Trump frustra el consenso global para gravar a gigantes tecnológicos y multimillonarios
Los esfuerzos globales por establecer una política fiscal justa que grave a las grandes multinacionales tecnológicas y a las personas más ricas del planeta enfrentan un nuevo obstáculo con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.
El mandatario estadounidense ya ha anunciado recientemente la retirada de Estados Unidos de un acuerdo internacional que pretendía asegurar una tributación equitativa a empresas como Amazon, Microsoft, Alphabet (propietaria de Google) y Meta (propietaria de Facebook), reabriendo una profunda brecha con sus aliados.
La medida representa un duro revés a un consenso alcanzado en 2021 por más de 140 países bajo la dirección de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que buscaba frenar la evasión fiscal y redistribuir parte de los beneficios generados por estas empresas en los países donde operan, en lugar de permitirles declarar ganancias en paraísos fiscales.
Este acuerdo se basaba en dos pilares: el primero, que las multinacionales tributen en los países donde generan beneficios; y el segundo, una tasa mínima global del 15 % para evitar la competencia fiscal desleal. Más de 60 países ya habían adoptado este segundo punto, incluyendo economías clave como Brasil, Canadá, Suiza, Japón y el bloque de la Unión Europea.
Sin embargo, en un movimiento que ha elevado la preocupación en las principales capitales europeas, Trump calificó estas medidas como “discriminatorias y desproporcionadas”, y advirtió en un memorando oficial que su administración "actuará", amenazando con imponer aranceles a los países que apliquen estos impuestos, alegando que están diseñados para beneficiar a empresas locales a costa de las estadounidenses.
No es la primera vez que Trump recurre a estas tácticas. Durante su primer mandato, en respuesta al impuesto digital aprobado por Francia en 2019, amenazó con imponer aranceles del 100 % a productos como el champán y el queso francés. En ese entonces, París logró recaudar 780 millones de euros anuales gracias al gravamen. Hoy, otras naciones europeas, entre ellas Reino Unido, Italia y España, han seguido el ejemplo, generando miles de millones en ingresos fiscales.
El nuevo escenario plantea un dilema particularmente delicado para el Reino Unido, que espera avanzar en un acuerdo comercial bilateral con Estados Unidos. El ministro británico de Comercio, Jonathan Reynolds, se mostró desafiante, afirmando que el impuesto a los servicios digitales es “algo que nunca se podrá cambiar ni discutir en absoluto”, una declaración que podría tensar aún más las negociaciones con Washington.
Mientras tanto, en la Unión Europea se plantea ahora una respuesta firme. No se descarta la imposición de un impuesto digital común si fracasan las negociaciones con Washington, especialmente ante la amenaza de Trump de imponer un arancel del 20 % a los productos europeos. En este sentido, el economista Gabriel Zucman destacó a AFP que la respuesta de Bruselas en las próximas semanas “será decisiva”.
La decisión de Trump no se limita al ámbito corporativo, si no que también peligra el impulso para establecer un impuesto global sobre las grandes fortunas. Brasil, que ostenta la presidencia del G20 en 2025, propuso un impuesto del 2 % sobre la riqueza neta de quienes posean más de 1.000 millones de dólares. Se estima que este tributo podría generar hasta 250.000 millones de dólares anuales. Sin embargo, tanto la administración Biden como la de Trump han mostrado reticencia al proyecto, y con Trump nuevamente en el poder, las posibilidades de avanzar parecen mínimas.
El rechazo estadounidense tiene implicaciones profundas, ya que un tercio de los multimillonarios del mundo reside en territorio estadounidense, acumulando una riqueza mayor que la combinada de China, la India y Alemania, según Forbes.
Por su parte, un informe reciente de UBS sugiere que más del 10 % de las grandes transferencias de riqueza en la próxima década se dirigirán principalmente hacia América. Además, sostiene que las personas tienen más probabilidades de ascender que de descender en la escala de riqueza, lo que hace aún más urgente la implementación de sistemas fiscales más equitativos.
La decisión de Trump no solo pone en jaque años de arduas negociaciones internacionales, sino que también puede marcar el rumbo de la economía global en materia de justicia fiscal.