaja en los sondeos sobre Bolsonaro, consume en Brasil el giro a la izquierda de Perú, Chile y Colombia. Pero hay menos aprensión: no se espera un giro radical y Lula sería un ‘viejo conocido’.

Aunque Bolsonaro ha acortado recientemente su desventaja en intención de voto frente a Lula, tras aprobar el Congreso un paquete de medidas de ayuda social, sigue lejos de su gran rival, con quien se medirá el 2 de octubre. Bolsonaro, del PL (derecha), que aspira a la reelección obtiene en los sondeos un 31% del voto, frente al 45% de Lula, del Partido de los Trabajadores (PT). Lejos de ellos están Ciro Gomes, del PDT (centroizquierda), con el 6% y Simone Tebet (MDB, conservador) y André Janones (Avante), ambos con un 2%, según una encuesta de Quaest que pronostica que, de haber segundo turno en las presidenciales, Lula vencería (53%) a Bolsonaro (34%).
El plan económico de Lula defiende una mayor participación del Estado en la economía y se opone a los planes del Gobierno actual de privatizar empresas como la eléctrica Eletrobras, Correios y las petroleras Petrobras y PPSA. Mientras Bolsonaro ha acelerado la venta de activos secundarios de Petrobras, el PT indica que la estatal “volverá a ser una empresa integrada que invierte en exploración y producción, pero también que actúa en la transición ecológica”. Y también al contrario que Bolsonaro, fortalecerá la banca pública (Banco do Brasil, CEF, BNDES, BNB, Finep) para impulsar desarrollo económico y social.

En energía, sin embargo, Lula no va tan lejos como Petro en Colombia y aboga por un enfoque realista. Para el expresidente, el ‘frente antipetróleo’ propuesto por Petro es inviable para Brasil y el mundo. “En el caso de Brasil y del mundo es irreal. Aún es necesario el petróleo por un tiempo”, ha señalado Lula, para quien Brasil no puede dejar de explorar y extraer crudo mientras no haya otra alternativa. Eso sí, es favorable a fijar un plan de largo plazo para disminuir el consumo de petróleo a medida que se van creando otras alternativas. El PT de Lula quiere acabar con el tope del gasto, que limita su alza a la inflación, para apuntar a una mayor inversión pública en infraestructura. La meta es garantizar la modernización y ampliación de la infraestructura de transporte y la logística social y urbana con un potente programa de inversión pública, algo que se juzga crítico para el crecimiento. En este punto, además, se cuenta con incentivar la participación privada. “La inversión privada también será fundamental en la reconstrucción de Brasil y será estimulada”, se dice.
Así las cosas, los expertos creen que las concesiones de infraestructura se mantendrían tras las elecciones. Lula, que prevé en minería estimular la actividad con compromiso ambiental, viene dialogando con la patronal y todo indica que mantendrá esa cooperación si gana. Traspasando fronteras, la idea más llamativa de Lula es la de crear una moneda única latinoamericana “para evitar depender del dólar”; un modelo similar al euro, dirigido a fortalecer la integración regional y la independencia monetaria del área.
Aunque Bolsonaro dice atisbar recuperación, la situación no es halagüeña. La OCDE prevé que la economía se frene “significativamente” en 2022, con un avance del 0,6%, debido a la alta inflación y el aumento de tipos, si bien mejorará al 1,2% en 2023. La OCDE es más pesimista que Brasilia y el Banco Central, que para 2022 prevén tasas del 1,5 y del 1,7%, tras un +4,6% en 2021, el mayor en 11 años, y la histórica caída de 2020 por la COVID (-3,9%). Según la OCDE, la inflación (12% anual) debida a la guerra en Ucrania, y el alza de intereses (12,75%), erosionan el poder adquisitivo, a lo que se suma la “incertidumbre” por las elecciones. En junio, la inflación fue del 11,89% anual.
España es, con un acumulado de 48.000 millones de euros, el segundo inversor extranjero en Brasil, cuarto destino global de la inversión española. La marcha de la economía es muy importante para España, presente en todos los sectores, notablemente en telecos, finanzas, infraestructura, industria, energía, comercio y turismo en Brasil, donde están instaladas más de 500 empresas, entre ellas buena parte de las compañías que conforman el Ibex-35.

El brasileño es un mercado especialmente relevante en facturación e ingresos para Santander, Iberdrola, Naturgy, Telefónica y Mapfre, pero es también importante para Repsol, Acciona, Ferrovial, Dia, ACS, Aena, Sacyr, Redeia y Globalia. La mayoría ya ha operado allí con la izquierda en el poder: el PT gobernó desde 2003 a mediados de 2016. Lula fue presidente los primeros ocho años y Rousseff encabezó la presidencia de 2011 a agosto de 2016. Días atrás, el ministro de Infraestructuras brasileño, Marcelo Sampaio Cunha Filho, aseguró en Madrid que la privatización de Electrobras es irreversible, ya que supone un ‘win-win’, pese a que Lula quiere revertir el proceso. El ministro, que defendió las privatizaciones, mantuvo reuniones con Aena sobre la séptima licitación de 15 aeropuertos (entre ellos el de Congonhas) que tendrá lugar en agosto; con Acciona (sobre el sector vial) y con otras compañías. Aena ya opera aeropuertos en el nordeste de Brasil y el ministro aseguró que las firmas españolas están “muy bien posicionadas” para la adjudicación de licitaciones en el país. La concesión aeroportuaria se extenderá durante 35 años.

Sampaio señaló que en los últimos seis meses Brasilia ha recibido solicitudes de inversión que supondrían 33.000 millones de euros; repasó oportunidades de negocio, como las ligadas al litio, y aludió a la relevancia española en el sector energético, con mención especial a Iberdrola y Repsol. Un mercado en el que crecen también otras renovables como Elecnor, Enertis o Ingeteam.