La Cúpula Dorada, el faraónico escudo antimisiles hipersónicos de Trump para Estados Unidos
- Fusionar programas ya en marcha con nuevas tecnologías
- De tal envergadura verá la luz a mediados de 2030
Mientras los jefes de Gobierno europeos se afanan en sacar adelante los planes de rearme de sus respectivas naciones, el presidente Trump ha hecho una jugada maestra en el marco de la defensa de Estados Unidos, que ha despertado el máximo interés en las grandes corporaciones industriales aeroespaciales y también en las pymes norteamericanas especializadas en tecnologías disruptivas.
En un mismo paquete de marketing que ha denominado Cúpula Dorada, Donald Trump pretende hacer realidad un gran escudo defensivo multicapa que envuelva los inmensos territorios de Estados Unidos y los haga inexpugnables a los ataques de los misiles hipersónicos, intercontinentales, balísticos y de crucero de última generación de sus enemigos declarados, Irán y Corea del Norte, y de potenciales amenazas.
La ambiciosa iniciativa tiene su origen en la orden ejecutiva que el propio Trump firmó de su puño y letra el 27 de enero ‒que entonces bautizó “Cúpula de Hierro para América”‒, en la que a su secretario de Defensa, Pete Hegseth, le impone una directriz: el 28 de marzo debe presentarle un plan inicial para desarrollar, desplegar y operar una arquitectura de capacidades espaciales y terrestres que, en forma de coraza antimisiles, sea disuasoria o haga frente con éxito a las agresiones de sus contrincantes.
La idea faraónica que está asentada en la mente de Trump se inspira en uno de los eslabones de la cuádruple red de defensa aérea de Israel, la Cúpula de Hierro, el escudo interceptor de corto alcance que la compañía israelí Rafael Advanced Defense Systems, junto con Israel Aerospace Industries, comenzaron a desarrollar en la década de 2010 y que ha demostrado su efectividad ante los ataque de Irán. Y es que la Cúpula de Hierro se basa en gran medida en sistemas de armas y tecnologías aportadas por la industria de defensa de Estados Unidos con el apoyo de la Agencia de Defensa de Misiles norteamericana.
Pero la Cúpula de Hierro está concebida para proteger los 22.145 km² del territorio judío, un espacio un poco menor al de la Comunidad Valenciana. Sin embargo, la idea que alberga la mente de Trump es descomunal: pretende replicar a gran escala la pequeña red de defensa aérea de Israel para envolver los más de 9 millones de kilómetros cuadrados de Estados Unidos, una superficie 413 veces mayor que la que cubre la Cúpula de Hierro, por cierto, una marca registrada por la empresa Rafael.
Fusionar programas ya en marcha con nuevas tecnologías
Consciente de la magnitud del reto, que desplegar y mantener en órbita diferentes sistemas interceptores es complejo y exige muchos miles de millones de dólares, al igual que posicionar una amplia variedad de sensores de todo tipo en el espacio ultraterrestre, la orden ejecutiva de Trump también exige que el Pentágono presente un plan de financiación, puesto que Cúpula Dorada está llamada a convertirse en uno de los grandes programas de adquisiciones.
Para evaluar el coste global y de los primeros pasos que hay que dar, la Oficina Presupuestaria de la Casa Blanca ya trabaja en las primeras estimaciones económicas de sus diversos componentes. El secretario de Defensa ya ha solicitado al Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea, los Marines, la Fuerza Espacial y a las numerosas agencias militares bajo su control que identifiquen recortes presupuestarios por valor de 50.000 millones de dólares para reorientar gran cantidad de tal volumen económico hacia el nuevo proyecto.
La organización responsable de capitanear Cúpula Dorada es la Agencia de Defensa de Misiles, que también encabeza los trabajos para implicar a la industria de defensa en la evaluación de las capacidades tecnológicas necesarias. No obstante, el jefe de Operaciones de la Fuerza Espacial, general Chance Saltzman, ha expresado que quiere que su Agencia de Desarrollo Espacial desempeñe un “papel central” y ya ha constituido un “equipo de planificación integrado” de especialistas y técnicos con experiencia en diseñar escudos antimisiles para apoyar la iniciativa de Trump.
La arquitectura multicapa del nuevo sistema de defensa se va a cimentar sobre dos grandes ámbitos. En primer lugar, aprovechará los proyectos que ya están en pleno desarrollo para vigilar, contrarrestar y responder a los ataques de misiles balísticos tácticos e intercontinentales. Se trata de programas de sensores espaciales para rastrear disparos, de interceptores espaciales para atacar misiles en su fase de impulso inicial y de sistemas lanzados desde tierra para impactar contra vectores en su fase terminal de vuelo.
Entre ellos está la Arquitectura Espacial de Combate Proliferado (PWSA) de la Agencia de Desarrollo Espacial, cuya finalidad es el seguimiento continuado de cualquier amenaza de misiles enemigos. Otro es el programa de Sensores Espaciales de Seguimiento Balístico e Hipersónico (HBTSS) que dirige la Agencia de Defensa de Misiles (MDA), cuyo objeto es desplegar en órbita cámaras de gran precisión que proporcionen a los interceptores antimisiles las coordenadas precisas para el seguimiento y destrucción de misiles.
De tal envergadura verá la luz a mediados de 2030
Otros dos programas también de la MDA son el sistema de Defensa Terrestre de Medio Recorrido (GMD) basado en misiles anti misiles posicionados en tierra y el Interceptor de Nueva Generación (NGI). Pero el decreto de la Casa Blanca también pretende ampliar los citados proyectos con otros nuevos que amplíen las capacidades de los misiles interceptores con diferentes sistemas de armas posicionados en órbita o en tierra. Por ejemplo, con sistemas de energía dirigida por microondas de alta potencia y láseres de alta energía.
El director de la Agencia de Defensa de Misiles, teniente general Heath Collins, convocó el 18 de febrero a centenares de directivos y altos ejecutivos de la industria aeroespacial y de defensa norteamericana a acudir a su sede de Huntsville (Alabama). Allí les informó de las medidas y actuaciones que ya ha iniciado, les trasladó que Cúpula Dorada representa una “oportunidad para hacer efectivas tecnología que todavía hoy son disruptivas”, al tiempo que les notificó que “las previsiones respecto a las demostraciones tecnológicas comenzarían a finales de 2026 y concluirían en 2030”.
Un obstáculo importante que a nadie se le escapa es el muy alto grado de coordinación que la iniciativa Trump exige entre la Fuerza Espacial, de la Agencia de Desarrollo Espacial y la Agencia de Defensa de Misiles e incluso de las 17 agencias que conforman la Comunidad de Inteligencia de Estados Unidos.
Por si todo lo anterior fuera poco, hacer viable una iniciativa faraónica de tal complejidad tecnológica y de un inmenso volumen económico que todavía está pendiente de concretar va a suponer muchos años de esfuerzo. Aunque el presidente que sustituya a Trump mantenga su apoyo y también el Congreso y el Senado, es muy probable que la Cúpula Dorada no esté disponible hasta mediados o finales de la década de 2030.
De lo que no cabe duda es de que la ambiciosa iniciativa es un caramelo para las grandes corporaciones de la industria aeroespacial y de defensa de Estados Unidos, como, por ejemplo, Boeing, Northrop Grumman, L3Harris, Lockheed Martin, Orbital Sciences, Raytheon... pero también para pymes especializadas en Inteligencia Artificial y tecnologías disruptivas, que están deseosas de aprovechar las amplias oportunidades de trabajo compartido que les abre la Cúpula Dorada.