Comienza la carrera de fórmula lunar entre escuderías de Estados Unidos y Japón
El presidente Joe Biden y el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, han refrendado que Tokio y Washington van a ir a la Luna juntas de la mano. Y también han acordado que sus respectivas agencias espaciales van a hacer realidad los vehículos eléctricos de alta movilidad que van a rodar por nuestro satélite natural a principios de la década de 2030.
Es una de las contrapartidas tecnológicas que Kishida ha arrancado de Biden durante su reciente visita oficial a Estados Unidos, que ha tenido como finalidad principal estrechar las relaciones bilaterales entre Tokio y Washington en materia de defensa y seguridad, una de las vías que ambos mandatarios entienden que mejor sirve para poner freno al expansionismo de China en Asia.
El primer ministro nipón también ha puesto de relieve en su periplo americano las altas capacidades en materia espacial que lleva adelante Toyota, el primer fabricante mundial de automóviles. Kishida lo ha dejado patente ante Bill Nelson, de 81 años, exsenador, antiguo astronauta, amigo personal de Joe Biden y jefe de la NASA, la organización encargada de hacer realidad el futuro rover lunar norteamericano.
El proyecto de la NASA ha sido bautizado Vehículo de Terreno Lunar o LTV ‒acrónimo en inglés de Lunar Terrain Vehicle‒ y en abril acaba de comenzar su proceso final de selección. Tres consorcios formados por empresas aeroespaciales y del sector de la automoción han recibido 30 millones de dólares para presentar sus propuestas dentro de un año. El ganador accederá a un contrato de más de 1.800 millones de dólares.
Uno para cortos recorridos y otro para más largos
Un grupo industrial está liderado por Intuitive Machines, su iniciativa se llama Moon Racer y en él participan los gigantes Boeing, Northrop Grumman, Michelin y el fabricante de motores AVL. Otro es Lunar Outpost, en cuyo proyecto Lunar Dawn están los importantes Lockheed Martin, MDA Space, General Motors y Goodyear. La tercera es Astrolab, una sociedad asentada en Mónaco que está asociada con Odyssey Space Research, Axiom Space y SpaceX de Elon Musk para sacar adelante su vehículo FLEX.
¿Cuáles son las principales exigencias de la NASA? Los tres consorcios compiten para poner a punto un automóvil lunar recargable, con navegación autónoma y de un peso máximo de 800 kilos. Que pueda albergar dos astronautas, recorrer 20 kilómetros diarios, alcanzar 15 kilómetros por hora y superar desniveles del 20%. Y que esté operativo de forma continuada durante ocho horas, dos de ellas en penumbra ¡Ah! y sobrevivir 150 horas en las frías noches del Polo Sur lunar.
Y ¿para cuándo dice que lo quiere? De acuerdo con el actual calendario de vuelos del programa Artemis, la NASA necesita tener a punto el LTV en marzo de 2030, para enviarlo a la Luna en la misión Artemis V, la tercera que debe posar seres humanos sobre la superficie de Selene.
La opción japonesa es muy distinta, innovadora y está más adelantada en su desarrollo. Su más ferviente impulsor es el veterano directivo de Toyota y ahora recién nombrado presidente ejecutivo de la compañía, Koji Sato, de 53 años. Se llama Lunar Cruiser y es un original vehículo totalmente protegido de la intemperie, diseñado para transportar a dos astronautas y dotado de conducción por inteligencia artificial.
Protegidos de las radiaciones cósmicas y solares
En su diseño y puesta a punto trabajan de manera conjunta desde 2019 varios equipos de ingenieros de Toyota y de la JAXA, la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón que preside el profesor Hiroshi Yamakawa. En el otoño de 2022 comenzó el estudio conceptual y ahora el vehículo ya se encuentra en fase de desarrollo con la contribución de los gigantes industriales Mitsubishi Heavy Industries y Bridgestone.
En su parte posterior guarda su mayor secreto: aloja células de combustible que al combinar el hidrógeno y el oxígeno generan la energía limpia necesaria para mover sus seis ruedas y poder recorrer hasta “10.000 kilómetros en 42 días”, resume el director de Exploración Espacial de la JAXA, Fumiya Tsutsui. La electricidad inicial la genera el panel solar desplegable que incorpora el Lunar Cruiser, que también hace funcionar los equipos e instrumentos de a bordo.
El Lunar Cruiser tiene 6 metros de longitud, 5,2 de ancho y 3,8 metros de altura, “algo mayor que el tamaño de dos microbuses”, precisa Tsutsui. Su cabina de conducción está presurizada en condiciones semejantes a las de la Tierra, para que los astronautas viajen con comodidad en un amplio espacio habitable de 13 metros cúbicos. De ese modo podrán explorar la superficie de la Luna “mucho más allá del lugar de alunizaje sin necesidad de vestir sus trajes espaciales”, recalca el jefe del proyecto en Toyota, Ken Yamashita.
Hay que tener en cuenta que en la Luna se alcanzan temperaturas que oscilan entre los 120° C durante el día y -170º C por la noche. Que está sometida a las fuertes radiaciones cósmicas y solares, que su superficie está cubierta de una especie de arena llamada regolito que ralentiza el movimiento y que reina una sexta parte de la gravedad que existe en la Tierra.
El compromiso adquirido por la NASA es llevar el vehículo japonés hasta Luna en la misión Artemis VII, posarlo sobre su superficie y dejarlo en manos de la JAXA, uno de cuyos astronautas sería el responsable de su explotación. Como muy pronto, el Lunar Cruiser debería estar en la Luna en marzo de 2032, que es la fecha fijada en el calendario incluido en el presupuesto solicitado por la agencia norteamericana para el año federal 2025.