Irak crece, Irán decrece
Se están rematando los últimos detalles del lujoso Hotel Rixos, que acogerá a los representantes de la cumbre de la Liga Árabe de 2025 en Bagdad. El proyecto de construcción ha sido un atractivo fuerte para los países del Golfo. De hecho, el capital requerido para su financiación ha sido inyectado directamente por Qatar.
Desde Bagdad, los esfuerzos se centran en reunir mayores niveles de inversión. Con ello, los intentos de reparar una economía nacional profundamente dañada por años caracterizados por la guerra y desestabilidad por fin podrían verse realizados.
La calma nunca ha sido un atributo de Irak. Sin embargo, 2007 fue un año clave en la historia del país. Representa el momento en el que, por fin, se consiguió derrotar al ISIS. Desde entonces, se puede decir que se ha conseguido alcanzar cierta estabilidad en el territorio.
La capital iraquí pretende reconvertirse: ser un punto de encuentro y colaboración entre viejos rivales. Tiene la intención de sacar el máximo partido al momento actual y demostrar disciplina y seguridad para, así, impulsar proyectos de interés y atraer la inversión.
Desde Irak, se piensa que este es el momento idóneo para invertir. Pero esta no es una idea nacional solamente. El presidente de la Cámara de Comercio de Dubái, Abdulaziz al-Ghurair, ha reconocido que Irak es considerado como un territorio de enorme potencial; un socio regional al que se ha de tener en consideración. Moataz al-Khayyat, presidente de la junta directiva del Qatari Investment Holding Company, empresa responsable del proyecto Rixos, también ha dicho que Bagdad es cada vez más seguro, comprometido y posiblemente una de las grandes capitales árabes en los siguientes 25 años.
Irak obtiene una fuente importante de ingresos del petróleo. Sin embargo, la economía del Estado ha estado en un callejón sin salida en la historia más reciente. Era frágil y no conseguía deshacerse de la situación de inestabilidad en la que ya lleva 20 años. Por eso, es un objetivo de Bagdad alcanzar el máximo número de inversiones extranjeras posible.
A día de hoy, los socios comerciales más relevantes de Irak son China, Turquía e Irán. Este último país presume de un fuerte peso dentro de los límites iraquíes. Véase en el sector energético de Irak, que depende en un 40% de Teherán, o en la presencia de grupos afines como las Fuerzas de Movilización Popular, de carácter chií (la rama del islam que representa el Estado iraní), contrapuesta a la suní de Arabia Saudí, gran rival del régimen de los ayatolás en Oriente Medio. Para deshacerse de dicho poder de Irán, la clave es, justamente, conseguir el aumento de la inversión en Irak.
La relación de este país con los Estados del Golfo no se puede decir que haya sido “armoniosa”, precisamente. Más bien se habría de definir como una sucesión de altibajos. Aún con eso, el conjunto de países promete invertir para que el poder blando de la nación presidida por Abdul Latif Rashid se haga más fuerte.
En 2023, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos firmaron acuerdos millonarios con Irak. Con ellos, se acordaba el desarrollo de centrales eléctricas, gestión de la quema de gases, impulso a la producción de petróleo, evolución de los yacimientos de gas natural de las provincias de Basora y Diyala, y la creación de un parque de energía solar.
Gozar de unas relaciones económicas más estrechas es también un objetivo de Arabia Saudí y los Emiratos Árabes. Esto aísla a Irán y, por otra parte, lleva a una mayor consideración de Irak en el panorama político árabe.
Ante todo esto… ¿cómo reaccionará Irán?