La crisis arancelaria marca las diferencias económicas en el Magreb
En el Magreb, la reciente crisis comercial mundial desencadenada por la avalancha arancelaria del presidente estadounidense Donald Trump ha amplificado aún más el estado de desconcierto entre los países del norte de África árabe.
Desde el lanzamiento en 1989 de la Unión del Magreb Árabe, que supuestamente marcaría el comienzo del establecimiento de un mercado común regional, la mayoría de los cinco países miembros de la agrupación han negociado acuerdos de asociación con la UE por separado. Ahora, de nuevo, enfrentan la crisis arancelaria global con posiciones divididas.
Los analistas deberán evaluar las ganancias y pérdidas que sus gobiernos tendrán que afrontar.
Mientras que a Marruecos y Mauritania se les impuso un arancel base del 10 %, a los demás se les aplicaron aranceles más altos: 31 % para Libia, 30 % en el caso de Argelia y 28 % para Túnez.
Al menos por ahora, el comercio y la manufactura marroquíes podrían obtener una ventaja competitiva adicional frente a los países con aranceles más altos. Mientras tanto, las exportaciones tunecinas de aceite de oliva, dátiles y repuestos para automóviles, y en menor medida las incipientes exportaciones argelinas de productos no relacionados con los hidrocarburos a Estados Unidos podrían verse afectadas negativamente. Libia y Mauritania, que no exportan mucho a Estados Unidos, se verán mucho menos afectadas.
Pero con la caída de los precios del petróleo y el debilitamiento del dólar estadounidense, Marruecos, Túnez y Mauritania podrían recortar sus facturas energéticas y de importaciones, mientras que Argelia y Libia tendrían que ajustar sus proyecciones presupuestarias.
Sin embargo, es probable que los países del Magreb sufran consecuencias indirectas, aunque más graves, en el futuro debido a una posible recesión en Europa, que reduciría el apetito por las importaciones, el turismo y la inversión.
Pero para la región en su conjunto, muchas de las nuevas preocupaciones sólo están empeorando una situación que ya era difícil.
Debido a la disputa del Sáhara Occidental que dura ya cuatro décadas, y que ha enfrentado a Argelia y Marruecos, el Magreb está alcanzando niveles de fragmentación política sin precedentes.
Esto se suma a la dudosa distinción del Magreb como una de las regiones menos integradas económicamente del mundo.
Debido a las interminables disputas desde su lanzamiento en 1989, la “Unión del Magreb Árabe” ha caído en el olvido, tanto como proyecto político como económico. Los expertos han estimado el coste del “no Magreb” en miles de millones de dólares y muchos puntos porcentuales del crecimiento del PIB. Pero ya nadie lleva la cuenta.
Nadie puede dudar de que los aranceles estadounidenses habrían tenido menos efecto en un Magreb económicamente integrado, con un mercado común funcional, sin barreras arancelarias desalentadoras y con estrategias económicas e internacionales mejor coordinadas.
Con la frontera terrestre y el espacio aéreo entre Marruecos y Argelia cerrados y sin una infraestructura de transporte transregional adecuada entre el resto de los países, el comercio se ha vuelto insignificante en todo el Magreb, excepto tal vez para los operadores comerciales informales que parecen ser los únicos que pueden cruzar las fronteras de los países con facilidad.
Si bien la amenaza terrorista transfronteriza entre Túnez, Argelia y Libia ha sido en gran parte contenida, las preocupaciones de seguridad se han trasladado al sur de Argelia.
En medio de la crisis arancelaria, el ministro de Asuntos Exteriores argelino, Ahmed Attaf, visitó Túnez para advertir a sus interlocutores tunecinos de que “la situación a nivel regional, continental e internacional no augura nada bueno”.
Aunque se quejó de los peligros del “unilateralismo” y de la guerra en curso en Gaza, señaló más específicamente la preocupante situación en África y en la “región del Sahel-Sáhara”.
Se refería a las recientes tensiones surgidas entre Argelia y los países del Sahel, Níger, Malí y Burkina Faso, como resultado del presunto derribo por parte de Argelia de un dron maliense en la zona fronteriza de los dos países.
Desde ese incidente, Argelia se enfrenta a la situación sin precedentes de ver sus fronteras y su espacio aéreo cerrados, tanto al sur como al oeste de la frontera.
Attaf tiene razón en una cosa: la situación no augura nada bueno.
Además de las endémicas disputas internas de Libia, la región del Sahel se ha ido convirtiendo poco a poco en el punto vulnerable del Magreb.
Incluso antes del reciente incidente con drones, las políticas inadecuadas para abordar la emigración ilegal de migrantes desde la región del Sahel y el Sáhara han afectado a la mayoría de los países del Magreb. Decenas de miles de personas siguen cruzando las porosas fronteras de la región con la esperanza de alcanzar de alguna manera las costas europeas. Su presencia está provocando crisis internas en Túnez y Libia.
Queda por ver cómo afrontará Argelia las crecientes tensiones y los cambios políticos en el Sahel, con las juntas militares mostrando una hostilidad abierta hacia Argel y forjando nuevas alianzas con Rusia y Turquía en su lucha contra los grupos separatistas y extremistas islámicos.
Los países del Magreb, incapaces de frenar la migración ilegal, no pueden permitirse verse arrastrados a conflictos al sur del Sáhara ni ver cómo las insurgencias armadas invaden sus fronteras. Ese riesgo no es un escenario improbable ni una contingencia ante la cual el Magreb, desesperadamente fragmentado, podría, de alguna manera, oponer un frente unido.