Las tecnologías disruptivas de doble uso, una gran apuesta del nuevo Concepto Estratégico de la OTAN
Una importante línea de acción asumida por la OTAN corre el riesgo de pasar casi desapercibida, porque no figura de manera clara y explícita en el Concepto Estratégico que los 30 mandatarios de los países de la Alianza acaban de aprobar en Madrid.
Pero está incluida de forma implícita en el texto del documento que va a guiar el devenir transatlántico durante la próxima década. Se trata de una iniciativa para reforzar la apuesta de la organización defensiva por la ciencia, la industria y las tecnologías de vanguardia, una vía decisiva para mantener la superioridad frente a la amenaza que representa Rusia y al desafío de China.
Para evitar que tal medida quedara perdida entre los 49 apartados del documento que define el camino a seguir a partir de ahora por la OTAN, su secretario general, el noruego Jens Stoltenberg, ha querido sacar su nombre a relucir en la rueda de prensa que ha cerrado la primera jornada de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno celebrada el 29 de junio en Madrid.
El Consejo de la OTAN han dado el espaldarazo oficial al llamado Acelerador de Innovación de Defensa para el Atlántico Norte o DIANA, acrónimo de Defence Innovation Accelerator for the North Atlantic. Su razón de ser es apoyar la creación en Estados Unidos, Canadá y las naciones europeas de la Alianza de una importante comunidad de equipos de investigadores, startups y centros de ensayo públicos y privados que centren su actividad en desarrollar tecnologías emergentes de doble uso.
Tal y como se expresa en el Concepto Estratégico, los aliados son conscientes que las tecnologías llamadas profundas y disruptivas aportan “tanto oportunidades como riesgos”, que “alteran” el carácter de los conflictos, que cada vez adquieren mayor importancia estratégica y que resultan “clave” en la competencia global entre Estados. Así pues, la OTAN entiende que “la primacía tecnológica influye cada vez más en el éxito en el campo de batalla”.
¿Cuál es el paquete de nuevas tecnologías con futuro en las que la Alianza está interesada en profundizar? Primero se seleccionaron siete y ahora ya son diez, y la primera de todas ellas es la inteligencia artificial. Los altos mandos de la OTAN están preocupados por las importantes inversiones que Pekín dedica a este nuevo campo tecnológico, por lo que no es de sorprender que ocupe un lugar de máxima prioridad en su listado.
Le siguen en importancia las tecnologías cuánticas; el procesado de grandes volúmenes de datos (Big Data) y la computación avanzada; la tecnología hipersónica; la bioingeniería y la mejora de las capacidades humanas; las múltiples aplicaciones espaciales; los novedosos sistemas de propulsión; las nuevas fuentes de energía: los materiales y los procesos de fabricación innovadores; y los vehículos y sistemas de armas autónomos terrestres, navales y aéreos.
Lo que se pretende conseguir lo detalla el apartado 24 de la recién nacida hoja de ruta de la futura OTAN. No es otra cosa que “promover la innovación y aumentar las inversiones en tecnologías emergentes y disruptivas para conservar nuestra interoperabilidad y ventaja militar”. Se busca probar, evaluar y validar nuevas tecnologías que aborden desafíos críticos de defensa y contribuyan al componente de disuasión de la Alianza.
Entre los objetivos de DIANA está construir y supervisar un ecosistema de innovación constituido por alrededor de medio centenar de centros de ensayo para ayudar a las empresas emergentes a respaldar las necesidades tecnológicas de la Alianza a través de programas competitivos de subvenciones. En concreto, lo que recoge la nueva hoja de ruta atlantista es “acelerar nuestra transformación digital, adaptar nuestra estructura de Mandos a la era de la información y mejorar nuestras capacidades de ciberdefensa, redes e infraestructuras”.
El secretario general adjunto de la OTAN para Desafíos de Seguridad Emergentes, el holandés David van Weel, es consiente que “la innovación ya no proviene del sector de la defensa como ocurría hasta finales del siglo XX”. Procede de áreas “donde ya no estamos presentes, por lo que debemos reconectar”. Lo que se quiere es estrechar la cooperación transatlántica en tecnologías críticas y dar un gran salto cualitativo respecto al Programa de Ciencia para la Paz y la Seguridad que la Alianza puso en marcha en 1958 y redefinió en 2013.
Más de 20 países aliados han decidido aunar recursos e invertir del orden de 1.000 millones de euros durante los próximos 15 años en un fondo de capital riesgo dedicado a innovación, con ayudas de hasta 200.000 euros. Este grupo de naciones es el que ha constituido el Fondo de Innovación de la OTAN, instrumento encargado de alimentar a DIANA con recursos.
La finalidad de tal fondo multisoberano es conseguir que la OTAN mantenga su ventaja tecnológica respecto a terceros países, léase China y Rusia. Cada año se van a invertir unos 70 millones en explorar tecnologías de uso dual con aplicación potencial directa en sistemas, equipos o productos dedicados a la defensa y la seguridad.
DIANA va a tener dos sedes, una en Europa y otra en América del Norte. Para albergar a la europea se ha elegido Londres, en el Imperial College, que ha presentado su candidatura de forma conjunta con Tallin, la capital de Estonia, que posee un centro internacional avanzado en inteligencia artificial y cibernética. Las autoridades de la OTAN confían que el centro londinense comience su actividad en el presente año, alcance la capacidad operativa inicial (IOC) en 2023 y la capacidad operativa total (FOC) en 2025. Para posicionar el centro al otro lado del Atlántico se ha elegido Canadá.
DIANA y el Fondo de Innovación que lo sustenta no han surgido de improviso en la cumbre de Madrid sino hace nueve meses. Los ministros de Defensa de la OTAN acordaron en su reunión en Bruselas en octubre de 2021 “fortalecer la Alianza mediante la promoción y protección de la innovación transatlántica”, y pusieron los primeros eslabones del acelerador tecnológico y del fondo de innovación que ahora recoge el Concepto Estratégico.
La Unión Europea también es consciente del desafío tecnológico. La Brújula Estratégica aprobada a mediados de marzo puso en marcha hace poco más de un mes una iniciativa semejante al de la OTAN. En el seno de la Agencia Europea de Defensa (EDA), Bruselas ha creado el Centro de Innovación de la Defensa (HEDI), cuya finalidad es también acelerar, probar, evaluar y validar tecnologías emergentes de vanguardia que sean de doble uso.