Las nuevas joyas de Arabia Saudí: la aerolínea Riyadh Air, la corporación SAMI y la agencia SSA
El Gobierno de Arabia Saudí acaba de presentar en París por todo lo alto sus tres estratégicas organizaciones estatales con las que pretende contribuir a diversificar la economía del país y reducir su gran dependencia económica de los hidrocarburos de acuerdo con su plan Visión 2030.
Una es la corporación de industrias de defensa SAMI, con la que el Reino pretende disminuir su servidumbre exterior en el plano de las compras militares. Otra es la aerolínea estatal Riyadh Air de bajo coste, para impulsar su sector turístico y de viajes por vía aérea. La tercera es la Agencia Espacial Saudí, creada a mediados de junio para favorecer la industria espacial nacional y adquirir un papel protagonista en la exploración del cosmos.
El visto bueno de las tres iniciativas lo ha concedido el Consejo de Ministros que preside de manera oficial desde septiembre del año pasado el príncipe heredero Mohamed bin Salman bin Abdulaziz al-Saud, que también es el primer ministro de la nación del Golfo.
La más reciente apuesta es Riyadh Air, una compañía de transporte aéreo comercial que acaba de comenzar su andadura y que no va a tener ningún problema para establecer su red global, ya que es propiedad del Fondo de Inversiones Públicas (PIF) del Gobierno saudí, al se le atribuyen unos activos del orden de los 650.000 millones de dólares.
Cien millones de destinos y cien millones de pasajeros
La presentación del primer avión ante la alta sociedad del sector del transporte aéreo internacional ha tenido lugar en el aeropuerto de Le Bourget (Francia) durante la celebración de la 54ª edición del Salón Internacional de la Aeronáutica y el Espacio. Hasta allí ha llegado un Boeing 787-9 Dreamliner pintado con el elegante color violeta o malva de la flor de lavanda que ha elegido la aerolínea para distinguirse de sus competidores, principalmente Emirates, Qatar Airways y Turkish Airlines.
Riyadh Air está presidida por Yasir al-Rumayyan ‒también presidente del PIF‒ pero la dirección ejecutiva recae en el británico Tony Douglas, que antes dirigía la aerolínea emiratí Etihad Airways. Sus muy ambiciosos planes son conseguir volar a finales de la presente década a más de 100 destinos de todo el mundo, transportar más de 100 millones de pasajeros y cubrir las necesidades del mercado nacional, de donde parten gran número de turistas hacia los aeropuertos emiratis de Dubái y Doha.
La compañía contrató en marzo pasado sus primeros 39 aviones Boeing 787-9 Dreamliner con la previsión de comenzar a prestar servicios en 2025. Ahora está en negociaciones con Boeing y la europea Airbus de cara a completar su flota. Con un sector turístico que contribuye “solo al 3% al PIB de Arabia Saudí”, el ministro de Turismo, Ahmed al-Khateeb, considera que su país es un “mercado turístico virgen” que ofrece “enormes oportunidades”. En 2022 fueron 16,5 millones de visitantes extranjeros y Al-Khateeb aspira a que en 2024 sean 30 millones.
En el plano de la defensa, el Estado saudí cuenta con una importante corporación de industrias también propiedad del PIF. Su nombre es Industrias Militares de Arabia Saudí o SAMI ‒acrónimo de Saudi Arabia Military Industries‒, y su director general es Walid Abukhaled, ex alto responsable para Oriente Medio de la compañía aeroespacial y de defensa norteamericana Northrop Grumman.
Walid Abukhaled proclama que su objetivo para 2030 es conseguir que la mitad de las inversiones en materia de defensa en su nación provengan de cadenas de producción o montaje establecidas en territorio nacional. El grupo de empresas SAMI acumula más de 10.000 millones de dólares en contratos, pero su índice de nacionalización no supera el 15%.
La española Navantia y su alianza con SAMI
Esa es la razón por la que SAMI es proclive a buscar y sellar alianzas con empresas de terceros países con voluntad de transferir tecnologías, para afrontar de manera común el desarrollo de nuevos sistemas de armas y equipamientos, así como la modernización de los que ya están en servicio en las Fuerzas Armadas saudíes.
Sus pasos ya han conseguido que Boeing ponga en marcha una empresa conjunta para fabricar materiales compuestos, Lockheed Martin una planta para el sostenimiento de helicópteros. El astillero estatal español Navantia ha establecido la sociedad SAMI-Navantia y un centro tecnológico para desarrollar el sistema de combate de las cinco corbetas que construye para la Real Marina Saudí.
SAMI trabaja en levantar un complejo industrial en la localidad de Al-Kharj, situada a un centenar de kilómetros de la capital. Prevista su entrada en funcionamiento en 2026, en sus instalaciones se pretende sostener los sistemas de armas terrestres saudíes y de las naciones árabes del Golfo. También construye un centro tecnológico aeronáutico en Malham, a 70 kilómetros de Riad, para apoyar el mantenimiento y reparaciones de aeronaves de combate, transporte y drones. Y una gran factoría para la producción de municiones y misiles.
La última joya acaba de ver la luz el 14 de junio. Es la reconversión a Agencia Espacial Saudí de una Comisión que existía desde 2018 y que es la constatación de que las autoridades de Riad son conscientes del importante papel que puede jugar el Reino en el campo de la tecnología y la exploración ultraterrestre.
El paso de crear la Agencia Espacial Saudí o SSA (Saudí Space Agency) se produce una vez concluida la misión espacial Axiom-2, en que la científica Rayyanah Barnawi se ha convertido en la primera mujer astronauta de un país árabe. Permaneció los diez últimos días de mayo en la Estación Espacial Internacional junto a su compatriota, el capitán de la Real Fuerza Aérea Ali al-Qarni, y los tripulantes rusos y norteamericanos de la expedición 69. A partir de ahora cabe esperar una multiplicación de iniciativas de la SSA, a semejanza de sus vecinos de Emiratos.