La guerra del gas llega a Europa a escasos meses del invierno
En el 2021 la palabra del año fue vacuna. En este, la nueva candidata para ocupar el primer puesto podría ser guerra. Primero llegó la invasión de Rusia sobre Ucrania y, después, vino el resto. Antes de este suceso, el mundo seguía viviendo guerras con la única diferencia de que estos conflictos no se estaban librando en suelo europeo. Ahora, con la guerra en Ucrania, la palabra ha tomado otro significado y sus consecuencias también.
A la desolación de la guerra en términos humanos, le siguen las consecuencias económicas, situadas casi en el mismo nivel. Con el verano a punto de finalizar, Europa se prepara para recibir un invierno que va a estar caracterizado por la escasez de uno de sus bienes más necesarios: el gas.
Rusia lo lleva advirtiendo desde hace meses. Quien no esté con el país ruso será declarado su enemigo. A su vez, la Unión Europea, días después del inicio de la invasión, llevó a cabo una carrera maratoniana por hacer un boicot a los productos rusos, entre los que se incluía el gas. Sin embargo, conscientes de su alta dependencia en este bien, a Europa no le quedó más remedio que seguir comprando gas a Rusia a medida que iba buscando otras alternativas.
El tiempo apremia para Europa y Rusia lo sabe. Al anuncio de su reducción en términos gasísticos a los principales países europeos dependientes de su gas, como fue el caso de Letonia, le sigue ahora el corte del gas alemán, durante tres días, tras alegar nuevas labores de mantenimiento del gasoducto Nord Stream.
Al recorte alemán también se le ha sumado una nueva medida que golpea de lleno el suministro a Francia. En esa estrategia por dejar sin gas a Europa, el gigante ruso Gazprom ha anunciado que suspenderá por completo el suministro de gas al grupo francés Engie a partir de este mismo jueves. Como justificación, Moscú alega falta de pagos por parte de París, en la línea de la nueva medida rusa que dicta que todos sus compradores deberán pagarle en rublos.
Engie guarda silencio y la Unión también. Por el momento no se han anunciado nuevas medidas, además de la reciente reforma al mercado eléctrico a principios del 2023 en lo que se ha considerado como “una intervención de emergencia”.
Este nuevo revés ahora hace plantearnos si Francia apoyará finalmente la construcción del gasoducto Midcat, que conectaría a España y a Francia a través de la cordillera de los Pirineos. A pesar de las reiteradas negativas francesas, el canciller alemán, Olaf Scholz, se ha mostrado a favor de esta infraestructura, algo que sumado al nuevo anuncio ruso podría revertir la situación.
En sus últimas declaraciones, el ministro francés de Economía, Brune Le Maire, afirmó que Francia se volvería a replantear su construcción, a pesar de que la petición lleva años fraguándose, como consecuencia de que “el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y el canciller alemán, Olaf Scholz, representantes de dos países amigos de Francia” tras haber hecho esta petición, es momento de “examinarla”. En este contexto, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, reiteraba que había que “recordar que España concentra el 30% de las capacidades de regasificación de toda Europa y no podemos utilizarlas de manera total y completa como consecuencia de tener un cuello de botella”.
El por qué de la tardanza para dar la esperada luz verde a esta construcción viene derivada del hecho de que Francia no necesita el gas, o al menos no lo necesitaba. Por el momento Francia produce cerca del 70% de su electricidad a través de sus centrales nucleares y, aunque la Unión Europea se haga cargo de su financiamiento, la realidad es que el MidCat no es la prioridad del país francés.
Ante esta compleja situación, los gobiernos de la Unión Europea alcanzaron hace un mes un acuerdo que tiene como fin reducir el consumo del gas de agosto de este año a marzo del año que viene. Sin embargo, en el momento en el que se ejecutó las medidas de reducción del gas por parte de Moscú estas eran levemente inferiores y, ahora, con los nuevos recortes, la Unión amenaza con tener que hacer un racionamiento mayor a través de una intervención más dura.
Así lo aseguraba el ministro de Industria de la República Checa, Jozef Sikela, tras declarar que “se acerca el invierno y no sabemos cuánto frío hará, pero lo que sabemos con certeza es que Putin seguirá con sus juegos sucios al abusar y chantajear con los suministros de gas”.
Y es que las restricciones a los suministros del gas ya han provocado una subida en un 400% en los precios mayoristas del gas desde agosto, lo que ha conducido a que el gasto aprobado por los Gobiernos para atajar esta crisis se haya multiplicado por millones y la inflación se haya desatado.
Para algunos países europeos, a escasas semanas de que para estos ya comience la temporada del frío, las medidas que Europa está tomando pueden ser insuficientes, no porque sean ineficaces, si no porque los días discurren y Rusia - además del botón nuclear - tiene bajo su poder el interruptor del gas, un recurso que la Unión acusa al Kremlin de emplear como “arma de guerra”. La guerra se libra en Ucrania, pero sus consecuencias más directas repercuten, en su mayor medida, a Europa. Se acerca el invierno y el gas comienza a escasear mientras que los nuevos proyectos de la construcción de gasoductos no llegan todavía a ningún puerto. Agosto acaba y con ello se pone de manifiesto la necesidad para Europa de tener gas suficiente a las puertas del invierno en una situación nueva para la Unión, que no sabemos cómo se desarrollará.